Epilogo

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El color blanco adornaba el gran salón. Flores y más flores estaban en cada uno de los jarrones. Las mesas de invitados comenzaban a vaciarse. La gran cantidad de personas en la pista era íncreible.

Acomodé el listón de mi vestido y me quejé por novena vez por el dolor que provocaban estos tacones en mis pies.

Di un paso más y estaba en el lugar más tranquilo del lugar, la pequeña terraza estaba casi vacía a excepción de un hombre mayor que miraba atento la vista desde aquí.

—Es muy hermoso este lugar.—Lo escuché decir.—Fue una buena idea el que la boda fuese aquí.

—Desde que lo miré me encantó.—Dije sinceramenge y me recargué en una de las orillas.

—No cabe duda que eres igual a tu padre.—Sonrió el hombre de sesenta años con ya grandes canas cubriendo su cabello y su barba.

—Si, Daevid es un buen hombre.—Me incline un poco apoyandome sobre mis codos y mirando los carros pasar debajo.

—No habló de el ________.—Giré mi rostro sorprendida. ¿Sabía mi nombre?.

—¿Como sabe mi nombre?.—Pregunté.

—Soy un cercano y viejo amigo de tu padre.

—Daevid nunca me habló de un amigo cercano, nunca lo miré ser tan cercano a alguien amistosamente.—Fruncí el ceño.

—Habló de Damián. Me quedé en silencio.—Tu verdadero padre.

—¿Como es que usted sabe quien es mi verdadero padre?.—Pregunté.

—Yo se todo lo que pasó cuando tu eras una niña ________. Y se que Daevid esta en prisión no solamente por ser un narcotraficante, si no por llevarte con el cuando eras una niña.

—Tuvó sus motivos.—Lo defendí.

—Lo sé, lo sé.—Despegó su mirada de mi—En ese momento fue la mejor opción que pudo haber hecho. De no ser así tu no estarías en esta boda justo ahora.

Unos brazos rodear mi cintura me hicieron sobresaltarme.

—Perdón que los interrumpa pero no podía contenerme más de ver a esta hermosa chica desde el otro lado.— Una sonrisa se formo en mis labios. El hombre mayor movió su cabeza de lado a lado y sonrió.

—Aunque este viejo se muy bien cuando salgo sobrando.—Dio la vuelta y me miró— Un gusto conocerte _________.

Despues de unos minutos nos encontrabamos solos. La música dentro seguia sonando. Pero en la terraza solo me encontraba sentada en una banca con Jace a mi lado.

Masajeaba mi espalda levemente mientras mi cabeza se encontraba apoyada en sus hombros.

—No puedo creer que estemos aquí.—Rompí el silencio.

—¿De que hablas?.—Preguntó.

—Hace tres semanas nos encontrabamos tratando de sobrevivir de un secuestro.—Recordé.

—Gracias a ti es que estamos aquí hoy.

—Sin la ayuda de los gemelos no lo hubiera podido lograr.—Admití.

—Eitan. Nunca hubiera imaginado que el moriria ayudandome.—Un tono de seriedad se escuchó en su tono de voz.—Se convirtió en mi enemigo cuando trató de conquistarte pero le agradezco tanto que ese chico te protegiera.

Levanté mi cabeza y lo miré a los ojos.

—Todos los laberintos que hiciste con mi vida cuando te conocí terminaron.

—Tal vez no debí hacercarme a ti cuando llegaste a los Angeles.—Rió—Nunca creí que alguien se pudiera enamorar tanto de mi. Ni yo de esa persona.

—Pues ahora lo comprobaste Norman.—Me puse de pie.

—Te miras hermosa con azul cielo.—Besó mi mejilla.—Pero se que te mirarias infinitamente más hermosa de blanco. En un altar a un lado mio.

Sus labios tocaron los mios suavemente. Sujetó mi cadera con sus manos y me hacerco a el.

Mis manos estaban sobre su cuello, nuestros labios estaban en lo suyo, un pinchazó en mi estomago fue lo que sentí cuando Jace susurró esas palabras contra mis labios.

—Te amo, te amo como nunca había amado tanto a alguna persona. Agradezco tanto que hayas soportado todas estas pruebas para estas a mi lado.

[..]

—¿Entonces es oficial?.—Asentí con una gran sonrisa en mis labios. La mano de Jace suejtaba mi cadera. Dania sonrió y me dió un abrazo.

—Entonces no terminaste siendo el chico sin sentimientos, Norman.—Jace sonrió y negó con su cabeza.

—Creí que lo era. Pero no fui fuerte a lo que creía cuando ella cruzó por esa puerta.—Mis mejillas ardian por sus palabras.

—¿Estan disfrutando la fiesta?.—El vestido blanco ceñido al cuerpo y decorado con encaje estaba sobre Camila.

—No puedo creer que estes casada con Edward, Camila.—Dije sobre el ruido que provocaba la música.

—No pudimos esperar a casarnos, con diez y ocho años a punto de los diez y nueve ya estoy casada.—Rió.

—Gracias por invitarnos.—Jace la miró.—Ahora tu y ese chico estarán invitados a nuestra boda.

Abrí los ojos como platos.—¿Boda?.—Pregunté.

—No ahora.—Rió.—Se que tienes diez y seis años y estas muy joven para eso. Pero en unos años estoy seguro que tu seras la que vestira de blanco y yo seré el novio.

—Estaré esperando con ansias ese momento.

Secrets J.NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora