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Había llegado media hora antes, la presión, ansiedad y ganas de no dar una mala impresión lo habían hecho tomar los recaudos necesarios para poder llegar treinta minutos antes sin mayor esfuerzo. Y ahí estaba, sentado en una banca de la plaza, esperando a que el tiempo transcurriera. Diez minutos antes de la hora pactada, divisó a Anastasia, que se acercaba por la derecha de la plaza hacia el café, vestía una linda polera blanca, una boina negra y una bella falda de color crema. Luego de observarla por unos instantes, se acercó hacia ella, quien lo vio venir y lo saludó con su mano alegremente, gesticulando para que se apresurara.

‒¡Hola! ‒saludó Anastasia.

‒Hola ‒respondió Gustav.

‒¿Y qué crees? ¿Cómo me veo? ‒preguntó, mientras daba una vuelta.

‒Muy bien ‒respondió Gustav, mientras trataba de no mirar las piernas de la joven que se mostraban más al levantarse levemente la falda con el giro.

‒Tenemos mucho que hacer y poco tiempo, en marcha.

Y así pasaron al café. Estuvieron un buen rato, conversando de forma alegre y natural, hablaban de muchas cosas, de la universidad, de las clases y de las últimas remodelaciones que se estaban haciendo en el lugar.

‒De verdad, te gusta mucho leer.

‒Eh, sí, es uno de mis pasatiempos preferidos, por así decirlo.

‒Me he estado preguntado... sabes hechizos especializados para ciertas razas, ¿o no?

‒Creo que sí, no son mi fuerte, pero sé algunos.

‒Algunos... ¿cuántos?

‒Eh, bueno... no los he contado, creo que son en total más de cincuenta ‒la cara de Anastasia mostró una genuina sorpresa.

‒Vaya, ¿y hay alguna raza en específico en la que tengas más dominio? ‒la chica en verdad era aficionada a esto de la magia, aún fuera de la biblioteca era un tema que tocaba, lo que lo entristeció un poco, esperaba que esta salida fuera más como una cita, parecida a las que se describían en los libros románticos.

‒Las más nombradas, es más fácil encontrar de todo sobre ellas.

‒¿Vampiros?

‒Sí, vampiros, conozco algunos hechizos sobre ellos ‒la cara de Anastasia nuevamente mostraba sorpresa.

‒¡Genial!

‒Sí, al menos a mí me encanta ese mundo, lástima que se hayan extinto todos estos seres.

‒¿Ah?

‒Puede sonar raro, pero, no sé, no me cabe en la cabeza que todos fueran malos y que la exterminación fuera el camino correcto.

‒Pienso exactamente lo mismo ‒le dijo la chica, mientras él sonreía tierno y tomaba un poco de su café. Gustav de nuevo se sintió hipnotizado por aquellos ojos, era perfecta y, lo mejor, compartía sus aficiones e ideales.

Luego de charlar otro rato, partieron rumbo al centro comercial. Gustav la acompañó a todas las tiendas, o casi todas, solo se rehusó a entrar a la de ropa interior femenina, por muchas insinuaciones que Anastasia le hiciera no entró, aunque por dentro su imaginación corría a toda velocidad, visualizando a la chica con las piezas de lencería que había en la vitrina. Estuvieron un buen tiempo vitrineando, Gustav acompañó a la chica a más tiendas de ropa y luego comieron algo. Esos ojos, esos dulces labios y esa encantadora sonrisa lo mantenían en un trance, el tiempo se fue volando y llegó el momento de la despedida.

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora