Siempre se ha dicho que las sirenas no existen, solo son cuentos fantasiosos de niños, criaturas mitológicas que solo pueden existir en la mentalidad de un niño. Sin embargo, las leyendas no tienen por que ser una mentira, si no un mal recuerdo de u...
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Estaba en mitad de un camino, completamente desierto, sin luz, sin vida y sin color. Los árboles estaban desnudos, sin hojas que cubriesen sus ramas, y la hierba sonaba cuando sus pies partían sus finos tallos al pisar.
La niebla era demasiado opaca y tenue como para permitirle mirar hacia el frente. Hizo una mueca y caminó varios pasos hacia delante, aunque a decir verdad no estaba muy seguro de si le serviría de mucho.
La silueta de una persona aproximarse a él captó su atención. Sus vestidos eran muy extravagantes y sus cabellos recogidos en un despampanate moño lo hicieron reconocer a aquella persona, a pesar de que su rostro aún no había quedado al descubierto.
Sus ojos verdes se entrecerraron para ver con mayor claridad, pero cuanto más se esforzaba por ver más oscuro y difuso se volvía su entorno. Aquella persona se iba aproximando cada vez más y conforme lo hacía ,su cabello y vestido se iban haciendo cada vez más sencillos, los cabellos que antes eran rubios ahora eran azabaches y su pomposa vestimenta ahora no era más que un vestido liso y blanco. Sus ojos ahora eran perlas cual mar azul y caminaba de forma pausada con dirección hacia el norte.
—Marinette...—susurró Adrien intentando caminar hacia ella, pero por alguna extraña razón sus pies no reaccionaban y no podía caminar.
Otras dos siluetas más justo a unos metros de él y en la posición contraria a donde iba aquella muchacha de ojos azules había otras dos personas más cargando con una gran tabla de madera decorada con flores y hermosas telas, pero en esta ocasión por la forma de sus cuerpos podía verse que eran dos hombres.
—Es hermoso que un funeral sea blanco y una boda seanegra—dijo una voz detrás de él.
Adrien se giró de golpe algo temeroso y se tomó con la imagen de una hermosa mujer de largos cabellos negros que caían sobre su espalda y bailaban cuando el viento los azotaba, sus ojos eran azules muy parecidos a los de Marinette, aunque a diferencia de los de ella estos no tenían ningún brillo no vitalidad, esta vestía también de blanco igual que la hermosa Marientte del sueño.
—No entiendo—dijo él—¿Qué pasa? ¿Quién eres?
—Yo solo soy una conocida, nos hemos visto varias veces pero tú no me reconocías simplemente porque no me veías—dijo el eco de la voz e aquella mujer .
—¿Y... Por qué está Marinette ahí? ¿Quiénes son esos tipos que la esperan?
—Marinette va hacia su funeral—aseguró aquella extraña mujer—y ellos dos la esperan para sepultarla en el mar.
—¿Qu-Qué?—preguntó Adrien.
Sus ojos verdes se posaron en Marinette justo cuando ella pasó a su lado, pero ella no se percató de su presencia y continuó caminando.
