XXII

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—Estás muy callado, cariño— dijo con voz de seda, Otabek sonrío débilmente como respuesta. Finalmente estaban solos— La próxima vez no habrá tregua ni amabilidad, eres descuidado.

Lo sabía. Tomó entre el dedo índice y anular uno de los rizos azabache para acariciarlo, curioso de su suavidad y el olor a flores, igual a cuando la conoció.

Tipereth ataba las cintas de sus botas, muchas de ellas. Otabek se negó reiteradamente pero no lo dejó ocuparse por sí mismo. La mujer estaba agachada en el sucio suelo de la celda, ocupándose de colocarle el elaborado calzado de cuero y hebillas de metal. A pesar de trabajar en el "equipo contrario" portando orgullosa el estricto uniforme, su amor por Otabek permanecía intacto.

Con ayuda de tres hombres enviados por Víctor pudo asearse y vestirse, un traje nuevo en reposición del anterior ahora olvidado en el cesto de basura. De hecho, permanecía sentado sobre la cama aún adolorido y sin prisa en levantarse.

—Es de mala suerte llevar chicas a bordo, no te dejé seguirme entonces y fuiste tras de Víctor. ¿Es satisfactorio ofrecer tus servicios a alguien como él?— usó un tono serio e inquisitivo aunque no le molestaba lo que hiciera de su vida.

Cuando terminó, la mujer se puso en pie. Los dos se miraron. Tiempo atrás el complicado camino de Otabek se cruzó con el suyo, se conocieron cerca de un puerto y en el transcurso de los ocho días siguientes estuvieron juntos como amigos de verano. Para Tipereth la corta temporada de Otabek en esa ciudad concluyó en un profundo enamoramiento. Al siguiente año una casualidad los llevó a reencontrarse en la capital donde ella estudiaba para convertirse en enfermera. Sin embargo, Otabek le dejó claro su nulo interés.

—Tenemos mayores libertades aquí, Víctor no es un Guardia ni un soldado después de todo. Es satisfactorio, sí— sí, dijo risueña— Los piratas y pescadores son los únicos que creen esas falacias. Por ejemplo, fue una suerte que yo estuviera en el barco y así salvarte la vida.

—Una suerte— afirmó Otabek inclinando la cabeza para ocultar una nueva sonrisa— ¿Yuri está bien?

Agitó las largas pestañas en rápidos parpadeos, cuadró los delgados hombros y se sentó muy erguida en la única silla luego de arrastrarla y posicionarla frente a Otabek.

—Nunca estuvo bajo arresto, cuando te dispararon él se aferró a ti y se mantuvo así los días siguientes. Le ofrecimos un sitio donde dormir pero prefirió quedarse vigilando tu convalecencia. Le enseñé a administrar la medicina y cosas por el estilo— mencionó de forma cuidadosa, analizando la reacción de Otabek. Y es que Yuri le pareció interesante desde el primer minuto—  Te quiere una enormidad, ¿no es así?

Debía sentirse enojado. Yuri tuvo la libertad de irse, regresar a casa con el abuelo y sus niños. En cambio eligió permanecer a su lado, preocupándose. Iba a reprenderlo, no importaba si el rubio no confiaba en él o lanzaba quejas. Aún así, una calidez se instaló en su pecho. Una alegría casi absurda.

—Tu barco ya debe estar por llegar, Víctor pidió favores a los oficiales apostados permanentemente en la costa y garantizar darles libre acceso... —suspiró, agotada— Nadie te ha visto, continúas impune sin que se conozca tu ubicación exacta. Aprovecha.

—¿Puedo ver a Yuri?— Tipereth juntó las palmas de las manos y Otabek bajó la mirada una vez más— Supongo lo han enviado a merodear la cubierta mientras, te advierto que se marea fácilmente.

—No, está con Víctor en su camarote bajo llave hace horas— la felina sonrisa de la muchacha se ensanchó.

Conocía lo suficiente al mencionado, no podía estar haciendo cosas buenas como contarle historias repugnantes o fumando frente a su rostro. Pero antes de hilar esos pensamientos ella tocó su hombro.

Bon voyage!  «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora