VI

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Leo siempre tenía un consejo si lo necesitaba, por ello era su mejor amigo incluso si jamás había utilizado tal término para referirse a él. Se conocían desde niños, testigo imperdible de la difícil vida de Otabek y hambriento de aventura... Leo dejó todo atrás uniéndose a la naciente tripulación.

—¿Está bien?

Otabek pretendía lucir desinteresado pero la sonrisa socarrona del otro hizo notar que no lo había conseguido. Estaba preocupado por Yuri de verdad.

—Sobrevivirá, estaba asustado cuando el barco cambió su curso y algunas cosas cayeron pero ahora está mejor.

Leo no habló más y siguió su camino, tenía que dormir un poco antes de ocuparse en el agotador trabajo diario. Otabek era muy estricto respecto al mantenimiento y limpieza del Vanya. Ser su amigo más cercano no lo liberaba de madrugar.

Levantó el puño dispuesto a tocar pero descartó la idea inmediatamente. No tenía sentido anunciarse en su propio camarote.

Yuri estaba sobre la cama abrazándose las rodillas, sus grandes ojos parecían estar apagados. Al mirar en dirección a él, por primera vez, con la expresión más fría que recordaba haber visto en un ser humano instalada en el rostro de Yuri, el capitán sintió culpa.

Cerró la puerta tras de sí con precaución y caminó hasta el escritorio recogiendo un par de instrumentos que yacían sobre el suelo.

—Voy a dejarte ir en unas semanas, mis familiares en Argela te conocen a ti y conocieron a tus padres. Tienes la palabra de un hombre como garantía, estarás bien.

Pero no fue suficiente para hacerlo reaccionar, el muchacho estaba sumido en sus propios pensamientos. Atrapado en los recuerdos que nunca lo iban a abandonar, la sangre, los gritos, el miedo.

Y Otabek no le hacía las cosas más fáciles. Él mismo conocía el sentimiento de perderlo todo, quedarse sin esperanza y repleto de miedos que lo atormentaban hasta la actualidad. ¿Por qué no intentaba ser amable?

Aquel niño se iría de su vida pronto, si su abuelo lo tomaba bajo su custodia existía la posibilidad de toparse con él las dos veces al año que habitualmente visitaba al anciano y nada más. No era una obligación dirigirse la palabra.

—¿Qué fue todo eso?

Yuri preguntó en voz baja, inseguro.

—Sólo un hombre obsesionado con llevarle mi cabeza a la Reina.

Cómo si esa respuesta fuese totalmente suficiente o temiera indagar en los detalles, Yuri retomó el incómodo silencio.

A ojos de Otabek el pequeño rubio era tan igual a un animalito asustado bajo la lluvia. No hacía daño darle un mejor trato, eso no mataría la firme reputación de criminal a sangre fría que cargaba.

Conocidas eran las historias de aquellos piratas de antaño que protegían los puertos más débiles y daban un poco de sus robos a quienes no lograban pagarse una comida caliente. Hasta existía la leyenda de un pirata bondadoso que fundó un hospital en una ciudad olvidada.

Sin embargo, como hijo del "Demonio de mar" la paz y amabilidad no iban con él. Su padre fue un pirata de los mares orientales, dueño de un barco poderoso pero ligero capaz de navegar todas las aguas y una tripulación de ochenta hombres, famoso y mundialmente perseguido por su crueldad. No dejaba sobrevivientes en sus saqueos y solía disparar los cañones contra pescadores desarmados en su retorcida justificación de diversión. Otabek fue víctima de azotes y un intento de asesinato por parte de su propio padre.

De no ser por su comprensivo abuelo y Celestino, mano derecha de aquel monstruo que lo engendró, Otabek estaría muerto desde la inocente edad de seis años.

Bon voyage!  «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora