—Debemos irnos lo antes posible, dos barcos de la Guardia se dirigen al puerto y cruzaron tan cerca de nosotros que me sorprende no tenerlos encima todavía— Celestino hablaba en voz baja con un ligero temblor en los labios.
—Vamos a quedarnos hasta mañana, partiremos al anochecer— Otabek mostraba el aplomo y la compostura que su posición exigía— Es mejor planear lo que sigue a partir de hoy.
El ambiente dentro de la cabina se tornó tenso, ninguno de los dos quería mencionar abiertamente sobre los peligros de ser perseguidos en la ciudad. Si la Guardia u otra autoridad decidía quedarse cerca de Argela, no podrían regresar más por su seguridad y la de los demás.
—Llegaremos aquí— deslizó el dedo en el mapa desde el punto correspondiente a Argela donde se encontraban hasta un corto estrecho entre dos islas— Ese grupo se resguarda impunemente en el cobijo de tierras olvidadas, están armados pero no con cañones. Nos superan en número pero si logramos acercarnos podremos atacar sin bajas de nuestro lado.
Celestino asintió.
——Da la orden, descansen por hoy— ocultando su propia preocupación, insistió— No nos van a molestar y sólo fue una coincidencia, no enciendan las luces y mantengan la vista en lo que vendrá. Quiero a los traficantes muertos, excepto al líder. A él lo necesito vivo.
—El puente quedó terminado antes de lo que creíamos, hay muchas provisiones y todos estamos a bordo ¿por qué no irnos ya aprovechando la noche?— hizo una pausa y extendió el brazo izquierdo hasta Otabek, el espacio reducido contribuyó a que tal acción fuese breve e inmediata. Celestino le apretó el hombro.
—Mañana iré con Yuri, es necesario darle instrucciones— respondió en un tono neutro, revisando el mapa sobre la mesa sin inmutarse— Despedirme del abuelo, cosas así, espero además que todos duerman. Trabajaron mucho.
—¿Y por qué ésta venganza personal tuya es prioridad? Perdimos un mes completo, no olvides lo que tenemos que hacer— se encaminó hasta la salida dándole la espalda al capitán— No dormiré si la gente de cuellos de seda están a una distancia tan ridícula, Víctor debió contarles que navegábamos estas aguas.
El tono de Celestino no le gustó pero entendía su punto, no iba a reprenderlo por decir la verdad. Él nunca se equivocaba, además era el único dispuesto a enfrentarlo sin rodeos.
—La Reina Vanya quiere devuelta su barco pero es Víctor quien desea darme alcance. No nos ha delatado pero la presencia de la Guardia significa que él mismo está cerca, se siente uno de ellos, es un cretino— en ese punto Otabek casi pierde la calma. Bajó la cabeza y continuó revisando las rutas próximas. Celestino no dijo más.
Quería que partieran antes de la salida del sol pero finalmente cedió a las órdenes. Le daba el beneficio de la duda aunque no estaría tranquilo. Abrió la puerta que rechinaba, decidido a intentar dormir en su pequeño rincón en el camarote que compartía con otros tres.
—Involucra a Yuri y a la hija biológica de mi abuelo, instantáneamente lo hace prioridad. Les daré justicia.
No hablaron durante unos minutos, luego el mayor terminó de abandonar para alejarse entre la espesa oscuridad, dejando a Otabek a solas con sus mapas y una vela. No encendieron ni una lámpara y Otabek les pidió tanto silencio como era posible. Todos guardaron reposo en sus rudimentarias camas, sólo un par vigilaba la cubierta.
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Nadie los molestó y un suspiro de alivio unánime se convirtió en el primer sonido que recorrió el barco. La Guardia sólo se detuvo —cómo otros— para reabastecimiento y se quedaron anclados al puerto no significando un verdadero peligro. Por si acaso Otabek fue el único que bajó a tierra.
Expuso la situación a Leo y él lo miró con desconfianza aunque no le cuestionó. Buscar y atacar a ese grupo era peligroso, la principal razón de permanecer en el negocio sin nadie que los arrestara y juzgara en consecuencia de sus brutales crímenes, alrededor de prácticamente todo el mundo, se basaba en sus conexiones. Un pescador común y corriente ni en veinte vidas podría darse el lujo de "comprar" a una mujer o niña recién secuestrada violentamente que desecharían al cabo de un tiempo. Militares, comerciantes ricos y miembros de la alta clase eran los clientes habituales.
