Narra Dani:
Me desperté en un parque. No se muy bien que hora era, ni que hacía allí. Me costaba abrir los ojos y me dolía un montón la cabeza. Intentaba recordar lo que había pasado, pero no era capaz. Solo recuerdo que cuando se fue Malú salí del hotel. Fui a despejarme pero ¿luego a donde fui? Además, de eso hacía ya bastante tiempo, por lo menos un día... Increíble, ¡no recordaba nada!
Miré a mi al rededor y vi un par de botellas vacías. No, por Dios, esto otra vez no...
Lo cierto es que cuando era joven, con la edad de mi hermana más o menos me encantaba salir por la noche con mis amigos. Salíamos todos juntos y bebíamos, bebíamos mucho. Con los años se acabó convirtiendo en una "obsesión". Salía cada noche, día tras día y año tras año. Descuidé los estudios, me volví agresivo... lo fastidié todo por la bebida. Pero a los 19 años estuve a punto de ir a la cárcel por robar borracho. Mi hermana fue la única que consiguió que dejara todo esto. Ella me hizo ver que le estaba haciendo daño, tanto a ella como a mi y a todos los que me rodeaban y claramente no podía seguir así. Aunque ella era pequeña ya era muy lista. Me hizo darme cuenta de que lo mejor era asistir a AA. La llevaba a clase todas las mañanas y mientras ella estaba allí yo iba a las reuniones. Así fue pasando el tiempo hasta que después de dos años ya estaba completamente recuperado. Hacía vida normal y mi relación con mi hermana a partir de ese momento era muchísimo mejor. Encontré trabajo y conocí a Teresa y a Esteban. Eso me enseñó miles de cosas. Entre ellas me enseñó a ser mejor y a que la bebida no solucionaba nada, claro. Pero de repente ahora, en una noche lo había fastidiado todo. Solo había hecho falta que ella se fuera y que mi hermana no estuviera para que a la mínima me hubiera dado por volver a eso, otra vez. Me sentí un inútil, un completo inútil. No tenía ni idea de lo que había hecho, ni de donde estaba, ni de la hora que era, nada. Miré mi móvil, sin batería. Cogí fuerzas para levantarme de la hierba, donde llevaba ya un rato sentado desde que me había despertado y decidí preguntarle a alguien donde estaba. Encontré a una chica sentada en un banco con un perro. Me acerqué a ella y le hablé.
-Perdona ¿te importaría decirme dónde estoy? Estoy algo perdido...- Rápidamente notó que estaba algo confuso y no dudó en ayudarme.-Por supuesto, estás en el parque del hotel Victoria.- En ese momento me acordé de que nunca había salido del hotel. Así que solo me faltaba recordar lo que había pasado... vamos avanzando.- ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Daniel ¿y tu?
-Sara- sonrió- Encantada Daniel.- se hizo un silencio incómodo, ya que no sabíamos de que hablar, pero pronto habló ella cosa que agradecí.- ¿Y cómo es que no sabías ni donde estabas?- rió
-Pues... creo que he bebido un poco de más.- dije agachando la cabeza, algo avergonzado.
-Una chica ¿me equivoco?
-No, no te equivocas... -sonreí
-Te invito a un café y me lo cuentas, si quieres claro.
-Estoy algo cansado... Pero si, un café me vendría bien.- acepté.
Sara era muy maja. Parecía tener unos veinti tantos o treinta y pocos. Lucía una larga y lisa melena negra y tenía unos ojos azules, muy llamativos. Me caía bien, si.Fuimos a la cafetería del hotel y nos sentamos en la mesa de la ventana. No tardó en venir el camarero, que tomó nuestro pedido y lo trajo algunos minutos después. Habíamos pedido los dos un café con leche, yo con un bollo y ella se conformó con la galleta de canela que te ponen con el café en cualquier cafetería. Que eso no lo entiendo, porque a ver que hambre te quita esa galleta, si es más pequeña que la cuchara que te dan... Pero en fin, ese es otro tema.