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En pleno barrio alto, se encontraban una bella mujer con un joven chico que parecía cansado, jadeaba y su cuerpo estaba sudado, parecía que había estado corriendo hacía poco.

‒Y eso fue lo que pasó, señora ‒relataba el joven aseador, testigo del encuentro entre Gustav, el profesor y luego la intervención de los policías. Él no superaba los veinticinco años, pelo negro, tez pálida, de estatura promedio y unos ojos opacos. Estaba dentro del grupo de limpieza de la universidad, no tenía mayores ambiciones, sin embargo, este trabajo nuevo que había conseguido le reportaba unos billetes extras, los suficientes como para poder darse pequeños gustos.

‒Bueno, así que la policía anda tras el chico, eso cambia las cosas ‒la mujer de una tez blanca muy poco natural y pelo largo y liso color negro, jugueteaba con una manzana‒. De nuevo habrá un desequilibrio y será por este jovencito, ahora mi pregunta es qué lado apoyará este humano, ¿será fiel a su raza o su corazón?

‒Señora, pero, ¿debe necesariamente haber una pelea? ‒el joven poco a poco, conforme pasaban los días, se había dado cuenta de que esa mujer no era humana, un día ella misma se había encargado de aclarárselo. Era una momia, antigua guerrera de una civilización ya olvidada, que había vuelto a la vida en aquella forma. La mujer le había contado al inesperadamente poco exaltado joven más detalles, que al parecer existían más monstruos ocultos, que ella no recordaba casi nada de su vida antes de la muerte, que esperaba todos los monstruos se unieran y buscaran venganza contra los sanguinarios humanos, que le gustaba el azul y por eso era que siempre gustaba vestir ropas de esos tonos, y un sinfín de cosas más. Al joven le daba lo mismo la humanidad o las bestias, la vida o la muerte, él quería vivir en su metro cuadrado sin esforzarse demasiado, así que no le importaban asuntos de guerras o conspiraciones.

Su última misión había consistido en espiar a un chico, estudiante de la universidad en la que él trabajaba haciendo el aseo, quien se juntaba constantemente con una bella joven, que irradiaba un aire de distinción al caminar, y que hacía poco, además, en las afuera de la universidad, se reunían con una joven rubia también muy linda. Esto no le causaba el menor celo, su nivel de apatía por la vida estaba creciendo de manera sostenida y no parecía importarle casi nada, la mujer de tez blanca que lo había contratado lo había hechizado con unas vendas que le permitían pasar inadvertido entre los demás, de esta forma, su tarea se había hecho mucho más sencilla.

‒Le daremos al grandote un poco más de tiempo, antes de entrar en acción, dependiendo de cómo resuelva el tema con la policía, veré qué hago. Muchas gracias, Víctor, puedes retirarte, recuerda venir la semana entrante a retirar tu paga.

‒Bueno ‒y así el joven se retiró, la sensación de apatía que sentía era cada vez mayor, quizás debería ir al doctor, no lo sabía con certeza. El punto era que consultaría más tarde, otro día, quizá la semana entrante.

En el cuartel, el ambiente se podía cortar con cuchillo, miradas de ira en todas las direcciones posibles llenaban el lugar.

‒Barras, ¿me puede explicar qué estaba pasando por su cabeza, atacando universitarios en el campus sin una orden jurídica, sin permiso del Jefe Central? ¿Acaso quiere arruinar la operación y, de pasada, que nos saquen a todos de nuestros puestos?

‒Si es que no estuviéramos hablando de su hijo, le aseguro que no estaría ni la mitad de enojado, Don David ‒dijo Barras, irónico, destacando el "Don David".

‒No juegue con mi paciencia, Barras.

‒En estos momentos, no tiene el poder para retenerme aquí, soy su superior provisional, recuérdelo.

‒Y usted recuerde eso, que es provisional‒ le dijo David con un tono agrio.

‒Ya veremos por cuánto tiempo mi condición será solo provisional ‒le respondió Barras con una sonrisa, mientras se levantaba de la mesa principal, ubicada en el centro de aquel cuartel, un amplio lugar en el que se hacían normalmente las reuniones. Barras se retiró tranquilo, había logrado constatar lo que esperaba, ese chico estaba ocultando algo y él lo haría hablar.

A varios metros del cuartel, un par de ojosgrandes seguían con la mirada al oficial Barras. Entre los arbustos estaba una joven,de pronunciado busto, cintura ajustada y pelirroja que lo miraba con recelo,presentía que debía actuar y lo antes posible para acelerar todo lo que se ibaa venir encima. En aquella tranquila ciudad, había sido encendida la chispa dealgo grande y casi nadie lo había dimensionado.   

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora