El mejor día de nuestras vidas

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Empecé a ponerme nerviosa. No sabía si era cosa del vestido, que me proporcionaba demasiado calor, o si tenía miedo de salir delante de centenares de personas.

Llevaba la cara maquillada hasta el punto de volverme una persona completamente perfecta, el pelo estaba recogido en un moño rebelde, pero al mismo tiempo elegante, dejando caer un ligero mechón delante de mi mejilla izquierda. Los ojos tenían una suave línea negra y una sombra blanca con pequeños toques de purpurina plateada. Por último, mis labios, estaban pintandos con, simplemente, un brillo de labios que le daban uniformidad. El vestido era blanco, con piedras plateadas por todas partes y una cola larguísima. El velo aún no lo tenía puesto, descansaba en una mesita al lado mía. La puerta de la habitación se abrió y suspire. Era la hora.

- ¿Amor? - dijo una voz que no esperaba.

- Cielo, da mala suerte que veas a la novia antes de la boda - reí.

- Técnicamente no te estoy viendo - me giré y vi que tenía una mano delante de los ojos.

- Idiota - reí de nuevo -. ¿Que querías?

- Darte un beso - dijo antes de dármelo -. Nos vemos en el altar.

Le di otro beso como respuesta y se marchó. Después de cinco minutos mirándome al espejo, tocaron la puerta y suspiré al escuchar a mi padre desde otro lado. Me retoqué el pelo sin ninguna necesidad y cogí el velo. Me lo coloqué con la diadema y lo eché hacia atrás para salir con mi padre.

Al abrir la puerta me lo encontré vestido con un traje negro y un ramo de rosas blancas en la mano. Se quedó anonadado al verme.

- Cariño, estás preciosa - dijo emocionado -. Me alegro de poder estar para acompañarte al altar.

- Basta papá, no querrás que se me corra el maquillaje - le sonreí.

El negó con la cabeza, me entregó el ramo y empezamos a andar. Después de recorrer un extenso pasillo, llegamos a unas puertas enormes que estaban cerradas. Estuvimos esperando un poco hasta que escuchamos la música del órgano de la iglesia. Me coloqué el velo delante del rostro, agarré fuerte el brazo de mi padre y empecé a andar una vez las puertas se abrieron. Todo el mundo se levantó de sus asientos y posó su mirada en mí, pero solo me importaba la de Matt, quien se llevó una mano a los ojos de la emoción, sin creerse que estuviera a punto de casarme con él.

Mi madre siempre me dijo que el momento de caminar hacia el altar era el más importante, nunca entendí porqué, hasta ese momento. Tenía a Matt a unos metros, y mientras me acercaba, visualizaba todo lo que habíamos vivido. Lo bueno y lo malo, y reccioné a todo eso con una enorme sonrisa. Era la confirmación de que era él, era la persona que debía acompañarme en mi vida. Le quería por encima de todo y de todos. Le quería conmigo.

Cuando llegué cerca del altar, mi padre colocó el velo hacia atrás mientras Matt se acercaba y él luego cogió mi mano con delicadeza después de que mi padre me entregara y me besara las mejillas. Miré a Matt nerviosa, y él acarició mi rostro mientras me miraba con su cara de enamorado perdido. El sacerdote se aclaró la garganta y dirigimos nuestras miradas hacia él. Empezó la ceremonia como todas las bodas, hablando sobre Dios y, aunque no creía demasiado en esas cosas, lo respetaba y encontraba muy bonito. Luego, nos formuló la gran pregunta.

-  Matthew , ¿quieres recibir a Alice, como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida, y hasta que la muerte os separe?

- Sí, quiero - respondió mientras cogía mi mano derecha.

- Y tu, Alice, ¿quieres recibir a Matthew, como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida, y hasta que la muerte os separe? 

- Sí quiero - le apreté la mano.

Matt sacó dos anillos del bolsillo y me entregó uno. A continuación, respiró hondo, cogió el anillo que él tenía y lo acerco a mi dedo anular. Me miró a los ojos nervioso.

- Alice, recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti - dijo a punto de empezar a tartamudear.

- Matt, recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti - le imité.

- Así bien - prosiguió el sacerdote -, por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer - posó su mirada en Matt -. Puedes besar a la novia.

Matt rompió la pequeña distancia que nos separaba, me agarró de las mejillas y posó delicadamente sus labios sobre los míos, fundiéndonos en un beso eterno. Cuando nos separamos, miramos hacia nuestros espectadores y ambos nos sonrojamos. Matt me cogió de la mano y la apretó un poco mientras me miraba. Yo agarré mi vestido y empezamos a correr. A medida que nos acercábamos a la puerta de salida de la iglesia, pequeños copos blancos volaron de aquí para allá. Reí ligeramente. Arroz.

Después de la boda, nos dirigimos a un restaurante que habíamos reservado para el banquete. Era un sitio enorme, pero no me extrañaba ya que eramos muchísima gente. La comida estaba muy buena, a decir verdad, incluso la enorme tarta que Matt y yo tuvimos que cortar con el mismo cuchillo al mismo tiempo. Me resultó adorable que me pusiera nata en la nariz de mientras.

Mientras hablaba con unos cuantos invitados, empezó a sonar música e instintivamente dirigí mi mirada a Matt. Le tenía más cerca de lo que pensaba, y estiraba un brazo hacia mí, para que bailara con él. Le sonreí y acepté, al fin y al cabo, los novios son los que inauguran el baile. Matt sonrió también y me cogió delicadamente de la espalda y de mi mano. Me miraba fijamente y yo a él, mientras movíamos nuestros cuerpos de un lado a otro al son de la música. Me besó y escondí mi rostro en su pecho sin parar de bailar. Él solo apoyó su barbilla en mi cabeza. Me puse a pensar de mientras en que éramos más que pareja en ese momento, Matt era mi marido. Sonreí abiertamente y le volví a encarar.

- Te amo - le dije con mi mirada fijada en sus labios.

- Te amo - me respondió y me beso, volviendo a sellar la promesa que nos habíamos hecho mutuamente.

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¡Hola! Espero de corazón que os haya gustado el capítulo. Ya llegamos al final final, ese que muchos no queréis admitir. (Vale, no, es broma).

Nos leemos en el siguiente capítulo, os adoro, de verdad. ¡Un abrazo gigaaaante!

Sorpresas en Virgina (Matthew Gray Gubler fanfiction) [Wattys 2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora