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El tiempo pareció detenerse, temblando un poco se llevó la mano derecha a los labios tocándolos con lentitud.

Se sentían fríos y vacíos, como si necesitaran de algo más para ser cálidos otra vez. Le disgustó ese pensamiento momentáneo.

Otabek había tomado su primer beso y él no se opuso. Quería tanto regresar a los minutos previos y reaccionar, alejarlo o gritar.

Un beso fugaz, superficial pero usurpado vilmente sin consideración a los sentimientos de Yuri, Otabek había encontrado una mejor forma de herirlo.

Se limpió el rostro con el antebrazo, estaba tan enojado que comenzó a llorar sin controlarse. Más allá de las cosquillas raras en el estómago solo conseguía sentirse molesto, humillado.

El hombre cruel que odiaba acababa de besarlo.

Cerró la puerta con un portazo y caminó sin prisa, para su suerte Otabek ya debía estar en el puente, no tendrían un incómodo encuentro en el pasillo o escaleras arriba.

Iba a concentrarse en cuidar al bebé e ignoraría a Otabek el resto del viaje.

Mejor aún, cuando llegaran a Tamir bajaría del barco para comprar ropa y comida, buscaría un hospital o cualquier sitio seguro donde aceptaran cuidar del niño, pero a diferencia de lo acordado no volvería a embarcarse. Iba a escapar, Argela podía irse al demonio.

El bebé dormía plácidamente ajeno a todo, Yuri subió a la cama con movimientos suaves para no hacer ruido y buscó un poco del calor que emanaba aquel frágil cuerpecito. Lo abrazó contra su pecho esperando que eso no lo despertara, si no fuese un huérfano de quince años la idea de quedárselo sería una posibilidad real.

Convertirse en padre no le emocionaba pero tampoco lo hacía el hecho de quedarse solo. Respiró hondo para tranquilizarse y trató de dormir, el cansancio acumulado no ayudaba a pensar despejadamente.

Lo último que su mente le mostró antes de caer rendido fue el rostro de Otabek. Lo maldijo y así mismo de paso.

Dormir bien y descansar adecuadamente era algo que casi no recordaba, pero por primera vez en mucho tiempo no fue testigo de la masacre de su aldea en sueños.

Solamente imágenes tenues de sus días en el Vanya como recordatorio de la vida actual y lo que necesitaba hacer para salir adelante.

Luego oscuridad y tras algo que pareció un breve minuto, despertó a la mañana siguiente.

Estiró los brazos y dio un gran bostezo, ya no le importaba mucho descubrir que había sobrevivido la noche.

Se giró incapaz de levantarse, debía ser temprano o alguien ya hubiera tocado a la puerta para obligarlo a incorporarse por órdenes de Otabek. Rememorar el beso seguía causándole repulsión, no obstante supuso que lo ideal era olvidarlo y fingir que no sucedió.

Otabek bien podría ser el tipo de hombre que besa a quien quiere, sale con muchas personas y se acuesta con todas ellas. No significaba nada para él y Yuri lo replicaría haciéndose el tonto.

De pronto notó que nadie lo acompañaba en la cama, cual resorte saltó con un único movimiento. Buscó sobre y bajo la cama, detrás del sofá y en el baño con una desesperación impropia, el bebé no estaba.

Abandonó el camarote con firmes zancadas, gritándole al bebé para que regresara. La lógica lo abandonó en ese momento ante la posibilidad de que estuviera en peligro o algo peor.

Todos en su camino lo miraron sin comprender, el corazón latiendo desbocado dolía. No iba a perdonarse jamás.

Bajó hasta la cocina al terminar de recorrer toda la cubierta ahogando quejidos por culpa del pánico. Supuestamente iba a cuidarlo y no perderlo de vista, ¿por qué estaba sucediendo todo ese embrollo?

Bon voyage!  «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora