Bon voyage! «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»

XV

Segunda parte. Llegada a Argela.

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El sonido de un disparo interrumpió las apresuradas labores sobre el deshecho puente, un suspiro hondo hinchó el pecho de Celestino mientras sus ojos cansados regresaban al mar. En un segundo todos continuaron colocando las tablas de madera una encima de la otra hasta formar una nueva e improvisada base, lo suficientemente firme para soportar la llegada a tierra.

Otabek apareció a través de la escalera que dirigía a bajo cubierta, una maraña de puertas donde la cocina, bodega de suministros y dormitorios de la tripulación estaban ubicados. A mitad, un nuevo juego de escaleras con destino a la última zona, allí donde se encontraban los cañones, las baterías, armamento, bóveda de pólvora y la celda.

En el exterior uno de los grumetes esperaba al capitán con un recipiente de agua limpia y burbujeando donde lavarse las manos. No lo miraron, estaban acostumbrados a la fascinación de Otabek por acabar él mismo con los que eran capturados y suponían un riesgo para su barco. Dejaron de hacer preguntas, la vida seguía normalmente a bordo y con excepción de Celestino nadie increpaba o sacaba el tema directamente con Otabek. Él por su lado sólo alzaba los hombros restándole importancia.

Comprimió el rostro en una mueca de disgusto y es que su plan original de dejar a Yuri junto a sus mocosos en Argela y marcharse sin siquiera descender acababa de irse al demonio, para reparar los daños se necesitarían como mínimo tres días pues el puente debía construirse desde cero. Confiarse en que el enemigo a pesar de las desventajas no iba a darle problemas era un detalle comprendido y anotado, no cometería el mismo error dos veces.

Hasta el enfrentamiento, el capitán Kemp resultaba una cara desconocida para Otabek, uno de tantos vulgares bandidos que se ocultaban junto a los caminos más apartados y que elevó su estatus en la búsqueda de mejores botines y aventuras. Novato, impulsivo, ambicioso e ingenuo, una mala combinación cuando el navío que pretendes asaltar está mejor equipado y su tripulación, más experimentada. Pero, que tuviera relación con Víctor y supiera "ese" detalle suyo que muy pocos hombres vivos conocían lo dejó nervioso y mal humorado.

"Su Majestad" era la forma en que Víctor lo llamaba, un apodo con el que se burlaba de su origen y su negada sangre real. La reina a la que servía se lo contó quizás para explicar la desesperación por ver a Otabek muerto, semejante problema debía erradicarse y seguro que de anticiparse a los pasos que su hijo tomaría lo hubieran hecho el día en que lo trajo al mundo. Aunque aquel corsario encontraba más divertido jugar con él que de verdad darle caza.

Víctor era fascinante e impredecible, sin principios y raros cambios radicales de humor diarios. El dolor de cabeza que aquejaba a Otabek desde que lo conoció el mismo día que se embarcó sobre un junco recién adquirido tratando de ingresar a las filas de la piratería bajo su propia consigna. Joven e inteligente pero con una preparación nula más allá de las artimañas aprendidas de su padre. Víctor se presentó como un aliado, un socio benevolente y asertivo; Otabek no confiaba por completo pero accedió a involucrarse con él y aprender de su experiencia.

En unos meses ya estaba dando el primer gran golpe, gracias a la influencia de Víctor adquirió más seguridad y desenvoltura al hablar y actuar. Evolucionó poco a poco hasta convertirse en el famoso cruel capitán, un pirata sin escrúpulos capaz de dejar en ridículo a la corona.

No estaba orgulloso pero Víctor le había dado muchas cosas que llegaron a marcarlo profundamente. Su primera cicatriz de combate, su primera barra de chocolate, su primera derrota, su primer beso. Convertirse en un corsario a cambio de favores y favoritismo de los más poderosos lo rebajaban varias escalas. Otabek quería verlo pronto frente a frente y también quería matarlo el mismo.