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—Hunter, estás ebria. —Fueron las primeras palabras que salieron de la boca de mi hermano en cuanto entré tambaleándome a la casa, casi tirando el jarrón de la mesa. Asentí y me reí un poco antes de quitarme los tacones y lanzarlos hacia la esquina de la habitación.

—¿Por qué aún no te has dormido? —Bostecé, estirando los brazos por encima de mi cabeza mientras miraba a Lucas, quien tenía las manos en su cabello.

—No tengo tiempo para eso —siseó y yo lo hice callar, diciéndole que no hablara tan fuerte.

—Deberías dormir. —Arrastré las palabras, colocando mi mano en la mesa para afirmarme yo misma.

No podía recordar la última vez que había estado así de borracha, pero sabía que tendría que lidiar con una enorme resaca el momento que me despertase al día siguiente.

—Tú también, ahora ve arriba y duerme —replicó Lucas, sin prestarme nada de atención. Sus ojos estaban fijos en la computadora mientras tecleaba muy rápido.

Siempre me gustó ver cómo podía esforzarse con cosas sencillas, pero él de verdad necesitaba dormir. Tenía bolsas oscuras bajo los ojos y estaban brillantes. Era probable que estuviese muy cansado, solo que no quería admitirlo.

—Bien. —Cedí cuando noté que no iría a dormirse pronto, sin importar lo que yo hiciese o dijera.

Con enfado subí las escaleras y me quité mi vestido. Lo dejé en el suelo junto con mis otras cosas, sin molestarme en recoerlas mientras saltaba a la cama.

La primera cosa que hice cuando me desperté en la mañana fue gemir y luego quejarme, sintiendo las pulsaciones en mi cabeza. Con rapidez entré al baño y saqué dos pastillas, tragándomelas con un poco de agua y rezando para que el dolor de cabeza se desvaneciese pronto. El dolor solo me recordaba lo mucho que odiaba beber, pero lo de anoche solo fue un momento en que lo necesitaba.

—Buenos días, solecito. —Sara sonrió en cuanto entré a la cocina, solo para recibir un gruñido de mi parte. Ella se rió un poco y caminó hacia mí, poniendo su mano en mi espalda.

—Lucas me dijo que estabas ebria anoche, supongo que la cabeza te duele como el infierno ahora mismo.

—En eso tienes razón, Sara —murmuré y vertí algo de café en la taza, bebiendo la mayor parte de este en cuestión de segundos, pues ya estaba medio frío.

Me senté a la mesa y Sara me siguió, tomando asiento frente a mí.

—¿Pero estuvo bien tu noche fuera? —preguntó, cortando una rebanada de su pan y untando algo de mantequilla en él.

Asentí.

—Sí. —De nuevo, mentí.

Anoche estuvo de todo excepto bien, pero no iba a decírselo a Sara. Ella solo se preocuparía demasiado y entonces le contaría a Lucas, quien se iba a poner histérico conmigo por irme. El pensamiento de su nombre me recordaba que él no estaba aquí, que debió haber ido a otro lugar.

—¿Dónde está Lucas? —pregunté, dándole otro sorbo a mi café y me estremecí. Odiaba el café frío, sabía asqueroso.

—En una reunión con sus hombres. Dijo que no estaría aquí hasta mañana, ¿no leíste el mensaje que te envió? —Sara levantó las cejas mientras yo negaba.

—No, no lo leí. —Me encogí de hombros. No era la primera vez que él pasaba la noche fuera, siempre hacía eso cuando tenía una reunión en el distrito dos, cosa que era de vez en cuando. Solía dejar a Sara conmigo aquí, pero ella, siendo la mujer de veintidós años que era, amaba salir con amigos. Y lo hacía siempre, solo que volvía en la noche para así yo no tener que dormir sola en la gran casa. Pasaba mis días vagando de aquí para allá, viendo películas y a veces durmiendo todo el día sencillamente.

2043 → j.b → spanish versionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora