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El sol se veía un poco endeble, pero aún con vida, negándose a dar paso al atardecer, cuando la puerta de entrada a la biblioteca sonó al abrirse. Por el umbral, apareció una joven de pelo largo, negro y liso, piernas finas y bien proporcionadas, que combinaban de manera perfecta con sus curvas, que se veían de manera sutil. No era una chica voluptuosa, pero sus proporciones eran armónicas, eso sumado a su cara de tez blanca, ojos profundos y grandes, parecía resplandecer ante el sol. Se movía con gracia y elegancia. Se dirigió hacia la estantería de medicina y buscó entre los libros, al parecer no había notado la presencia de Gustav, quien intentaba dejar de mirarla.

Nunca se le había dado muy bien el hablar conmujeres, "es la falta de experiencia", le decían sus amigos. Tal vez fueracierto, no lo sabía, pero en esos instantes se encontraba en la biblioteca solocon una hermosa chica, eso lo hacía ponerse incómodo. Comenzó a apresurar sulectura, quería irse rápido, pero el libro había resultado ser particularmenteinteresante, no había encontrado hechizos, pero entre las páginas logró hallar lo que parecía ser unaenciclopedia de los monstruos que existían en las épocas pasadas. Al parecer,había muchas especies, ¿se habían extinguido todas? ¿Acaso todas eran   violentas y anti humanas? Gustav estaba inmerso en sus pensamientos, así que no notó cuando la bella chica de cabello negro y largo se le acercó y le tocó el hombro.

 Al parecer,había muchas especies, ¿se habían extinguido todas? ¿Acaso todas eran   violentas y anti humanas? Gustav estaba inmerso en sus pensamientos, así que no notó cuando la bella chica de cabello negro y largo se le acercó y le tocó el hombro

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‒Eh, disculpa ‒le dijo la chica. Gustav se paró de un salto, sorprendido, ella debía medir un metro setenta, o un poco más, su mirada reflejaba curiosidad, probablemente por la reacción que acaba de presenciar, al pensar esto, Gustav se puso rojo.

‒D-dime ‒logró articular el joven.

‒Vaya eres muy alto, no lo había notado.

‒Sí ‒respondió escuetamente el chico.

‒¿Cuánto será lo que mides? ¿1.80?

‒Dos metros.

‒Wow, sí que eres alto ‒dijo la chica con una sonrisa‒. Bueno, no quería molestarte, pero necesito algo de ayuda.

‒¿En qué puedo ayudar? ‒Gustav no podía pensar con claridad, se perdía en aquellos bellos ojos.

‒Pues, verás, no encuentro un par de libros y quería saber si es que me podías ayudar a buscar ‒dijo la chica, mientras esbozaba una tímida sonrisa.

‒Claro, ¿qué libros buscas? ‒la chica le pasó un pequeño papel en el que tenía escrito los títulos de un par de libros con perfecta caligrafía, de anatomía humana ambos. Buscar, eso era algo que podía hacer, hablar con chica no se le daba bien, pero buscar libros era otra cosa, conocía ese lugar como la palma de su mano. Pasaron un par de horas revisando los libros hasta que ya se hizo de noche. La conversación amenizaba la búsqueda. La desconocida resultó ser una chica muy simpática y tierna con la que se podía hablar de muchas cosas. A medida que el tiempo pasaba, fueron conversando más y más. Gustav se enteró que era extranjera y que ese semestre había entrado en la universidad, por intercambio probablemente. Le dijo que también le gustaba leer e ir a la playa, toda la conversación fluyó de una manera que Gustav no había logrado con otras chicas.

‒Listo, por fin pudimos encontrarlos ‒le dijo Gustav, algo más acostumbrado a la presencia de la bella chica.

‒Sí, gracias, los necesitaba con urgencia.

‒Se nos hizo tarde buscándolos, ja, ja, ja...

‒¿Qué hora es? ‒preguntó ella algo preocupada.

‒Casi las nueve ‒le parecía que la chica se veía más bella aún, sus ojos eran más profundos, casi hipnóticos.

‒Lamento haberte hecho perder todo este tiempo, me tengo que ir, muchas, muchas gracias ‒dijo ella, mientras se giraba y salía de la biblioteca, despidiéndose con la mano que no sujetaba los libros. Gustav se quedó ahí parado, mirándola hipnotizado por la leve sonrisa que la chica le regaló mientras se iba, aquellos suaves labios que se curvaron en su hermoso rostro.

Pasados unos minutos, Gustav volvió del trance, casi gritó de alegría por lo que había ocurrido, esa chica era increíble, no había otra forma de describirla, era tan fina, tan linda, poseía tanta gracia que no cabía en su cabeza que todo eso hubiera pasado. Pero era real, o eso esperabera normado desde afieranecurso en sad.abiosmportante, el hecho de que los use enfocaba en las batallas y vitorias humanas, coma, así que tomó el libro que estaba leyendo para poder avanzar un poco más en su lectura, mientras sus energías volvían a ese lindo encuentro con aquella bella y misteriosa joven.

Una vez terminado el libro, salió rumbo a su casa, en el camino no encontró a nadie conocido, por lo que pudo andar más rápido y sin interrupciones. A veces sentía que algo lo seguía, no tenía claro qué era, pero esa sensación lo acompañó durante todo su camino a casa. Luego de llegar y ponerse a conversar con su familia, esa sensación de estar siendo espiado desapareció y Gustav la olvidó por completo.

‒Y siguen las restricciones de presupuesto ‒decía su padre sentado a la mesa, mientras tomaba café. El hombre, de unos cincuenta años y pelo negro con algo de canas, un poco más bajo que Gustav y de rostro serio, seguía con la conversación‒, no sé cómo quieren que operemos de esta forma.

‒Amor, creo que deberías pedir que te cambien de división, nadie ha visto nada no humano en muchos años, Dani me ha dicho que te ofrecieron un puesto de jefatura en el área de tránsito, podrías aceptarlo ‒la madre de Gustav, también de cara seria, pero con voz alegre, de unos cuarenta años de edad, estaba tomando un vaso de leche.

‒Tengo un deber para con mis subordinados, Marie, no puedo simplemente huir a otro sector, cuando las cosas van mal.

‒Bueno, yo solo decía...

‒¿Camila aún no llega? ‒preguntó Gustav, mientras comía algo de pan.

‒No, dijo que se iba a quedar a cenar en la casa de una amiga para seguir estudiando, esa chica realmente me colma, siempre en la calle.

‒Bueno, si es por estudio no le veo lo malo ‒dijo el joven Gustav, al tiempo que atacaba con fuerza un trozo de queque recién horneado que había enviado su abuela.

‒La consienten demasiado, por eso esa niña hace lo que quiere...

‒Marie, no empieces ‒le regañó su esposo.

‒Bueno, yo me voy a dormir ‒dijo Gustav, mientras se paraba‒, tuve un largo día y necesito descansar ‒de camino a su cama, esperaba soñar con la cara de su hermosa desconocida, aquella chica que había visto en la biblioteca. 

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora