- 7 - VIVIR AUNQUE EL CAMINO SE DERRUMBE FRENTE A MI

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Me había quedado paralizado, inmóvil... En shock vamos. Aquella llamada fue como si me estuvieran acuchillando una y mil veces por dentro. La voz no me salía, los ojos se me inundaban y todo mi cuerpo temblaba. 

-Dani ¿qué pasa?- me dijo Malú asustada al verme. Cogió el teléfono de mis manos, pero ya habían colgado. No me moví, ni lo intenté. Nada.- No me asustes Daniel, joder. ¿Qué es lo que pasa?- Al ver lo nerviosa que se estaba poniendo reaccioné. 

-Yo... Tengo que irme...- No conseguía hablar casi. Era tanta la angustia que tenía que no podía. 

-¿Irte a dónde? ¿Pero que pasa? Vayas a donde vayas iré contigo, eso tenlo claro. 

-A Cantabria... Es... mi madre...- Cada palabra me dolía aún más. Y solo el echo de tener que contárselo a mi hermana me daba un escalofrío que poco más me sacudía entero. No podía, no puedo, no quiero. 

-Bueno, tranquilo cariño, cuando estés un poco más calmado me lo cuentas ¿vale?- Me acarició el pelo cariñosamente y besó mis labios. Al menos ella me calmaba, me daba la paz que en aquellos momentos anhelaba. 

-Tengo que ir a casa... a hacer la maleta y avisar a mi hermana... Te llamaré antes de irme para que nos despidamos...

-¿Despedirnos? ¿Por qué? Yo voy contigo Dani. 

-No, de eso nada. Tu tienes que trabajar, no puedes irte.

-Me da igual. Voy a ir y punto. No te pienso dejar solo, no te vas a librar tan fácil.- Sonrió y eso me hizo sentir mil veces mejor. Su sonrisa era la cura que más falta me hacía. ¿Y sus besos? Sus besos eran el antídoto perfecto para todo. Solo de pensar en la suerte que tenía de tenerla a mi lado, en mi cara se dibujó una sonrisa entre lágrimas, una sonrisa más especial que cualquier otra. Era ella la que me daba la felicidad que ninguna otra persona podía, era ella la que iluminaba minuto a minuto cada uno de mis días. En resumen, era ella. No le dije nada más, solo asentí. No me iba a negar a que viniera, porque era consciente de que tenerla conmigo en estos momentos sería un apoyo inmenso... 

Fuimos a mi casa y mi hermana estaba allí frente a la tele y hablando por el móvil. No se quien era, pero desde luego la sonrisa de boba que tenía la conocía perfectamente... 

-Martina, tengo que hablar contigo. Lo siento, pero es importante.- Le dije. Y al verme la cara debió darse cuenta de que era bastante serio y se despidió de quien quiera que fuera que estaba al otro lado del teléfono. 

-¿Ha pasado algo?- dijo mirándonos a Malú y a mi muy fijamente. 

-Es mamá.- Otra vez mi voz se había cortado. Es que no podía soportar esto. No había manera. 

-No me asustes Dani... ¿qué pasa?- No pude contenerme y por mi mejilla empezaron a correr lágrimas sin parar. Una tras otra. No me hizo falta decirle nada más, solo con eso me entendió a la perfección. Se llevó las mano a la cara y ella tampoco pudo aguantar las lágrimas... Lo cual era normal. Acabábamos de perder a nuestra madre. Que vale que ya hacía tiempo que no la veíamos, ¡pero era nuestra madre! 

Malú abrazó a mi hermana con fuerza. No pude evitar verlas a las dos con una sonrisa en la cara. Las dos mujeres más importantes de mi vida, junto con mi abuela y mi madre, abrazadas delante de mi. Claro que hubiera preferido que la escena hubiera sido más alegre, más... ¿memorable quizás?

Fui a coger algo de ropa a la habitación y vi al poco rato a Malú, apoyada en el marco de la puerta y mirándome con una pequeña sonrisa. 

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