Capítulo 2. La amiga molesta.

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Siempre había soñado con encerrarme en casa para hacer dieta, y no salir hasta que no estuviera delgada. Entonces, iría yo a la peluquería y cambiaría mi color y mi corte, me maquillaría estupendamente, me pondría uñas postizas, y el patito feo, que desapareció un día envuelta en carne de sobra, y con aspecto descuidado, volvería a hacer acto de presencia en la calle hecha una modelo. Lo que pasa, es que eso nunca me ha sido posible, porque siempre hay que estar saliendo. Ahora me alegro, porque desde luego, pasar tres o cuatro meses muerta del asco, sin ver ni la luz del sol, para después salir y que a la gente le importe un pepino lo que tú hayas adelgazado, la verdad es que no compensa.

Lo que sí es verdad, es que hay gente que parece estar especialmente diseñada para interrumpir objetivos. Ese tipo de personas que siempre te están diciendo que estás gorda, y que deberías ponerte un poquito a dieta. Esas que, bajo ningún concepto, pueden saber que estás en plan de adelgazamiento, porque, apenas oyen las tres palabras mágicas "estoy a dieta", se convierten en tu peor pesadilla.

_ ¿Otra vez? Pero si sabes que luego no eres capaz de terminarla... Anda, cómete este medio kilo de tarta, que por un día no pasa nada. 

Y tú, para darle en las narices, vas y sigues la dieta a rajatabla, a ver si de una vez por todas le haces callar la estúpida boca. Y al cabo de las dos semanas, cuando tú ya estás hasta el gorro de pescado cocido y pollo a la plancha, pero aún no se te notan los resultados...

_ Si sabes que las dietas a ti no te sirven para nada, tú eres de kilos como tu madre, y no vas a poder adelgazar

Y tú, con los ojos inyectados en sangre, por no despellejarla viva, echas más paciencia aún, y no te comes ni un helado en todo el verano, ni una puñetera pera extra al verte desfallecer, pensando únicamente en volver a encontrártela cuando hayas adelgazado, para poder hacerle un buen corte de mangas en toda la cara.

_ ¡Anda, mira, pues sí que estás algo más delgadita! Aunque yo que tú no me esforzaría, porque luego, apenas dejas de hacer régimen, vuelves a coger los kilos que perdiste, y unos cuantos más.

Sigues contando los guisantes, para no comerte ni uno de más, ni uno de menos, cuando te pone en ese odioso papel que son cien gramos. Sueñas con volver a encontrártela otra vez, al cabo de un año, y que se trague la lengua bífida esa que tiene ella, cuando vea que sigues igual de delgada que cuando te vio por última vez.

_ ¡Ay, niña! ¡Que estropeadita te has quedado! Deberías ir al médico, porque tú, que eres de carnes, llevas mucho tiempo delgada ya, y eso va a ser que tienes algo. ¡Con lo guapa que estabas tú antes,  y ahora estás que das asco!

O sea, que te pongas a dieta, que estás muy gorda, como si ella te tuviera que llevar en brazos, y luego, que das asco. Piensas que a lo mejor le gusta a ella más el término medio. Pero no, a ella lo que le gusta es joderte la vida, porque te ha estado viendo durante todo el proceso, y ninguna etapa le ha parecido bien. En todas ha hecho alguna objeción, que tu educación no ha respondido, esperando la traca final, de exhibir tu maravilloso culo nuevo ante sus ojos, y dejarla sin palabras. Pero, que no hay manera de que se calle. Y al final, tu culo no es tan maravilloso como creías que iba a ser. Es el mismo, pero a una escala algo menor. Me como el bikini, lo juro.


¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora