🌊Capítulo 23🌊

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Tu ternura me conmueve, pero tus besos me enloquecen.

No había podido evitarlo, aquel extraño señor de la túnica blanca había irrumpido en su mente de forma permanente.

  —Ese hombre...—Murmuró la joven llevándose una mano al mentón—estoy segura de que no está tan loco como Félix dice.

Tenía una extraño presentimiento, el médico aseguraba haberla visto, lo cual era una hecho completamente imposible pues ella jamás había salido del océano antes del accidente en los acantilados, lo que obligaba a tomar un único camino y una única suposición: Aquel hombre la había confundido con alguien.

Sabía lo que debía hacer, tenía que encontrarlo y conseguir que soltase toda la información que ella necesitaba. Pero, primero debía saber donde hallarlo.

La imagen de Adrien le vino a su mente e involuntariamente tuvo el impulso de ir a preguntarle se encontraba aquel sujeto, aunque después recordó el fuerte rechazo que ella misma había provocado.

Involuntariamente se llevó una mano al pecho al sentir un fuerte pinchazo, lo reconocía, se sentía culpable, pero de alguna forma sabía que había hecho lo correcto. Él iba a casarse, y no debía darle falsa esperanzas, ni mucho menos ideas que lo llevasen a traicionar a su pueblo y a su esposa.

  —Señorita—dijo una voz detrás de ella. Marinette se sobresaltó y se giró sobre sus talones.

  —Eh... ¿Sí? ¿Puedo ayudarla en algo?—preguntó la joven una vez había divisado frente a ella a una empleada de palacio.

  —Son flores, las envían para usted—aseguró la mujer, quien sujetaba con algo de dificultad un gran ramo de diferentes y exóticas flores.

  —¿P-Para mí?—Preguntó Marinette con la sorpresa reflejada en su rostro.

La sirvienta asintió con seriedad y le entregó el gran ramo. La azabache tuvo que echar su rostro hacia atrás pues algunas hojas y pétalos se le metían en los ojos y nariz.

  —Va...vaya... Gracias ¿Quién las envía?—Preguntó Marinette intentando mirar a la empleada a través del frondoso ramo.

  —No lo sé. Llegaron anónimas, especialmente para usted.— aseguró la mujer con el ceño fruncido, se aclaró la garganta y se frotó las manos con nerviosismo. — esto... con permiso, debo retirarme.

—¡Espere un momento! — exclamó Marinette sobresaltando levemente a la mujer, y al darse cuenta de la encogida que esta pegó, sus mejillas se tiñeron de rojo y tartamudeó levemente— ¿No sabrá... por casualidad donde se encuentra el médico de palacio?

La empleada miró a ambos lados de la estancia y pestañeó varias veces seguidas.

—No estoy muy segura señorita, pero juraría ver a los guardias llevarlo para las mazmorras. —aseguró la sirvienta.

  —¿Las mazmorras?— Inquirió Marinette frunciendo el ceño.— Es que... ¿Acaso hizo algo malo?

— De eso ya no estoy muy segura, aunque... me huelo que fue traición al Señor Félix. Pobre, después de tantos servicios a la familia real, y al final termina de esa forma, es una auténtica pena.

  Marinette asintió, algo distraída, pues en aquellos momentos ella ya estaba maniobrando un plan.

— Muchas gracias, por las flores... y por lo demás. — Dijo la joven sirena.

La empleada sonrió, hizo una leve reverencia de cabeza y se alejó a pasos firmes.

Los ojos de Marinette se quedaron perdidos en la nada, quizás hacia la empleada hasta que finalmente esta desapareció por los pasillos del palacio.

™El Susurro De Las Olas 🌊Miraculous Ladybug🌊 #PremiosLadybugTLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora