Los gritos, esos malditos gritos. Podía escucharlos aún, reiteradamente, una y otra vez. Desconocía si eran suyos, de sus desesperados padres o del resto de la gente de la aldea. En algún momento todos sonaban igual. Las imágenes se hacían lejanas, dispersas, pero los gritos continuaban.
Despertó angustiado alcanzando a ahogar un grito inesperado, la misma sensación de los primeros días en el barco le aceleró dolorosamente el latido del corazón. Como si la tristeza, miedo e inquietud regresaran para perseguirlo, sentimientos que creyó superados tan pronto pudo hacer algo más que llorar. Pero no debía estar asustado, Otabek no iba a dañarlo y pronto regresaría a Argela, lugar al que tarde o temprano podría llamar "hogar" libremente.
Eso esperaba. Las cosas seguían siendo confusas y peligrosas para él. Yuri era muy joven, un sencillo aldeano que desconocía la manera en la que el mundo real funcionaba.
—¿Estás bien?— Fredori habló, despierto desde un rato antes— Suena a pesadillas.
—Sí, creí que no volverían— respondió sin guardarse nada, aquel muchacho le inspiraba confianza. Una única vela puesta encima de un pequeño mueble limitaba la visión— ¿Qué pasa?
—Es de noche, dormiste todo el día. Hace buen clima y llegaremos en unas horas— la tela marrón del coy se mecía fuertemente cuando ambos bajaron de su respectivo lugar— El capitán ordenó alistarse para atacar.
—¿Atacar?— el camarote que Fredori y Leo compartían era diminuto en comparación al de Otabek, el limitado espacio hizo imposible que los dos no terminaran frente a frente al llegar a la puerta— ¿A dónde vamos exactamente?
Siguiendo con ojos penetrantes los pasos del otro Yuri se puso impaciente por la falta de respuesta. La noche era más y más fría, bajocubierta no escapaba de los vientos helados olor a sal. Fredori le recomendó preguntar directamente a Otabek y sin detenerse subió por las escaleras.
Entró a la cocina ya ordenada después de la cena, el capitán exigía que la limpieza fuese una de las prioridades. No estaba muy bien, durante unos momentos se sintió totalmente desplazado, mareado, con ganas de correr y escapar. «No tengo miedo, todo está bien» repitió para sí mismo, sabía que si lo pensaba con todas sus fuerzas entonces lo creería de verdad y el temor se marcharia. No entendía como el valor se le estaba escapando. No le gustaba regresar al principio.
Encontró un recipiente con agua limpia donde lavarse la cara, la única barra de jabón no le generaba seguridad así que debió conformarse con el vital líquido, frío y puro. Arregló su cabello torpemente usando los dedos y lo ató en una cola de caballo con uno de los muchos trozos largos y delgados de tela guardados en el cajón más grande. Las paredes de madera crujian y esa lámpara de aceite que nunca se apagaba continuaba parpadeando al compás del movimiento del barco.
Un momento de lacerante reflexión fue suficiente para descubrir la probable razón detrás de la repentina pesadumbre: un mal presentimiento.
Tomó la manzana más roja, grande y atractiva del montón y así llevarse algo al estómago. Llegó un momento en que el jovencito se había agotado de pensar y tararear las canciones infantiles que su padre nunca dejó de cantarle antes de acostarse ni cuando el propio Yuri se lo exigió al volverse un niño grande, no un bebé. Nunca más.
Aunque durmió todo el día no estaba cómodo, el cuerpo pesaba y sus párpados hacían el intento de cerrarse cada vez que Yuri se detenía a masticar, sentado en la vieja silla. Realmente le molestaba la emoción extraña en los ojos negros y tranquilos de Otabek mientras hablaban. El rubio tuvo la brillante idea de tomar la iniciativa para besarlo con tal de mantenerlo feliz, confiado, dispuesto a hablar. En un último instante cambió de plan junto a la actitud cooperativa del mayor.
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Bon voyage! «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»
ФанфикDurante los años de auge de la piratería, Azarath el gran océano, es el bastión de poder de aquellos piratas que han logrado consagrarse. Ni las leyes estrictas que castigan con la muerte, ni las disputas con otros delincuentes merman las ansías de...