Capítulo 20. Teorías ombligueras.

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Hay que ver lo rápido que salen las lorzas y lo despacio que se quitan. Este fin de semana me he saltado la dieta y otra vez no me cierra ninguna cremallera. Es que no puede ser. Pues nada, tendré que volver a no comer otra vez durante toda la semana para poder vestirme. Menos mal que están los leggins, que, aunque un poco ordinarios, te sacan del apuro la mar de bien. Y es que yo, cuando tengo más talla de la cuenta, me compro solo ropa que me pueda valer cuando adelgace.

La verdad es que es una verdadera molestia esto del sobrepeso. Y mira que han salido ya cantantes y actrices gordas, pero que no se vuelven a llevar las mollas otra vez. Con lo tranquilitas que vivían nuestras abuelas, sin problemas de peso. Aunque, si nos paramos a pensar, todas las mujeres dicen que de jóvenes eran delgadas. Es más, le preguntes a quien le preguntes, siempre te dicen que ellas, cuando se casaron, pesaban cuarenta y cinco kilos. 

Es que no falla. Lo raro es que luego ves la foto de la boda, que la tienen muchas en el salón de casa, y ves que algo no cuadra. El típico retrato de los novios, puestos ligeramente de lado, con la novia sujetando el ramo y su flamante marido abrazándola por la cintura, bien parece indicar en casi todos los casos que los cuarenta y cinco kilos de antes no deberían ser como los de ahora. Eso, o que el muchacho es bracicorto. Porque si no, no se explica que a una mujer menuda no se la pueda rodear con todo el largo de los brazos, que se les quedaban a todos las puntitas de los dedos a medio camino. 

También es verdad que la mayoría iban embarazadas, pero entonces que no digan que pesaban eso, porque, ya sea barriga lorcera o huevo kinder, lo cierto es que ahí había centímetros. Lo bueno de eso es que yo, cuando sea ya mayor, podré decir también que era delgada de joven. Pero yo lo voy a hacer bien, a mí no me pillan con las roscas, yo destruyo todas las fotos y a volar. Que para tomar por tonta a la gente, ya están los de los anuncios con el photoshop.

Antes, para ser modelo, tenías que tener unas medidas determinadas, ser guapa, lucir una piel perfecta, un pelo brillante y todo en su sitio. Y, por supuesto, ser joven. Ahora cogen a una mujer cualquiera, la que sea, le hacen una foto recién levantada, y luego se lían a hacerle retoques, y la dejan que no la conoce ni su padre. Menos mal que ya nos hemos dado cuenta, y no sufrimos por intentar ser como las de las revistas. Total, en caso de apuro, me borro la nariz, recorto la foto y salgo del paso.

Pero que no cuela eso de los cuerpos perfectos, que luego ves a las mismas de los anuncios en fotos que les hacen en la playa, y tienen arrugas en las arrugas, después de haberse operado cien mil veces. Y donde más se nota la edad, sin duda, es en el ombligo.

El ombligo expresa, sin equivocación ninguna, la edad de una persona. Las emociones propias de la edad están reflejadas en ese agujerito al que nadie nunca hace caso. Un adolescente tiene el ombligo completamente redondo, que es la expresión de sorpresa ante la vida, porque esa persona está empezando a descubrir el mundo. La madurez relaja los tejidos y las emociones, convirtiendo el agujero en raya horizontal, como símbolo de la seriedad y el aplomo que dan los años. Y cuando la persona ya es mayor, la línea se curva hacia abajo, en señal de protesta y desaprobación a todas las cosas que le rodean, y a su propia existencia senil.

Y eso me lo he inventado yo, pero es totalmente cierto y comprobable. Si alguien no se lo cree, que vaya a la playa y se dedique a observar ombligos. Eso no se lo opera nadie, ahí es donde se descubre el pastel. Que en las películas también me he dado cuenta, porque los hombres, a poco que tengan un poco de músculo, aprovechan para quitarse la camisa a la primera de cambio, para lucirse, y los de más de cuarenta ya no tienen agujero. Una vergüenza.

Pero bueno, tampoco nos vamos a amargar por eso. Cada uno es libre de enseñar su ombligo. Yo estoy por hacerme un piercing de esos que te meten una bola, y así nunca, nunca, nadie podrá decir que tengo una raya ahí. Aunque eso lo dejaré para más adelante, porque ahora mismo, tengo tal profundidad en el ombligo, que podría rellenar un pantano con el agua que me cabe dentro cuando me baño. Es que cuando hay lorza alrededor, nada más que para el ombligo necesitas medio termo de agua caliente. 

A ver si adelgazo ya, que está el invierno al llegar y no me va a cerrar el plumón, lo veo. 

¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora