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Hubo un silencio sepulcral otra vez, ninguno quería hablar primero. Yo todavía estaba agachada contra la pared, el piso duro y frío me hacía temblar y envolver mis brazos alrededor de mí misma.

Había bastante tensión entre nosotros, incluso cuando pensaba que habíamos aclarado todo hace un instante. Por lo visto, Justin aún no terminaba. Seguía paseándose por el cuarto, hablando con personas por teléfono en susurros para que yo no pudiera comprender nada, y salía del cuarto de manera constante, volvía con archivos en las manos y luego salía de nuevo.

Él estaba sentado a la mesa, la única de la habitación, y leyendo algo, parecía muy concentrado. Y yo solo lo observaba, sin importarme si me descubría o no. Porque luego lo hizo, y yo lo seguí mirando. Él solo negó con la cabeza y apartó la vista de mí, tenía su atención puesta en lo que sea que estaba leyendo.

Si no lo conociera mejor, diría que estaba buscando algo de información. Pero sabía que algo planeaba, algo grande para vengarse de mi hermano. Y no podía evitar pensar que por eso todavía me tenía aquí con él. Como si me necesitara para algo de lo que no quería formar parte.

—¿Justin? —Mi voz estaba ronca, le echaba la culpa a estar callada por tanto tiempo. Su cabeza se disparó en mi dirección de inmediato, con las cejas y los labios fruncidos.

—¿Sí? —dijo con voz suave, pero no podía dejar que eso me engañase.

—¿Puedo volver a casa ya? He estado aquí por horas. Estoy hambrienta y sedienta —dije, levantándome del suelo de manera lenta. Él escudriñaba cada movimiento, entonces decidió que no me iba a dar respuesta. Después de un minuto esperando una que nunca conseguí, gemí y caminé hacia él

Cuando estuve parada frente al escritorio crucé mis brazos y él me miró de nuevo.

—Lo decía en serio, Justin.

—Cállate, Hunter.

—¿Por qué no me puedo ir a casa ahora? ¡Dijiste todo lo que querías! Todo lo que he estado haciendo esta última hora es mirarte mientras haces lo tuyo. ¿Por qué demonios no puedo volver a mi distrito? —dije fuerte, lo cual resultó con que él se levantara de su silla y caminase hacia mí, agarrando mi brazo.

—Dije que te callaras. No quiero oír tu voz ahora —gruñó, con su rostro peligrosamente cerca del mío.

—Y yo dije que quiero irme  casa —declaré con terquedad y él me apretó más fuerte, haciendo que yo pusiese una mueca. Mi cuerpo iba a acabar con bastantes moretones cuando volviera a casa.

—¿Por qué eres tan irritante? —inquirió, soltándome el brazo. Mi mano de inmediato calmó el dolor al frotarme las zonas rojas.

Justin me miró, y su expresión se suavizó un poco. Creo que tenía que ser un líder rudo, lo cual seguro significaba que tenía que ser rudo conmigo todo el tiempo, pero no parecía gustarle mucho. Su rostro caía cada vez que hacía algo para lastimarme.

—Porque te necesito aquí por un rato.

—¿Para qué? —cuestioné cruzando los brazos de nuevo. Esto no se veía bien para mí.

—Para mi plan. —Sonrió y se me cayó el corazón.

—¿Qué? —Tenía la sensación de que mi voz salió tan débil e impotente como me sentía ahora mismo.

—Me oíste. Vas a quedarte aquí hasta que tu hermano se dé cuenta de que estás desaparecida y venga a buscarte. Por supuesto, el primer lugar donde intentará buscarte es en el distrito uno. Y es ahí donde estaré, esperándolo a él y a sus hombres, esta vez preparado. Si quiere una pelea, pelea le daré. —Justin terminó y yo me quedé sin palabras. Conociendo a mi hermano, vendrá aquí a buscarme, y eso podría costarle la vida.

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