Tercera parte: Los fantasmas existen.
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Al principio no podía abrir los ojos ni mover los brazos, hasta después de muchos dolorosos intentos su cuerpo reaccionó. Una lámpara encendida junto a él ofrecía la única fuente de luz roja y limitada. Escudriño temerosamente la penumbrosa habitación, encontrándola familiar compuso un poco su expresión.
Y aún así era el peor lugar en el que podía encontrarse en un estado tan vulnerable. Dejó caer la cabeza contra la gran almohada debajo, inspiró con lentitud y liberó el aire despacio. Un hecho, iba a tomarle un rato poder levantarse de la mullida cama sobre la que estaba tumbado.
Con un examen rápido constató que estaba completo pero notablemente lastimado. Los vendajes alrededor de su pecho y hombros aún apestaban a sangre. Sus latidos también se iban ralentizando, aunque pretendía descansar la imagen de Yuri durmiendo en una incómoda silla pareció hacerlo reaccionar.
—He sido un estúpido— dijo con un revelador hilo de voz.
Recordaba caer en la arena con el punzante dolor de las abultadas balas golpeándole y el olor a pólvora llenando su nariz. Más nada. La Guardia había sido astuta pero Otabek no estaba alerta, concentrado y permanentemente a la expectativa. Yuri era una distracción que no podía permitirse. Por el bien de los dos.
No estaba muerto así que Celestino tendría el honor de matarlo él mismo. Como siempre no tendría pretexto para librarse, Celestino tuvo razón. Otabek terminó actuando meramente impulsado por sus emociones. Olvidaba que el demonio jamás siente nada y esa es su clave del éxito. Con los ojos cerrados y una sonrisa amarga se preguntó cuanto tardaría Víctor en llegar por él.
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—¡Otabek, estás despierto!— la juvenil y fuerte voz de Yuri le pareció deliciosa, añorada— ¿Cómo te sientes?— antes de dejarlo responder le tocó la frente tratando de medir su temperatura. Aliviado por la mejoría, suspiró— ¿Estás bien?
Asintió, callado. Yuri se notaba auténticamente preocupado y Otabek tuvo el deseo de abrazarlo, cosa que hubiera realizado gustoso de no estar físicamente deshecho.
—Eres un fraude, creí que nadie le ganaba a un pirata tan peligroso pero te derribaron en tres segundos.
Ahogando quejidos se incorporó en la cama apoyando la espalda en el cabecero para mirarlo mejor. Yuri tenía ojeras marcadas y su cabello era un desastre, vestía la misma ropa simple de ese día.
—No soy inmortal, si me disparan voy a caer. Sin embargo— analizó sus siguientes palabras, pasó la poca saliva que le quedaba en la boca— ¿Por qué no escapaste?
—No tuve oportunidad, los guardias salían de todas partes y me arrestaron. Uno habló con Leo en la playa y el barco zarpó sin ti, te abandonaron. Al menos pude convencerlos de quedarme aquí.
Apretó los puños en torno a las sábanas, el dolor lo atacó por un momento fugaz que Otabek resintió eterno. Yuri se acercó aún más, sin saber que hacer. Le acarició uno de los brazos descubiertos en intención de calmarlo.
—Dijeron que no debes levantarte o hacer movimientos bruscos, te operaron pero el dolor va a persistir mientras te recuperas. Nadie creía que lo lograrías.
La puerta a contados pasos de ellos se abrió sin la educada costumbre de tocar antes, el muchacho retrocedió dándole espacio a esa mujer silenciosa que revisaba al pirata una vez al día. Era una belleza de facciones pálidas y suaves, su cabello estaba conformado por gruesos rizos que caían en sus hombros como los pétalos de una rosa negra. El rígido uniforme gris contrastaba con el precioso e inmaculado blanco que Mila utilizaba. Hasta Yuri admitía lo atractiva que resultaba pero no le caía muy bien y parecía ser recíproco.
No emitió ni un mínimo sonido, limitándose a su deber de cambiar los vendajes y supervisar que todo estuviera en orden.
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—¿Qué va a suceder? Todos deben estar preocupados— se frotó la parte posterior del cuello al encontrarse de nuevo solos, tal y como se lo informó al capitán llevaban en el barco desconocido cerca de tres días. Los mismos que Otabek estuvo inconsciente. Imaginar la angustia de su abuelo le calaba hondo en el pecho, pensar en Kiria sola cuidando de SU bebé profundizaba el temor.Únicamente un guardia los visitó en el transcurso del viaje además de la enfermera poco amistosa, la situación era exageradamente peligrosa y lanzó maldiciones por su mala suerte.
—El Bolat es un navío excepcional, si han transcurrido tres días significa que vamos a anclar en la ciudad de Elaith— mencionò con desinterés, Yuri se preguntaba si Otabek tenía la situación bajo control de una manera increíble o solo estaba atontado por los medicamentos— Van a liberarte, no necesitan nada de ti.
Iba a creerle o pretender hacerlo, mejor idea que sólo desesperarse y temer —una vez más— por su vida. Subió y bajó los hombros cuando le hizo preguntas respecto a los acontecimientos en la playa, honestamente no recordaba a detalle. Prefería al Otabek agonizante, tener que toparse con su afilada mirada mientras caminaba alrededor de la cama lo llevaba de vuelta a momentos vergonzosos, no necesitaba acordarse. Se las arregló para ignorarlo y no mostrarse nervioso, con excepción de una delicada sábana casi transparente Otabek iba desnudo. No iba a ponerse peor, ¿verdad?
—Recuerdo que el Bolat estaba primorosamente labrado en madera fina con incrustaciones de ébano y oro, por si solo es un tesoro costoso. Fue fabricado para transportar a la alta nobleza de manera segura hasta que los corsarios se apoderaron de el, una lástima se ve diferente como barque de combate— añadió de repente— Víctor debe querer algo de mí, no va a entregarme todavía— afirmó de manera estoica.
Elaith marcada como zona no segura para piratas debido a la presencia permanente de la Guardia, una ciudad costera de empedrados callejones y granjas rústicas, el puerto era abierto y bien vigilado. Otabek solo tocó tierra una vez en ese lugar, cuando se dirigía a la costa oriental para denunciar a su padre.
—Antes de conocerte no tuve la necesidad de arrepentirme y pedir perdón— tras unos minutos de silencio tranquilizador, Otabek habló levantando el brazo como pudo. Llamando a Yuri— Quiero que seamos amigos.
Temblando en uno de los fríos rincones, el niño rubio abrió los ojos muy grandes. Su relación con Otabek no estaba bien definida pero jamás diría que eran amigos, las gastadas tablas de madera del piso crujían bajo sus menudos pasos cuando se acercó nuevamente.
—Te enviaré de regreso a Argela, mis hombres no me abandonaron. Pero si no quieres ser mi amigo al menos dime que confías en mí— insistió él notablemente dolido, apartó la mano de Otabek en un inútil intento por alcanzar su rostro. El menor se había inclinado un poco para escucharlo mejor.
—No me gustaría confiar en ti.
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Bon voyage! «Otayuri | Yuri On Ice AU Piratas»
FanfictionDurante los años de auge de la piratería, Azarath el gran océano, es el bastión de poder de aquellos piratas que han logrado consagrarse. Ni las leyes estrictas que castigan con la muerte, ni las disputas con otros delincuentes merman las ansías de...