🌊Capítulo 19🌊

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"Besar es como el agua salada: Bebes y más aumenta tu sed"

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 El último rayo de sol había sido devorado por el horizonte, un pequeño haz de luz que había desaparecido para pasar a un mero recuerdo en un futuro.

 Toda la ciudad estaba de luto. Las calles todas iluminadas por elegantes antorchas y todos los parisinos caminaban ordenados en dos filas, similar a los desfiles anuales que se celebraban como fiesta tradicional en la ciudad. Sin embargo aquel día, el pueblo no festejaban, si no que se había teñido de negro para rendir luto a su difunto rey.

 Todos los parisinos se concentraron con una antorcha en mano hasta concentrarse en el prestigioso pueblo de la ciudad. Las vivientes y ardientes llamas se reflejaban fugaces sobre las oscuras aguas del océano representando así la viveza que un día ocupó el cuerpo inerte de Gabriel Agreste.

 Poco a poco se iban vislumbrando a lo lejos varias siluetas con un gran ataúd a sus hombros, todas ellas presididas al frente por dos jóvenes: Adrien y Félix .

  Dos sacerdotes los esperaban al final de la gran pasarela del puerto, los costaleros dejaron el lujoso ataúd de rey y bajaron la cabeza en señal de respeto. Los dos hermanos caminaron hacia los eclesiásticos y estos hicieron una respetuosa reverencia, dirigiéndose en especial a Adrien.

 El joven príncipe apenas hizo caso a aquel gesto, pues su mente no hacía más que dirigirse hacia el cuerpo alojado en aquella caja infernal. Sus ojos se cristalizaron levemente y se llevó una mano con disimulo para limpiar una pequeña lágrima que escurría a lo largo de su mejilla.

 Uno de los sacerdotes envolvió a Adrien entre sus brazos con la esperanza de reconfortarlo, pues él siempre había sido un gran amigo de la familia y había conocido a los dos príncipes desde que apenas eran unos niños. Félix por el contrario se mantenía sereno, sin expresión en su rostro, un gesto completamente inmóvil, uno al cual no podía analizar sus pensamientos ni emociones.

 Un guarda de palacio apartó al sacerdote de los brazos de Adrien, con un gesto quizás demasiado brusco, pues ahora que él sería el heredero cualquier gesto que resultase conspiratorio podría ser sospechoso de un intento de asesinato.

  —No...—Murmuró Adrien bajando la mirada, nadie podía ver sus ojos irritados por las lágrimas, sobre todo ahora que se había desahogado en el hombro de aquel señor tan familiar en su vida—Dejadlo, él es de confianza.

 El hombre alzó una de sus manos para quitarle importancia a la situación e hizo un gesto de cabeza indicando a su compañero religioso que caminase al ataúd del rey.

 Un semicírculo de parisinos con elegantes y oscuras túnicas de raso, rodearon el cuerpo inmóvil de Gabriel custodiando así la ceremonia que los sacerdotes le recitarían al recién difunto. 

 Mientras tanto entre la gran multitud de personas una hermosa joven de cabellos azabaches se escabullía desesperadamente con la intención de llegar hasta su joven príncipe. Consiguió vislumbrarlo a unos pocos metros, rodeado de extrañas personas con aspecto tétrico, la luz plateada de la luna iluminó el rostro del rubio y Marinette pudo apreciar sus ojos cristalizados empañados por las lágrimas. No pudo evitar sentir un vacío en su pecho, quería correr hacia él, abrazarlo, consolarlo, decirle que todo iba a estar bien, porque estarían juntos; pero no podía.

 Habían hecho una promesa juntos y a la vez divididos, pues cada uno tenía un deber que cumplir. Sin embargo a pesar de que ella misma se había convencido de no hacerlo, sus impulsos acabaron por traicionarla y acabó yendo al entierro del padre de Adrien, y allí estaba, observándolo desde la distancia, presa por su ignorancia y por su orgullo, viéndolo sufrir, y derramar lágrimas de tristeza.

™El Susurro De Las Olas 🌊Miraculous Ladybug🌊 #PremiosLadybugTLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora