Para; Diana.

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Ella sonreía día a día.

Era inteligente, linda y divertida.

Por más de no vernos tan seguido, estaba al pendiente de mis sucesos.

Yo igual de ella.

Iba a estudiar, en unos minutos entraba a clases.

Su madre la ha despedido con un beso y un abrazo, esperaba verla en la tarde.

Diana cuidado, mira hacia los lados.

Personas imprudentes al volante.

El semáforo está en rojo, puedes pasar junto a tú compañera.

Cuidado Diana, mira hacia los lados.

Tu rostro ha salido en las noticias. Volaste por encima de un auto, tu cabeza se rompió en mil pedazos.

Diana, ¿Dónde estás?

La mujer que te ha atropellado se dio a la fuga, sin darse cuenta te dejó en una camilla.

He estado visitándote, y he visto a antiguas amistades que hoy de manera hipócrita lloran tu accidente.

Para cuando despiertes iremos a la misa de La Virgen, la cual tu eres devota.

He dejado una pequeña estampa junto a una carta con tu madre, cuando despiertes será lo primero que verás.

El reloj marcaba las cinco de la madrugada y yo me acomodaba para ir a estudiar, después de la típica jornada iría a verte, aunque no lo he podido hacer permanezco el mayor tiempo posible en la fría sala de espera.

Mi madre ha despertado temprano, se encerró en el cuarto junto a mi abuela, su semblante dice que algo anda mal. Sin embargo, no me ha dicho nada.

He conversado sobre ti junto a mis compañeras, les he asegurado que hoy te vería. Se cumplen quince días de tu estado de coma, sentía que ibas a despertar.

Y, el timbre sonó, peor que un rayo he salido de aquel lugar. Mi mamá me espera afuera del colegio, y eso me extraña.

Lo primero que he hecho es preguntar por ti, el silencio se apoderó del lugar.

¿Qué ha pasado con Diana?

Su diestra pasa temblorosa por su frente.

Diana ha muerto, hoy en la madrugada.

Mi cerebro no podía analizar aquellas palabras, creí que te vería.

Que hablaríamos todas las noches, como de costumbre.

No quise llorar, no podía.

Sin embargo, algo dentro de mí estaba destrozado.

Ella giró a ver mi reacción, sólo miraba la alfombra del auto, no quería más.

Y ella lo entendía, al llegar a casa hablé. Después de aquella confesión. 

¿Dónde está ella?

Mi quebrada voz daba mucho que decir, estaba en la cúspide de mi aguante.

Me aconsejaron llorar, pues es lo típico que los vivos hacemos cuando alguien muere.

Pero no podía llorar, por ti no.

Diana mereces más que unas lágrimas.

Me has dejado con las ganas de contarte lo que me han regalado de Navidad.

He llegado al lugar donde te encuentras, percibí el dolor de toda tu familia.

Fue duro, ese día.

Reposabas en una urna color marrón, no se podía ver tu rostro, así lo había decidido tu hermana.

Dije que no lloraría, pero me he derrumbado a tu lado.

Me haces tanta falta.

Cada veintiún de mes, tus recuerdos invaden mi mente, he reído, he llorado.

Pero también he agradecido haber tenido una gran amiga cómo tú.

Te extraño, y eso nadie lo podrá cambiar.

Me costó mucho escribir esto, a muchos no les debe de importar que le pasó a mi amiga Diana, pero, sí lo quieren saber fue atropellada por una imprudente al volante, ya casi cumple un año de su ausencia y la extraño.

Bueno, ya.

Advertencia: No leer está sección o tendrás problemas mentales iguales o peores que los míos  


¿A esto se le llama vida? Qué asco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora