Capítulo 16.¡Olé la feria!

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Yo, cuando hago dieta, la hago a muerte. Si me pilla fiesta por medio, procuro zafarme, por no escuchar a la gente, pero me fastidia mucho tener que parar en medio del proceso. Y de esta manera, puedo decir que he estado a dieta prácticamente en todas las ocasiones en las que todo el mundo la deja. 

Lo mejor son las vacaciones. Tú dices: "si en verano solo apetecen cosas fresquitas, no va a ser un esfuerzo comer a base de ensaladas, pescados a la plancha, verduras y zumos". Pues no puede ser. Porque hay que ver la manera de comer que tiene todo el mundo. Nada más llegar a la playa, sacan la bolsa de patatas fritas con la cerveza, luego la tortilla de patatas, los filetes empanados y los pimientos fritos. Después que si un helado, luego que si vamos a jugar a las cartas mientras comemos frutos secos, más tarde que si un bollo. Y luego ya enganchan con la cerveza otra vez y vuelta a empezar.

Pues cuesta mucho trabajo decir que no a todo, la verdad. Pero bueno, eso por lo menos es negarse voluntariamente a comer cosas que no entran en la dieta. El problema gordo, pero gordo, gordo, es la feria.

Dos semanas antes sacas el vestido de gitana para que se oree. Te lo pruebas, sabiendo que no vas a caber ni de coña. Le dices a tu hermana que apriete bien a ver si cierra la cremallera. Tu hermana no te quiere hundir, pero tú le preguntas: "¿Tan difícil está la cosa?¿Me falta mucho para que me cierre?". Te das la vuelta y ves su cara desencajada, por no querer decirte la verdad. Vas al espejo y ves que te falta más de una cuarta de tela en la espalda. Sudas.

Y entonces dices:"Bueno, yo lo voy a colgar ahí para que se vaya estirando, que todavía faltan dos semanas, y puedo adelgazar". Entonces, te propones un plan de choque, en el que, lavarse los dientes dos veces al día, ya es mucha comida. Haces la dieta estrictamente hasta el día D, y la noche antes te lo pruebas. Todavía no cierra. Piensas en cualquier solución para poder vestirte. Imaginas que a lo mejor un imperdible puede solucionarlo, pero al intentar colocar el más gordo que tienes, se te hace un churro de tanto apretar. Piensas en coser una cuerda de lado a lado y atar bien con un lazo, pero entonces quedaría la espalda entera al descubierto. Y no solo la espalda, porque los vestidos esos es que llegan hasta más abajo de donde empieza la raja del culo, y no es plan.

Te lo quitas, enfadada y jurando por tus antepasados que el año que viene te quedará grande. Y al día siguiente vas a la feria con todas tus amistades, dispuesta a pasar un día estupendo, y fresquito, porque por lo menos no vas a tener que llevar encima todos esos volantes.

Pero claro, la dieta no la dejas, porque el año que viene está ahí ya mismo. Además, que ya llevas dos semanas haciéndola, y ya no te cuesta tanto trabajo. Pues llegas allí con tu botella de agua de litro y medio. Los demás empiezan a pedir vino dulce y platos de jamón. Al principio, te importa poco lo que ellos coman y beban. Pero resulta que llegan las cuatro y media de la tarde, y tú todavía no has probado bocado desde el café con leche desnatada y sacarina de las ocho de la mañana.

Y entonces te acercas sigilosa a tu amiga más íntima y le dices: "Vamos a ir a comer algo, no? Ella te dice muy sonriente: "Ahora después, yo todavía no tengo hambre".

Claro, cómo va a tener hambre ella, si la has visto tú meterse de tres en tres las lonchas de jamón, y de chorizo, y de queso, y los trozos de tortilla, con bastante pan. Ahora resulta que hacer la dieta no ha sido tan buena idea, porque bien podías haberte comido un poco de jamón, y haberle quitado lo blanco. Pero no, tú has estado a agua limpia más de ocho horas, y ahora nadie tiene hambre. Y como te pongas burra, te dicen que nada más que piensas en comer. 

Decides esperar un poco más, te sientas en un tranco a ver pasar tu vida en diapositivas, mientras los demás se divierten, con la energía que han adquirido gracias a los tacos de tortilla que han estado tragando todo el día. Y todavía quedan más de dos horas para que cierren ya los puñeteros bares y digan todos de irse. Pues ya se te pone la cara larga, y entonces se te empiezan a acercar, de uno en uno.

_ ¿Qué te pasa, chiquita?

_ Nada_ Respondes, con una cara de mala leche que tiras para atrás.

_ ¿Quieres que vaya contigo y compramos un campero?

_ No_ Dices sin mirarla a la cara.

_ Pues vaya plan que tienes_ Se empieza a mosquear, encima.

_ Claro, como tú ya has comido, guapa

_ Hija, pero si es que tú también podías haber comido, que el jamón no engorda. Mira, mientras tú no comas grasa, no pasa nada. El jamón lo puedes comer.

Y después de la clase de nutrición ferial que te acaba de dar la borracha asquerosa esa, piensas que jamás en tu miserable vida volverás a ir a ninguna parte donde tengas que depender de otros para poder comer. 

El año que viene me visto de gitana con un vestido de la talla treinta y seis. Lo juro.

¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora