Capítulo 18. La era del plástico.

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Es muy  satisfactorio empezar a ver resultados cuando uno está a dieta. Lo malo es que, en el proceso de desinfle, se empiezan a deteriorar también un poco algunas cosillas. El mecanismo es bastante parecido a cuando se pincha un balón de Nivea. Tiene menos volumen, pero también está más flojo cada vez. Yo es que no entiendo cómo la gente puede tener, por ejemplo, los muslos, delgados y duros como palos. Que se sientan y no se le espachurran casi. Pues será genética. Y ha tenido que tocarme a mí el rollo flan, pues vaya.

Lo bueno es que, vestida, no se nota casi la flojera dérmica. Así que, bueno, el verano al fin y al cabo son dos días. Siempre intenta uno acudir a todos los medios a su alcance, y entonces es cuando te compras la crema reafirmante. Pero que no, que tú tiras del pellejo que te ha quedado debajo del brazo y puedes estirar una cuarta sin que te duela, eso no hay crema que lo recoja. Es como barrer la playa, inútil.

Y lo peor es el pecho. La turgencia que ofrecía el sobrepeso se transforma en flacidez, y lo que parecía glándula era tocineta. A ver si ahora, por estar más delgada, se me van a quedar las pechugas como dos calcetines sudados. Ese tampoco era el plan, que bastante hambre estoy pasando.

Lo único que queda es la cirugía. Pues habrá que seguir pasando hambre, y cuando ya esté mi cuerpo como a mi me gusta de talla, iré a un cirujano plástico que me recorte el sobrante. Yo no veo mal los retoques estéticos, la verdad, pero que me da un poco de miedo todo eso sí es verdad, y que da pereza el dineral que supone, también.

Pero lo cierto es que a todas las mujeres nos va la marcha quirúrgica. Nos frena únicamente la economía, porque no hay más que ver, que una mujer con dinero, es incapaz de resistirse a rellenarse como un pavo. No hay ninguna mujer rica que no se haga retoques. Así que, a mí que no me intenten colar el gol de que están arrugadas como pasas porque les gusta la naturalidad. La naturalidad de una mujer es directamente proporcional a su cuenta corriente. Lo que pasa es que está muy mal visto eso de operarse y pincharse cosas. Lo vemos mal en las demás, pero todas estamos fritas por meternos en el ajo.

Que es verdad que los cirujanos plásticos todavía tienen pocas tablas, porque hay que ver como las ponen, que parecen muñecos de esos de ventrílocuo. Pero que también es cierto que todas nos creemos que a nosotras no se nos va a quedar así. Todo el mundo se ve más guapo y más joven de lo que en realidad es. Eso es indiscutible. Que abres las redes sociales y ves fotos de gente de tu edad, y notas el deterioro en ellos, mientras que tú te ves estupendísima. Que da susto de ver las fotos de algunas, y ellas posando ahí como si fueran modelos, sacando morritos que dejan a la vista el código de barras que tienen encima del labio de arriba. Y encima, siempre hay seres queridos que les dicen guapa. Pues así no avanzamos. Que yo algunas veces temo que el sistema me identifique la imagen como virus, y tenga que formatear el ordenador por una tontada. 

A mí no me gusta mucho hacerme fotos, pero es que la sociedad me obliga. La gente está todo el día cambiando de imagen de perfil, y cuando tú te vas quedando atrás, ya empiezan a sospechar de que estás tan fea que no te atreves ni a aparecer. Así que, de vez en cuando, yo también la cambio. Lo que no hago es exhibir las faltas. Para eso está el recorte de foto. Cuando estoy delgada, me pongo de cuerpo entero, cuando estoy regular, de medio cuerpo, y cuando estoy como una foca, de hombros para arriba. Y ya está, que nadie se tiene por qué enterar de mis excesos.

Ahora hay muchos programas de retoque fotográfico, que motivan a la gente a creerse grandes fotógrafos, e incluso los hacen reforzar su autoestima creyéndose guapos con el efecto belleza. Pues que sepáis todos que borrarse la cara en las fotos no es la solución. Que sin nariz todos estamos más monos, pero que uno que se borra la nariz en una foto no es trigo limpio. ¿Qué se creen? ¿Que somos tontos? Pues yo también me borro lo que me da la gana, porque no van a estar todas monísimas con sus caras aterciopeladas, y yo ahí con toda la nariz al aire.

Y que el plástico se nota, por muy disimulada que te quieras poner. Pero la sociedad manda, y si no, atentos a los cánones de belleza. ¿Qué podemos esperar de un mundo en el que las flores de plástico solo son bonitas si parecen de verdad, y las verdaderas solo son bonitas si parecen de plástico? Así no hay manera.

¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora