Siempre se ha dicho que las sirenas no existen, solo son cuentos fantasiosos de niños, criaturas mitológicas que solo pueden existir en la mentalidad de un niño. Sin embargo, las leyendas no tienen por que ser una mentira, si no un mal recuerdo de u...
"Muchas veces he tratado de sacarte de mi mente, pero este amor es más fuerte que la condenada muerte".
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—Por más que quiera... no puedo Adrien, no puedo—le dio la espada y se frotó los brazos con sus manos—tengo cosas importantes que hacer aquí, entre ellas Alya.
Adrien no respondió, se llevó una mano a la nuca con nerviosismo, las palabras querían salir fugaces de su boca, aunque no sabía si decirlas era la correcto.
—Entre ellas también está mi hermano Félix ¿no? —soltó él de golpe.
Marinette lo miró confundida.
—¿Qué?—preguntó.—¿A qué te refieres?
Adrien soltó una carcajada irónica.
—No hay que ser muy listo para no darse cuenta que os encontráis muy a menudo,—aseguró—y por lo visto le estás dando muchas ilusiones, lo tienes encantado.
—Adrien no se que está pasando por tú cabeza, pero antes de seguir piénsalo un poco...—comenzó a decir, pero fue interrumpida.
—Venga Marinette, os he visto en el jardín trasero, muy felices y agarraditos el uno del otro—Adrien hizo gestitos imitándolos a Félix y a ella—y encima, en mi caballo ¡y mi caballo no se toca!—esto último lo dijo si fuese un niño pequeño—además estaba enfermo, ojala os haya pegado la rabia, y si no es a ti, al imbécil de Félix.
—¡Oye, ya está bien!—exclamó, pues ya había comenzado a perder la paciencia, Adrien se estaba comportando de una forma extraña.
—Mírate,—reprochó el rubio—ya hasta lo defiendes.
—Yo no estoy defendiendo a nadie. Solo digo que tú comportamiento deja mucho que desear, ¿se puede saber a dónde quieres llegar? Adrien no puedes reprocharme nada, no puedes obligarme a irme contigo, mucho menos ahora que las cosas están tan complicadas.
Adrien sonrió con algo de falsedad y se rascó la barbilla.
—Está bien, de acuerdo. Haz lo que se te venga en gana, de todas formas no somos nada ¿no? solo una aventurita que nos hemos buscado los dos, más bien de quien debería estar detrás es de Chloe y no... de ti—reconocía que su comportamiento de niño celoso era un tanto penoso, pero no podía evitar renegar por lo que sea que ocurriera entre Félix y Marinette—dale saludos a Félix cuando lo veas, ahora tú pasas más tiempo con él que yo.
Le dedicó una última sonrisita irónica que reflejaba tanta molestia como sus ojos y dio media vuelta dispuesto a irse. Marinette no pudo evitar soltar una pequeña maldición, se pasó una mano por sus cabellos azabaches y se los apartó de su rostro levemente.
—A-Adrien...—lo llamó ella—Tú... Tú sabes que te quiero. Te amo
Se detuvo levemente al escuchar aquellas palabras, sintió su corazón acelerarse como si de alguna forma, Marinette controlase el motor de su cuerpo con cada movimiento y palabra que hacía. Tomó aire y con todo los esfuerzos que fue capaz de sacar, obligó a su cuerpo a comenzar a caminar haciendo oídos sordos e ignorándola completamente. Después de todo, su orgullo podía llegar a ser más fuerte que el resto de sus emociones.
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