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1.0

Pulsaciones.

Dolor.

Esas eran las primeras cosas que sentí cuando abrí los ojos. Estaba tumbada en una cama cálida, la sábana estaba hasta mi pecho y mis brazos encima de esta.

Espera.

Esta no era mi cama y este por supuesto no era mi propio cuarto. Me incorporé de mi posición acostada de inmediato, solo para arrepentirme cuando las pulsaciones en mi cabeza empeoraron. Miré a mi alrededor para ver que la habitación se veía como un costoso cuarto de hotel, pero la esta era la cosa: el distrito no tenía hoteles ni nada por el estilo. Estaba en otro lugar.

Cuando me bajé de la cama y caminé hacia la ventana solo confirmé que no estaba en mi hogar, y ya tenía una amarga sensación de dónde podía hallarme. Esa sensación se confirmó cuando un chico sin camisa entró al cuarto, en una mano tenía un vaso de lo que asumí era agua y en la otra tenía dos pastillas.

-Buenos días, solecito. -Sonrió.

Oh, esa famosa sonrisa. Estaba harta de ella.

-¿Dónde estoy, Justin? -pregunté, arrepintiéndome de hablar tan alto porque hizo que la cabeza me doliera aún más. Justin notó mi mueca y me entregó el vaso junto con las dos píldoras.

-Tómate estas, te ayudarán. -Hice lo que me dijo sin pensarlo mientras me las bebía.

Me di cuenta demasiado tarde de que podían haber sido drogas, pero esperaba que Justin no hiciera eso.

-¿Dónde estoy? -repetí una vez más porque no conseguí respuesta la primera vez que pregunté.

-En mi casa. En mi distrito. -Rió, colocando el vaso de agua en la mesa de la esquina.

-¿Así que estoy en el distrito uno? -Él sacudió la cabeza.

Estaba confundida, ¿no se suponía que el líder debía vivir en su distrito principal? Quiero decir, él gobernaba el distrito cuarto también, pero Lucas no vivía en el dos tampoco.

-Sería demasiado fácil para mis enemigos si viviera donde creen que vivo. -Rió de manera breve.

Su pecho estaba subiendo y bajando cada vez que inhalaba, y yo no podía evitar dejar que mis ojos admirasen su cuerpo sin camiseta. Era bastante atractivo, solo que tenía una personalidad horrible que hacía que su apariencia se sintiera distinta.

Suspiré en cuanto logré alejar mis ojos de él luego de una sesión de mirarlo, lo cual creo que notó. Podía decirlo por la sonrisa firmada en su rostro.

Miré alrededor del cuarto.

-Espera. ¿Qu...? -No pude terminar la oración, mi mandíbula cayó por lo que acababa de ver.

Mi vestido estaba tirado sobre una silla con mis zapatos justo debajo de él. Dejé que mis ojos viajaran por mi cuerpo, viendo que estaba usando una camiseta blanca -casi transparente- y un par de bóxeres negros.

-¿Acaso tú...? -tartamudeé, moviendo mis manos de manera extraña frente a nosotros dos.

-¿Te desvestí? -preguntó y yo asentí-. Sí.

Estaba sonriendo, mientras que yo me sonrojaba con furia. Ni siquiera estaba usando un brasier. Oh, por Dios, me había visto casi desnuda por completo.

-No te preocupes, nena, no espié... -Aseguró- tanto.

-Ugh -gemí, lanzando mis manos hacia mi cabello.

Todavía sentía el calor en mis mejillas cuando caminé hacia la ventana, intentando no mirarlo, sintiéndome un tanto pequeña ahora que había visto tanto de mí.