🌊Capítulo 25🌊

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Porque su amor es como el mar: se ve el principio pero nunca el final.

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 La plaza central de la hermosa París estaba atestada de ciudadanos: Bien parisinos o extranjeros que habían viajado desde muy lejos simplemente para visitar la ciudad en aquel hermoso día.

 Todo estaba en perfecta decoración, guirnaldas, bailarinas, malabaristas, y decenas de personas bailando, comprando en  los nuevos mercados con productos orientales o simplemente visitando la catedral de Notre Dame.

 Cada vez que lo veían pasar a su lado todo el mundo le hacía una reverencia, algunos lo miraban con respeto, otros con admiración y muchas otras con deseo. Aunque a todas aquellas de ojos atrevidos eran espantadas por la mujer que tenía agarrada permanentemente a su lado. Chloe.

 Sentía que la circulación en el brazo derecho le faltaba, no solo lo agarraba a cada segundo, sino que lo hacía con tal fuerza que ni con cien vidas inmortales podría liberarse.

  —¿Y por qué no vamos a pasear por los mercados como el resto de gente ?—Preguntó Adrien con gesto cansado, pues comenzaba a hartarse de estar sentado en medio de la plazoleta como un rey, por muy cómodos que fuesen aquellos sillones y la categoría que le daba aquella carpa real, prefería formar parte del resto.

  —¿Y mezclarnos entre toda esa muchedumbre?—Inquirió Chloe, apretando sus manos alrededor del brazo del rubio, quien abrió mucho los ojos al sentir que la circulación le fallaría—¡Jamás! Mejor esperemos aquí, en nuestro pequeño nido de amor ¿Vale?—se acercó levemente a él y le dio un pequeño beso en la mejilla.

 Adrien hizo una pequeña mueca lo que intentó sustituir prácticamente al instante por una sonrisa.

 —Ahora Adriencito querido, cuéntame sobre ti.

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  —¡Nooo Alya, no pienso volver a ponerme uno de esos en mi vida!—exclamó Marinette corriendo hacia la cama, se subió en ella e intentó así huir de Alya quien se acercaba a ella con un corpiño entre sus manos.

  —Marinette todas las mujeres llevamos puesto esto, hasta yo para trabajar—aseguró la morena.

  —Me lo pusieron una vez hace mucho tiempo, una mujer pachucha y me lo apretó tanto que por poco me muero—inquirió la azabache.

  —Eso es porque no estás acostumbrada—aseguró Alya extendiendo el corpiño—además, te prometo que no apretaré demasiado los hilos...—sus palabras se acallaron, pues un cojín le estampó en la cara.

 Alya fulminó a Marinette con la mirada y arrojó el corpiño al suelo.

  —Está bien, si no quieres ponértelo, no te lo pongas—refunfuñó Alya—eres más testaruda de lo que imaginaba.

  —No entiendo por qué me has hecho entrar a la habitación otra vez, estaba manejando la situación yo sola y en este momento podría estar en ese festival y no aquí escapando de ese estúpido corpiño.

 Alya soltó un suspiro, se llevó una mano a la frente y negó levemente con la cabeza.

  —Marinette, ibas descalza, con el vestido del revés y varios botones desabrochados por detrás ¿Cómo pretendías que te dejase salir?—Inquirió la morena.

 Las mejillas de Marinette enrojecieron al instante.

  —Es que... el vestido era igual por detrás y por delante, además ¿Para que necesito ponerme unos zapatos si el vestido los tapa? Es absurdo—se sentó de piernas cruzadas sobre la cama y refunfuñó varias cosas que Alya no logró entender muy bien.

™El Susurro De Las Olas 🌊Miraculous Ladybug🌊 #PremiosLadybugTLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora