El sueño

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Garret se encontraba sentado dentro de su cabaña, pensativo. "15 años ya". El tiempo había pasado y el huevo hacia década y media que había eclosionado, Garret había echo lo que le había dicho la difunta dragona, y a los 12 días el huevo se había abierto. De él salio un precioso dragón de escamas doradas no más grande que un perro de caza. Todo el era dorado, los cuernos, las garras y las fauces. Sólo había una excepción, sus ojos que replandecían de un color púrpura muy parecido al de la que debía ser su madre, la dragona no se lo había confirmado. El pequeño correteaba por el salón de la cabaña cuando Garret cogio el brazalete y se lo ajustó a la criaturilla y la magia hizo su efecto como había baticinado la dragona y la carne tomo forma. Grande fue la sorpresa de Garret cuando lo que se mostraba ante el no fue la imagen de un recién nacido si no un niño de unos dos años de edad. "Por lo menos no tendré que cambiar pañales" había pensado hace 15 años.

-Hola pequeño- probó a decirle algo al infante, no sabia como actuar. No esperaba respuesta pero la obtuvo.

-Hola... ¿quien eres? ¿mi papá? - el niño dragón tenia una voz dulce que le saco una sonrisa de emoción a Garret.

-Realmente no lo soy-  habia confesado con tristeza Garret.
-Pero te tratare como si lo fuera, y tu deberás llamarme padre para que la gente no se haga preguntas- prosiguió el cazador.

-¿por que habrían de hacerse preguntas?- el niño era diestro con las palabras pero inocente como niño que era.

-¿Por qué si no eres mi hijo quién eres?- le respondió con una pregunta sorprendido de estar teniendo esa conversación con un recién nacido.

-¿y quien soy?- le pregunto el pequeño.

-Según me dijeron eres un elegido. No se muy bien para que, pero al parecer tienes una misión en la vida y mi misión ahora es criarte. ¿Tienes hambre?-

El niño afirmó con la cabeza.

El tiempo habia pasado y 15 años despues el ya adolescente dragón seguía teniendo hambre con frecuencia, pero ya era diestro con el arco con lo que podía cazar sus propias presas. Mientras Garret seguía sentado la puerta se abrió y un joven de cuerpo atlético y cabello de punta dorado cruzó el umbral.

-¿Ya has regresado?- pregunto el ya veterano cazador.

-Sí, traigo 2 conejos- dijo el joven al tiempo que giraba el cinto para dejar ver sus capturas.

El chico se dirigió a la cocina y cuando ya estaba dentro escucho a Garret.

-¡Squall! Ven aquí un momento.

El chico obedeció y volvió al salón. Allí vio a la persona que llamaba padre colocando encima de la mesa un arco largo un carcaj de cuero y un puñal bien ornamentado. Squall se quedo en silencio observando.

-¿Te gustan?- pregunto Garret.
-Son para ti. Hoy hace 15 años que viniste a este mundo, ¡ya eres todo un hombre!. Eso sí las flechas tendrás que hacertelas tu, ya te he enseñado como se hacen.

El chico se sonrojo.

-No hacia falta padre.- dijo el adolescente con timidez.

-A mis 15 años recibí mi primer arco de mi padre si bien es cierto que ya usaba el suyo al igual que tu haces con el mio pero ya es hora de que tengas el tuyo propio.- Garret sonaba orgulloso y realmente lo estaba.
-Ademas Ned me hizo precio.  Si quieres ir a probarlo hoy te dejo mis flechas pero mañana tendrás que hacerte las tuyas.

-Mejor mañana, tengo hambre y además está cayendo la noche.- dijo Squall con vehemencia.

-Tienes razón- confirmo Garret.
-Me sabe mal pero tendrás que preparar tu los conejos yo aun sigo mal del tobillo.- dijo enseñando el vendaje que llevaba desde hacía unos días cuando estando de caza se le había quedado atrapado un pie en una raíz de un árbol y al caer se lo había dañado.

-Sabes que no tengo problema con eso padre, además cocino mejor que tu la carne, la dejo más jugosa- dijo en tono pícaro.

Garret sonrió y le dio la razón al chico por no llevarle la contraria.

Una hora después estaban a la mesa disfrutando de un buen conejo asado, vino y pan del día del que no siempre se podía disfrutar.

Squall comía rápido y con ansia como era habitual en él, Garret sin embargo disfrutaba de cada bocado.

Cuando ya solo quedaban unos restos el chico miro al adulto y le hizo una pregunta.

-¿Realmente crees que soy un elegido? Siempre dudo de que realmente tenga una misión tan especial.- el chico tenia una expresión triste.

-No puedo asegurartelo, pero yo confío en que si. Eres un chico especial.- contesto Garret con sinceridad, no tenía por costumbre mentirle al chico.

-Especial...- dijo el chico en voz baja poco convencido.

-Mañana te ensañere algo. Pero ahora acábate el conejo.- dijo Garret pensando que ya era momento de revelarle el secreto que escondía.

-¿No puede ser ahora?-pidió Squall pero Garret negó con la cabeza.

-cuando termines acuestate y descansa el día ha sido largo. Por cierto muy rico el conejo.- Garret se levantó de la mesa y apollandose en un bastón se fue cojeando a su habitación.

Esa noche Squall a penas pudo dormir pensando en que seria lo que descubriría el día siguiente pero el rato en que pudo conciliar el sueño tubo un bonito sueño en el que dos dragones uno rojo y uno azul danzaban entre llamas y agua que se evaporaba al contacto con el fuego. Squall nunca había visto un dragón de verdad pero esos le tenían algo familiar. De repente los 2 dragones empezaban a girar el uno sobre el otro y terminaron fundiéndose en un solo huevo que lucia dorado. El joven de repente se despertó fascinado pero sin entender el sueño que acababa de tener como suele pasar con los sueños. Se acurrucado e intento volver a dormir pero fue incapaz así que espero acostado a que su padre se levantara pero para eso aun faltaban unas horas.

El Dragón Elegido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora