Capítulo 24. Belleza interior.

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Hay dos clases de personas: las que dicen que el físico es lo más importante, y las que no lo dicen. La verdad es que la sociedad está hecha de tal manera que, como seas feo, vas de culo. Y claro, el feo reivindica su derecho a ser partícipe de las cosas, pero es que no hay manera.

Aunque, la realidad, es que no suelen ser los feos, ni los gordos, ni los marginados físicos por una u otra razón, los que reclaman la atención a la belleza interior. Esos que tanto se empeñan en defenderlos, suelen ser personas, del género femenino en su mayoría, feas también, pero que creen que son preciosas, y entonces tienen que romper lanza a favor de las pobres criaturitas a las que nadie quiere. Yo pienso que eso sí que es marginar. Es difícil explicarlo, pero más o menos, es como que se suben un peldaño por encima de los otros, y desde su postura de aceptado por la sociedad, los defienden. 

Pues yo digo que deberíamos de mirarnos un poquito más todos al espejo, porque yo, desde mi punto de vista, veo que de cada mil personas hay una que es guapa de verdad, y los demás somos todo morralla, así que vamos a dejar de hacer el tonto, que luego vas a la playa, y sin ropa y sin maquillaje no valemos un duro ninguno. No he visto yo tanto culto al cuerpo como dicen en la tele, cuando voy a la playa. Ahí hay más tocino que en un matadero. Músculo, ensalada y arroz cocido, poquito. 

La cuestión está en saber sacarse partido. Lo que no puede ser es pesar cien kilos y echarse las lorzas al aire. Un poco de decoro, y todo va sobre ruedas. Yo veo la puesta en escena que tiene alguna gente, y no me extraña que la gente los vea extraños.

Si desde que nacemos, ya nos están inculcando que la belleza es lo más importante de todo. Si una conocida tiene un niño, y tu vas por la calle y te lo encuentras, apenas echas un ojo al carrito, lo primero que dices es: "¡Ay, qué cosa más bonita de niño!". Pero es que hay algunos, que realmente te ponen difícil decir que son guapos, así que optas por decir: "¡Madre mía, que hermoso está". Y si el niño no está hermoso, sino que parece una lagartija pegada en la sábana, pues entonces tendrás que recurrir a decir: "¡Qué barbaridad, qué largo es! Está delgadito, pero es muy largo, mira qué tercios". Y bueno, ya si se estrecha tanto el círculo, que resulta que el niño no tiene ninguna de esas cosas, que todo el mundo considera como cualidades indispensables, pues ya tienes que ir mirando a ver si echa una sonrisita, para decir: "¡Mira, qué simpático y qué gracioso!".

Yo qué sé. Ya casi prefiero, cuando veo a una madre con un carrito, cruzar de acera y hacerme la sueca, para evitar malos tragos. O le digo que es guapo, y ya está, si de todas maneras ella lo verá precioso. 

El caso es que en esta vida solo importa lo que a la gente le dé la gana. Pues yo digo que los que son guapos de verdad, no se preocupan en absoluto de defender la belleza interior. Porque la belleza interior, no va reñida con la de fuera. Uno puede ser guapo por dentro y por fuera, o puede ser feo por todas partes también. Pues nos empeñamos en que los gordos tienen que ser simpáticos, y tampoco es tanto así. Porque, que yo sepa, por el hecho de que te sobren unos kilos, no tienes que convertirte obligatoriamente en el bufón de nadie. Yo, por lo menos, me pongo de un levante subido cuando estoy gorda, que si fuera por mí, iría por la calle con un cable pelado para arrimárselo a todo el mundo bajo la lluvia. De simpática, nada.

Lo que sí es verdad, es que la gente, cuando considera que es guapa, y delgada, y con un cuerpo bonito, ya se creen que lo tienen todo hecho. Se vienen arriba, y no estudian. Y es que no se esfuerzan ni por aprender a cocinar, ni por hacer amigos, ni por tener aficiones, ni por nada. Y claro, mientras las tetas y el culo están en su sitio, todo es diversión, pero apenas la ley de la gravedad empieza a funcionar, crudito lo llevan. Los tíos no invitan a cenar a una que tenga las tetas como dos pimientos fritos, así que, tuvieron que inventar los fideos chinos, para el pico de población que no aprendió a cocinar porque eran guapos, y creían que iban a serlo siempre. 

Luego está lo del tamaño, que dicen que no importa. Pues sí importa. Yo soy metro y medio escaso, y no veas la cantidad de imbéciles que tengo que soportar al cabo del día. Que se ponen a mi lado, que se miden conmigo, a ver lo altos que son. Que a lo mejor son cinco centímetros lo que me sacan, pero hay que ver lo pesaditos que se ponen. Que si qué chiquitita eres, que si no sé qué, no sé cuanto. Yo ni contesto, los dejo que disfruten de su momento de gloria, de sentirse superiores a mí, aunque solo puedan serlo en esos centímetros, y mientras soporto su estupidez, pienso en lo bien que les hubiera sentado leerse un libro alguna vez. 

Yo creo que no hay que ponerse tantos moños, y darle importancia a lo que de verdad la tiene. Si no quieres cenar fideos chinos todas las puñeteras noches, a partir de los cuarenta, vete poniendo las pilas ya de una vez, y no te mires tanto al espejo, que tan guapo no eres. 


¡Cómete el bikini!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora