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0.7

—¿Qué fue eso? —pregunté conmocionada mientras veía que Justin se pasaba una mano por el cabello. Tiró de las puntas de este y pensé que se lo iba a arrancar de la cabeza, pero, para mi fortuna, removió la mano poco después.

—Nada —se sentó en la silla, chasqueando los dedos otra vez para que los hombres que todavía estaban en el cuarto se movieran frente a la puerta, haciendo de mi escape, una vez más, algo imposible.

—No diría con exactitud que no fue nada —bufé, cruzando los brazos sobre mi pecho.

Él solo gruñó y eligió ignorarme, mirando el archivo que le había traído más temprano. Mientras esperaba una respuesta, estudié su apariencia y no pude evitar soltar una risita cuando noté que se veía como mi hermano siempre que estaba sentado en la oficina: siempre tenso y leyendo unos papeles esparcidos por toda la mesa.

La cabeza de Justin se disparó hacia mí, deteniendo su lectura por un segundo para darme una mirada confundida.

—¿Qué es tan gracioso? —gruñó, tal vez pensando que me reía de él. Solo parte de ello era verdad.

—Nada. —Mordí mi labio para evitar reírme de nuevo debido a la mirada extraña que me envió—. Pero escucha, de verdad quiero irme a casa ahora. Así que, ¿puedes devolverme la carpeta y decirle a tus hombres que se aparten? —Intenté, viendo cómo una sonrisa se colocaba en su rostro. Casi gimoteé por la molestia, sus cambios de humor eran insoportables. Un segundo se veía listo para matarme, y al otro me sonreía como si no hubiera pasado nada.

—No lo creo, nena... Me gustaría que hicieras algo por mí primero. —Sonrió, echándose para atrás en su silla, con el archivo todavía en sus manos.

—¿Y qué podría ser eso? —Caminé hasta que mis medias golpearon la parte de adelante del escritorio de madera, inclinándome un poco para darle una mejor vista de mi escote.

Lo hacía en su mayoría porque quería que me dejase ir, pero también me gustaba ver que sus ojos se agrandaban pues no tenía vergüenza de mirar mis partes expuestas. No era un secreto cuando se trataba de echarle una mirada a alguien, lo aprendí muy pronto, pero era divertido de ver que en estos momentos ni siquiera el hombre más peligroso podía mantener la compostura.

—Bueno, me gustaría bastante traerte a casa y tal vez dejar que te desnudes para mí. Luego inclinarte sobre mi escritorio y follarte como nunca —murmuró y yo jadeé ante lo directo que era.

Nunca un chico me había hablado de la manera en que él lo hacía. No era tímido cuando se trataba de esto, parecía que hablaba de cosas como esta un montón de veces, y, sin embargo, no estaba segura de que él pudiera demostrarlo realmente.

—Pero no puedo, porque el hecho de que eres la hermana de mi más grande enemigo me enferma —añadió y sonreí.

—Qué pena, ¿eh?

—Tal vez podamos cubrir tu rostro con una máscara. —Se encogió de hombros y casi lo golpeé en la cara. Él estaba buscando una sola cosa, la única que yo no le iba a dar.

—Olvídalo —espeté y él solo sonrió.

—Cierto, eres virgen. ¿Cómo pude olvidarlo?

—¿Qué? —Yo no era virgen, y estaba claro que no actuaba como una. Así que, ¿por qué lo asumiría?

—Bueno, para empezar, eres demasiado estirada y nunca me dejarías ir tan lejos como yo quisiera. —Se levantó, caminando detrás de mí y colocando las manos en mi cintura.

No sé qué tan seguido me había hecho eso, pero mi cuerpo aún no estaba acostumbrado a su toque ardiente.

—No soy estirada —argumenté, pero mi comentario pasó desapercibido por Bieber.