Sin embargo, no perdían nada sucediera lo que sucediera. La tripulación se tomó esa nueva misión con calma, el capitán era difícil de persuadir. Regresar al trabajo era imprescindible, desde meses antes tenían información de una nueva ruta comercial, entregada por los contactos de Otabek dentro de la Guardia. Había estado muy emocionado y planeaban el asalto en voz baja y con grandes precauciones.
Llegar a la casa nunca había sido difícil, un visceral sentimiento de desconexión y tristeza llegó de pronto. Estuvo frente a la puerta, tragando saliva con dificultad y dudoso de tocar. La capa oscura revoloteando con el viento ardiente pudo distraerlo. Se pasó los dedos sobre el cabello recién peinado, sintiendo que perdía el tiempo.
La puerta se abrió y Mila le dio la bienvenida invitándolo a pasar, minutos antes se percató de su presencia a través de una de las ventanas. Otabek agradeció.
—Están afuera, desayunaron en el jardín y ahora conversan, deben tener mucho que decirse— ella aclaró con una sonrisa suave y sincera, sin dar oportunidad a que Otabek preguntara.
El uniforme blanco y pulcro de Mila resaltaba tanto como sus ojos azules. Ayudaba al abuelo con las labores domésticas una o dos veces al día, una petición que Otabek le hizo cuando se fue de Argela decidido a traicionar a su padre años atrás. Siendo una amiga ruidosa pero honesta prometió que estaría al pendiente de él y la casa, su trabajo en la clínica no impedía las visitas constantes.
—Hay gente con cuellos de seda merodeando en la ciudad, llegaron al puerto anoche y Sara opina que se quedarán unos días. No han hecho preguntas respecto a ti— creyó importante tocar el tema, Otabek apretó la mandíbula— Vete pronto y ten cuidado.
—Sí, hoy— respondió lacónicamente, con voz grave.
Mila lo acompañó hasta la puerta corrediza al fondo de la casa, Otabek no decía nada prefiriendo hundirse en sus pensamientos. Debían levantar anclas y perderse en mar abierto pero no quería, en el fondo nunca quería irse.
—Te estoy preguntando si darán en adopción al bebé— Otabek reaccionó con un sobresalto cuando Mila le tocó la mejilla repetidamente— Yuri nos contó la historia y Sara está interesada en él, ¿se llama Nikolai verdad? igual a tu abuelo.
—No tenía idea de que lo nombraron —se sinceró— Yo quería matarlo pero Yuri insistió en quedárselo, si tú o tu novia desean criarlo hablen con Yuri. No me importa lo que suceda con el mocoso.
La insinuada sonrisa de Otabek explicó lo suficiente y Mila no volvió a mencionar nada. El pirata llevaba un minuto completo indeciso sobre salir o no al jardín. Su amiga regresó a trabajar, iba a encargarse del almuerzo para irse pronto.
Abrió la puerta de golpe y la escena frente a sus ojos llegó a parecer bella. Los cuatro estaban sentados alrededor de una pequeña mesita de caoba al centro del lugar, rodeado de los árboles frutales adorados del abuelo que brindaban fresca sombra. Kiria sostenía al bebé y Yuri hablaba con su abuelo realmente emocionado, sea cual sea el tema que discutían.
Sólo entonces Otabek identificó su pesar. Yuri sonreía en auténtico gozo y felicidad. La imagen del Yuri asustado y consumido por la dolorosa pena era lejana. Estaba feliz, a salvo, feliz y sonriente.
De nuevo tenía una familia y él no estaba incluido en ella. Nunca.
Yuri lo odiaba.
Era ajeno, fuera de lugar. Pero jamás perdía ánimos y energía lamentándose. Era un pirata y partiría a cometer tantos asesinatos como le alcanzaran las balas.
Volvió sobre sus pasos adentrándose de nueva cuenta al interior de la casa.
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Bon voyage! «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»
Hayran KurguDurante los años de auge de la piratería, Azarath el gran océano, es el bastión de poder de aquellos piratas que han logrado consagrarse. Ni las leyes estrictas que castigan con la muerte, ni las disputas con otros delincuentes merman las ansías de...