22.

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Saki no se movió de la sala de espera en todo lo que restó del día.

Nadie podía sacarla de ahí, sin importar lo que dijera, después de todo su querida Hinata estaba dentro de esa habitación y ningún doctor había salido de ese lugar para informarle su estado.

La heredera de los Hyuga había sufrido un paro cardíaco por causa de los daños sufridos y estaba muy delicada. Los doctores le habían informado que si hubiera llegado unos minutos después no podría haberlo contado.

Se quitó las lágrimas que estaban apunto de brotar por sus ojos con violencia, lo último que necesitaba en ese momento era el dolor de cabeza que el llanto le generaba. Suspiró haciéndose más pequeña dentro de la enorme chaqueta que le pertenecía a Kiba y simplemente rezó por el bien de su amiga.

Tenía mucho miedo. Por primera vez sentía algo así, era un miedo distinto a todos los que había transitado durante de su vida. Temió perderla. En sólo unos minutos su cabeza maquinó miles de escenarios distintos y uno de ellos fue un mundo sin Hinata.

Un mundo sin Hinata no sería un mundo donde Saki viviría.

Levantó la mirada cuando vió la figura del Inuzuka salir de una de las cuantas habitaciones, sacándola totalmente de sus pensamientos pesimistas. Estaba algo lastimado y parecía cansado, pero estaba en una pieza.

—Hey, Saki, me contaron lo que ocurrió con Hinata-Mencionó su compañero tomando asiento a su lado, no estaba junto a su pequeño perro y la pelirroja solo pudo pensar que estaba recibiendo cuidados por sus heridas.

—No logré protegerla de Neji, me lo advertiste, pero aunque se lo dije una y otra vez terminó convenciendome de pelear.-Explicó con un nudo en su pecho.

Kiba suspiró aparatosamente, sabía muy bien que en la voz de la más bajita había mucha culpabilidad y era palpable, no era necesario tener un gran intelecto para saberlo.

—No es tu culpa, Hinata se volvió una cabeza dura desde que empezó a juntarse conmigo.-Intentó bromear con una de sus sonrisas bobas que lograban subir el ánimo de la pelirroja casi siempre.

—Mi Hina se está echando a perder por tu culpa.-Se quejó con un bufido divertido mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho en desarrollo.

Kiba se sintió un poco más tranquilo al ver que la más bajita se había calmado un poco y simplemente hizo lo que su instinto le decía. La acobijó entre sus brazos, colocando ambas manos en la delicada cintura. Recibió un pequeño sonido de sorpresa, pero no tardó en corresponder el afecto.

Y así, con su cuerpo aferrado a su amigo simplemente las lágrimas brotaron sin detenerse. Lloró y lloró, sin intentar ser delicada, lanzando quejidos y sollozos, pero el Inuzuka no se quejó, dejó que su amiga se desahogue después del horrible momento que había pasado.

Y si Kiba vió a Neji en el final del pasillo no se lo diría a la niña rota que intentaba reparar.

Y si Neji se llenó de celos al ver a ese chico inferior abrazando a la única persona que le interesó en la vida nunca lo admitiría, no mientras viviera.

Saki no sabía cuanto tiempo lloró entre los brazos de Kiba, pero si algo si sabía era que le había dejado el hombro de la camiseta empapado. Solo lanzaba pequeños hipidos, pero se negaba a soltarse feo fuerte abrazo que el más alto le había brindado.

Hace tanto tiempo que no sentía unos fuertes brazos rodearla, desde que su padre abandonó este mundo que nadie la abrazaba con tanta fuerza y ternura. Si, había sentido los abrazos de Hinata, Sakura y hasta de Sasuke, pero ninguno tenía esa fuerza y seguridad que solo un padre o hermano mayor podría darle.

Kiba se sentía exactamente como un hermano mayor.

—¿Ya estás mejor, Saki boba?.-Le preguntó separándose un poco del contacto, recibiendo un puchero exagerado por parte de la pelirroja.

Saki estuvo a punto de contestarle con otro comentario afilado, pero un doctor salió de la habitación donde Hinata estaba siendo tratada. Al ver al joven simplemente la pelirroja se levantó de la silla de un salto, acercándose al profesional con rapidez.

—¿Cómo está mi Hina?.-Preguntó con un hilo de voz, sentía como Kiba había le colocado sus manos en los hombros para darle apoyo, pero en ese momento solo importaba la heredera Hyuga.

—La señorita Hinata se encuentra estable, su corazón volvió a latir con normalidad y algunos de sus órganos internos fueron dañados, pero se pondrá bien, actuamos rápido.-Explicó lentamente al ver la expresión desesperada que le devolvía esa pequeña pelirroja que no se había ido en todas las horas que intervinieron a la Hyuga.

—¿Pu-puedo entrar a verla?.-Volvió a preguntar, se había quitado un peso de encima después de escuchar esas palabras.

—Solo unos minutos, pero no está consciente todavía.-Soltó el doctor volviendo a entrar a la habitación donde se encontraba su última paciente.

Saki miró a Kiba por encima de su hombro y este simplemente le guiñó el ojo dándole ánimos, la pelirroja aceptó el gesto y no esperó ni un segundo en adentrarse a la habitación que estuvo visualizando durante tantas horas.

Y ahí estaba su amada Hina. Postrada en una cama, con su pecho apenas bajando y subiendo gracias a su respiración, con su rostro totalmente pálido, mucho más de lo usual y sus labios agrietados.

—Oh, mi pequeña...

Fue lo único que pudo soltar mientras se acercaba al cuerpo inerte de la heredera. Su mano temblaba como una pequeña rama en medio de la tormenta, pero no la privó de acariciar la pálida mejilla con la dulzura con la cuál siempre trataba a su florecilla de lavanda.

—Te prometo que voy a triunfar, no te voy a decepcionar, Hinata, haré que Neji cierre la boca y se trague sus palabras, pero tú mejórate, ¿Si?

Tras decir esas palabras tuvo que salir de esa habitación por perdido del doctor. Pero nunca olvidaría su promesa.

Ella sería Chunin, sin importar qué.

Sky eyes; Neji Hyūga. [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora