Capítulo 11. El cubo de la basura.

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Hay una pregunta, que me ha merodeado por la cabeza durante toda mi vida, y que todavía no entiendo. ¿Por qué, cuando una pareja se pone a dieta, el tío adelgaza y ella no? Que encima, él nunca deja de comer por decisión propia, sino alentado por las palabras, más o menos amenazantes, de su mujer. Pues al mes, ya lo tienes a él abrochándose el cinturón en el último agujero, y ella con el mismo culo.

Yo creo que eso debe ser algo fisiológico, que las mujeres tenemos que almacenar grasa para algo, que no sé lo que es, pero que debe ser muy importante. Porque es que si no, yo no entiendo este hambre tan ilógico.

Vas a la playa, y ves un grupo familiar, con su cenador, su centenar de artículos hinchables, su nevera azul, su niño chico en pelotas... en fin, lo típico. Pues justo debajo del cenador, en una esquina de la mesa plegable llena de fiambreras abiertas, siempre hay una mujer masticando. Unos se bañan, otros toman el sol, otros juegan a las palas, otros conversan retirados de la mesa, y ella permanece acoplada en la esquina, sin dejar de roer en todo el día.

Que es verdad que la playa da hambre, pero ¿tanta? Creo yo que a lo mejor es porque sabe ella que va a sobrar comida, y por no tirarla, hace el esfuerzo. Oye, que es verdad que la ensaladilla al sol no pinta nada, pero tampoco es cuestión de comerse los cinco kilos que han sobrado, para no tener después problemas. Pues por evitar un mal rato, no veas el dineral que se tienen que gastar luego en sillas, porque yo no me creo que la sillita esa minúscula donde se sienta ella, sin respaldo y con las patas de aluminio cruzadas, aguante para dos veces. Porque solo la puedes ver si pones la cabeza en el suelo, justo debajo, las patas esas son huecas, y se ven encorvadas, y luego la tela, que pega con la arena. Eso sale más caro que tirar lo que sobra, creo yo. 

A mí me ha pasado también eso, que por no desperdiciar comida, he hecho de cubo de la basura de casa. Hasta que un día me hice una foto familiar, en compañía de los que se comen solo lo que les apetece, y dejan lo demás para que me lo coma yo, y pensé: ¡seré idiota! Pues mira que delgaditos están ellos, y yo como una foca por comerme sus sobras. Ni hablar de la peluca, a partir de ese momento, se acabaron las tonterías.

Una verdadera ama de casa se alimenta a base de desperdicios. Ella coge la manzana aporreada, y se come la parte buena, dejando a los demás miembros de la familia las que están intactas. Ella se sacrifica cogiendo los cuerpos de los jureles, para dejar las colas a los demás, porque tienen menos espina, y acaba con la lengua como un cactus. Ella se espera a que el yogur esté caducado para comérselo. ¡Ella rebusca cosas a medio podrir en la nevera, para ver si hay algo que haya que comerse rápidamente! Las galletas manidas, los helados chupeteados, los culos de los salchichones, los filos del pan de molde, los pescados fritos del día anterior, tiesos como palos, los restos de bocadillos de la merienda, las aceitunas que quedan en el bol, las rosquillas rotas, las bebidas que se han quedado sin gas,...

Pues todo eso engorda también. Y claro, luego los demás lucen figuras apolíneas, y ella con forma de tonel. Porque es que luego, después de eso, si se queda alguna cola de jurel en la fuente, te abalanzas sobre ella como una loca, porque es tu oportunidad de comer pescado sin espinas, aunque sea después de haber tomado lo negro de los plátanos de postre. O sea, que al final te comes lo tuyo y lo otro. Que no, hombre.

Será por eso que los hombres adelgazan y las mujeres no. Aunque luego están también las hormonas, y el tiroides, que también tienen su parte de culpa. Y esa misteriosa enfermedad que tienen algunas personas, que dicen que les engorda el agua. Yo digo que el agua no engorda, pero bueno, ¡a saber, cada cuerpo!

Hay médicos que dicen que a cada uno le engordan unas cosas. Por ejemplo, una amiga mía fue, y le dijeron que era el tomate. Pero que dejó de comerlo y yo no la he visto más delgada. Un perral se le fue en el diagnóstico, y al final para nada. 

Yo ya llevo cinco días muerta de hambre, y todavía me pongo de perfil y no noto nada. Al final me como el bikini.

¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora