Siempre se ha dicho que las sirenas no existen, solo son cuentos fantasiosos de niños, criaturas mitológicas que solo pueden existir en la mentalidad de un niño. Sin embargo, las leyendas no tienen por que ser una mentira, si no un mal recuerdo de u...
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Apenas sabía por donde empezar. Estaba claro que la respuesta a todas sus preguntas se encontraba entre los muros de aquel castillo, sin embargo nadie dijo que hallarla fuese sencillo.
Necesitaba más pistas. Necesitaba la ayuda de Bridgette, pero ella no había vuelto ha aparecer en sus sueños desde aquella vez que le había mostrado la escalofriante escena de su muerte.
Soltó un pequeño suspiro mientras intentaba mantener el equilibrio. Aquella mañana se había encontrado en su gran armario unos extraños zapatos que desde su estancia en tierra no había visto nunca. Eran extraños, pues en un extremo tenían una cosa pegada para elevar el talón. Le había preguntado a una empleada sobre la utilidad de aquellos insólitos accesorios a lo que ella simplemente respondió que eran hermosos y que a las mujeres de categoría estilizaban y las hacían ver más altas.
Sin embargo lo que ella nunca había imaginado es que andar con eso puesto fuese tan difícil, pues ya de por sí no podía considerarse una gran andadora, no era para nada experta, pero si llevar aquello puesto significaba mayor prepotencia estaba decidida a hacerlo.
Se mordió el labio inferior mientras miraba sus pies con concentración, varios empleados que pasaban por su lado quedaban mirándola inevitablemente y ella lo reconocía, parecía un pato mareado.
Soltó un pequeño suspiro y sintió sus mejillas arder, aquello sin duda era muy rídiculo y lo peor de todo fue cuando la joven azabache sintió su mundo desmoronarse y por un intante hubiera preferido que la tierra la tragarse entera, pues jamás hubiese pensado que Adrien Agreste se topase de bruces hacia ella.
El chico se acercaba por el pasillo contario a ella y justo cuando ambos iban a entrecruzar sus caminos sus miradas se encontraron.
Sus pies se volvieron aún más torpes y si antes parecía un pato mareado ahora parecía un pato mareado, pero borracho. Lo reconocía, andaba patoja y eso la hacía avergonzarse aún más. Adrien pasó de largo completamente, la ignoró tal y como ella le había pedido días antes, sin embargo, el chico no pudo evitar hacer una mueca y girarse hacia ella preguntándose que demonios estaba haciendo.
"¿Ha pasado de mí?"—Se preguntó la joven girándose sobre sus talones para terminar de verlo alejarse por completo.
Aquel gesto le dolió, le dolió y mucho, jamás imaginó que no compartir unas palabras con aquel chico fuese tan difícil de llevar.
Se mordió el labio inferior y parpadeó varias veces intentando retener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y justo cuando se dispuso a emprender la marcha la joven chocó con un extraño sujeto el cual cayó al suelo y por consiguiente todos los frascos y recipientes de cristal que este llevaba.
—Lo... Lo siento—Se disculpó ella—No miraba por donde iba y he tropezado...
El hombre, quien parecía ya de avanzada edad se levantó sin apenas mirarla a la cara y soltó una gran exclamación cuando vio todas sus medicinas esparcidas por todo el suelo.
