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‒Cabo Cubillos reportándose.

‒Estoy ocupado, espero que sea algo importante ‒la oficina de David era bastante amplia, decorada muy sobriamente, unos cuadros adornaban las paredes, el escritorio solo tenía el computador y una foto enmarcada de su familia, una pequeña ventana permitía que entrara luz desde la calle.

‒Durante la tarde, su hijo y las sospechosas fueron atacados por desconocidos, señor.

‒¿Legionarios otra vez?

‒Me temo que no, señor.

‒¿Entonces?

‒Hicimos un escaneo de huellas, eran dos miembros del cuerpo de asalto de Barras.

‒No ha solicitado permiso para traer a nadie y menos para atacar gente sin una orden formal, ¿los agresores están bajo custodia?

‒No, su hijo y las sospechosas los dejaron fuera de batalla, hicimos el análisis, cuando supimos quiénes eran, volvimos para tomarlos en custodia, pero ya no había señales de ellos.

‒¡Maldición, Cubillos! Espero asuma las consecuencias de ese error... Prepare un equipo, arrestaremos a cualquier otro miembro del grupo de Barras que haya entrado armado sin el permiso respectivo, ¿averiguaron dónde se hospedan?

‒En el Hotel Plaza, señor.

‒Bien, en una hora salimos, prepare un equipo de al menos veinte hombres, no será sencillo lidiar con esos tipos.

‒Como ordene.

‒Con respecto a mi hijo, ¿saben su paradero actual?

‒Lo lamento, señor, le perdimos la pista, nos centramos en los desconocidos.

‒Sí, veo como se centraron, dejándolos escapar, en fin, prepare todo, yo mismo comandaré el grupo de asalto.

David se sentía realmente furioso, Barras no se cansaba de hacer lo que quería, era como si pensara que las leyes no estaban hechas para él. Si traía a sus mercenarios a la ciudad, era obvio que no los podría mantener a raya y, a la primera, se lanzarían a matar cualquier sospechoso que encontraran. No entendía qué evento afortunado le había permitido sobrevivir a su hijo al ataque de esos matones, pero era cuestión de tiempo antes de que le dieran caza. Los antecedentes eran lapidarios, un policía con memoria borrada al que se le había visto siguiendo a Gustav, restos de magia Liberus. Señales de magia de bestias cerca de su hijo y en las nuevas amigas que tenía. La guinda de la torta, los Legionarios que tenía retenidos en prisión que aseguraban haber sido derrotados por magia élfica y fuerza de un vampiro. En algún momento, tendría que soltarlos y apenas lo hiciera, correrían donde Barras. No podrían acusarlo de nada, pues atacar con magia a humanos era penado con al menos un mes de prisión, pero el testimonio de aquellos fanáticos le daría a Barras el piso necesario para que pudiera actuar con impunidad. Las cosas se salían rápidamente de control, debía aclarar todo con su hijo, cara a cara, lo antes posible.

En otro lugar de la ciudad, el teléfono de Barras sonó, mientras este miraba el suelo. Donde antes había estado el cuerpo del chico a quien iba a matar, ahora había trozos de cemento, tierra revuelta y vendas blancas... sin duda, era obra de una momia. Tratar con elfos o vampiros era una cosa, pero las momias estaban en otro nivel. La situación se estaba poniendo muy complicada, había que actuar antes de que fuera tarde. Su celular sonó.

‒Aló.

‒Descubrieron que tu equipo está en la ciudad, van a hacer una redada para tomarlos en custodia ‒el sargento primero, que estaba al teléfono en estos momentos, hacía un tiempo trabajaba como topo, filtrando información a Barras a espaldas de David.

‒Ok, gracias por la información ‒Barras colgó, ese maldito idiota, solo lo retrasaba. Sino actuaba ahora sería demasiado tarde, lo retendrían, dando tiempo para que todos escaparan de la ciudad. Marcó un número en su teléfono móvil y esperó.

‒Aló ‒respondieron al otro lado de la línea.

‒Solicito permiso Tipo A de manera urgente.

‒Barras, esa clase de permisos no se dan de forma express.

‒Por eso lo llamo directamente, señor, adjunté todos los datos en un correo que acabo de enviar desde mi móvil, no pediría esto de no ser urgente.

‒Déjame revisar la información... oh ... bueno ... esto ‒se escuchaba como al otro lado de la línea se tecleaba a toda velocidad‒. Tienes razón para pedir esto de forma urgente. Bien, Barras, oficialmente acabo de darte permiso Clase A para actuar en esa ciudad. En el correo, dice que tu equipo está listo, suerte.

‒Gracias, señor ‒Barras cortó y partió rumbo al hotel donde se encontraba su gente.

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora