VII

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Su padre estaba muerto frente a sus ojos en medio de una plaza pública de la Capital, lo habían condenado a la horca tan solo un día antes. Todos los congregados celebraban la captura y muerte del demonio, secretamente Otabek se sintió igual.

Odiaba a su padre, odiaba a su madre y odiaba que ellos lo despreciaran primero. Era el hijo no deseado, un accidente y una vergüenza con la que cargaban.

Fueron amantes mucho tiempo, su madre ya estaba comprometida con un hombre poderoso viniendo además de una familia de la alta sociedad. Se veían a escondidas, un romance prohibido.

El destino y la naturaleza les jugaron una mala broma con un embarazo. Ella se retiró con ciertos parientes a una ciudad apartada para ocultarlo y dio a luz en secreto.

Si su ahora marido se enteró o no, nadie lo sabe.

Otabek fue entregado a su abuelo paterno el mismo día que llegó al mundo. Vivió con él en la calurosa ciudad de Argela hasta la edad de cinco años, su padre reapareció un día y lo llevo consigo.

No culpaba a su gentil abuelo por dejarlo a merced de un delincuente feroz, él esperaba en su corazón de padre estar haciendo lo correcto. El hijo en malos pasos le dio su palabra, cínicamente.

Solo entonces Otabek conoció el verdadero infierno. Aprendió mucho sobre navegación, mantenimiento de un barco, armas y piratería pero el costo era alto y ridículo.

No se puede ignorar el lazo de sangre que une a dos seres humanos, realmente intentó amarlo y perdonarle pero cada paliza lo volvía más difícil.

Testigo de situaciones atroces y sólo contando con la protección y apoyo de Celestino, el joven aventurero prefirió renunciar al océano.

Finalmente Otabek regresó con su abuelo anhelando vivir por fin tranquilamente dedicándose al campo. Aunque la huella imborrable del rechazo no lo dejó ir nunca generando un rencor doloroso. Una noche, viajó hasta la costa oriental a varios kilómetros para encontrarse con un oficial de la guardia, sin titubear entregó al demonio de mar y su tripulación revelando todos sus escondites, ubicación, nombres.

No tardaron en encontrarlos, abordar y capturarlos a todos y cada uno valiéndose del factor sorpresa.

Solo Celestino fue avisado a tiempo, fingió estar enfermo para quedarse en tierra un único día y gracias a eso conservó su libertad, su vida.

La lealtad al capitán y camaradas era profunda... pero su afecto por el chico a quien cuidó por casi diez años sobrepasaba esa línea.

En primera fila durante la ejecución ampliamente difundida como un vistazo agradable, Otabek posó la mirada en el hombre de piel tostada por el sol y cicatrices vivas en el rostro. Nunca antes lo percibió así de horrible, repugnante.

Él mismo que lo arrojó al agua desde la borda cuando era un crío de siete años por no saber maniobrar los remos, el mismo que lo golpeaba cada dos noches por placer, el mismo monstruo a quien odiaba tan intensamente que quemaba. Él, esa cosa.

Cuando sus ojos se encontraron Otabek supo interpretarlos a la perfección. El demonio estaba enterado de lo que hizo, ¿quién lo aborrecía más de lo qué le temía?

Después del espectáculo se mezcló entre la multitud, caminó entre las concurridas calles y apreció la magnificencia del castillo real, ese lugar de ensueño donde los Reyes y el resto de las autoridades se sentaban a discutir futuras guerras y hurtos de tesoros maravillosos de países lejanos poco explorados.

Entonces tomó las escasas pertenencias que llevaba consigo así como el dinero que obtuvo por la recompensa que existía sobre la cabeza de su padre.

Bon voyage!  «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora