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Gustav, luego de ser cubierto por las vendas, trató en vano de zafarse, sentía como se hundía un poco más con cada segundo que pasaba. El sonido de la tierra siendo removida lo acompañó por unos diez minutos, las vendas lo apretaban impidiendo que pudiera moverse, solo podía respirar y pestañar, pero cada minuto, perdía un poco más la conciencia, hasta que cayó dormido.

Al despertar, lo primero que vio fue la cara de su bella novia, Anastasia, que sollozaba sin parar.

‒¡Despertó! ‒la voz de Ani llegó de golpe, unos suaves brazos lo rodearon y el inconfundible aroma de la elfa invadió su nariz.

‒Déjalo ‒Anastasia se había recompuesto un poco y ahora miraba enojada a la elfa que había desplazado a la chica de pelo negro y abrazaba la cabeza de Gustav.

‒La poligamia era permitida, tanto en los elfos como en los vampiros.

‒No le des ideas raras, Ani ‒Anastasia fulminó con la mirada a su amiga que se reía por la reacción de la joven vampiresa.

‒Calmen las hormonas, chicas. Humano, ¿cómo te sientes?

‒Bien... disculpe, ¿quién es usted? ‒la sorpresa del chico era solo comparable a lo aturdido que había quedado al ver a la bella mujer, el chico traicionado por las hormonas no podía dejar de mirar de arriba abajo a la desconocida.

‒Qué modales los míos, mi nombre es Cleo, soy una momia ‒dijo la mujer. Aparentaba unos treinta años, pelo en melena negro, vestida con un traje de dos piezas, ajustado a sus pronunciadas curvas.

‒Ah... ¿dijo una momia? ‒Gustav tenía que esforzarse para procesar todo, seguía aletargado.

‒Sí, mis vendas te salvaron en tu pelea con Barras, debo admitir que tenías todo bien controlado, pero las reliquias siempre hacen la diferencia ‒eso golpeó fuerte al chico, recordó todo y cómo en dos peleas aquellos objetos habían dado vuelta el desarrollo de la batalla‒. Vaya, veo que te frustra todo esto. ¿Sabes? Te he estado siguiendo, primero por curiosidad, luego por algo más, es la primera vez que veo a un humano como tú, preocupado realmente por "monstruos", como nos llaman los de tu raza, no te asustas ni nos atacas. Nos hablas como iguales, te sonrojas y hasta te causamos deseos. Hace unos segundos, me desvestiste con la mirada, siendo que te dije que era una momia.

‒¡Auch! ‒Anastasia le dio un golpe en la cabeza a Gustav.

‒No tienes que andar mirando todo lo con cintura que se mueva, me tienes a mí.

‒O a mí ‒agregó Ani.

‒Auch, era broma mujer... ¡Qué celosa!

‒Volviendo al tema. Soy mucho mayor de lo que aparento, yo pude vivir los últimos años de la Guerra Oscura o Gran Guerra, como la llaman ustedes. Y tengo la sensación de que puedes cambiar las cosas, así que decidí apoyarte. Jovencito, si lo deseas, te puedo regalar una reliquia que poseo.

‒¿De verdad harías eso? ‒Gustav no lo podía creer, esa mujer que acaba de conocer le estaba ofreciendo lo que le faltaba para poder hacer frente a sus nuevos enemigos, por fin estaría un paso más cerca de fortalecer la seguridad de Ani y Anastasia‒. Encantado, acepto.

‒Gustav era tu nombre, ¿cierto? No te queda tiempo, tendrás que escoger entre los que son humanos y los que no.

‒Pero si nos dijiste que tú creías que podíamos coexistir ‒le recordó Ani.

‒Creo firmemente eso, pero esta ciudad no, en estos momentos se van a enfrentar Barras y los suyos contra tu padre y la policía, al tener reliquias, van a vencer a tu padre con cierta facilidad y vendrán por ustedes tres.

‒Si voy a ayudar a mi padre y logro derrotar a Barras, podré conversar con él y convencerlo de que podemos coexistir.

‒Le vas a pedir al jefe de la rama de la policía encargada de atraparnos y matarnos que por favor coexista con sus presas, ¿sabes lo ridículo que suena? ¿Sabes cuántos de nosotros murieron en las manos de tu padre?

‒Le vas a pedir al jefe de la rama de la policía encargada de atraparnos y matarnos que por favor coexista con sus presas, ¿sabes lo ridículo que suena? ¿Sabes cuántos de nosotros murieron en las manos de tu padre?

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‒No creo que haya matado a nadie ‒Gustav nunca se lo había planteado, su padre y la brigada en que trabajaba, quizás se había encontrado antes con no humanos, ¿los habría atacado? ¿Los habría atrapado? ¿Ignorado? Quería creer que no había sangre en las manos de su padre, no creía que fuera capaz de atacar o capturar a alguien por el solo hecho de ser diferente, era más que eso, más que mal, Gustav era así por la educación que sus padres le habían dado, así que la posibilidad de su padre atacando a alguien sin alguna razón de peso, no era concebida en la cabeza del chico.

‒La única opción que veo es que me acompañen, huyamos de aquí.

‒Dame dos horas, para ir a ayudar a mi padre y tratar de razonar con él, sino me iré con ustedes, pero tengo que intentar que todos podamos estar juntos.

‒Gustav... no es necesario, estaremos seguras con ella, no dejes a tu familia por nosotras.

‒Las acompañaré hasta el fin del mundo, mi corazón les pertenece, así como mis sueños y mi poder. Anastasia, Ani, denme la oportunidad de tratar de arreglar esto para que podamos seguir como hasta ahora.

‒Si no me afirmas, voy a abalanzarme y lo violaré aquí mismo ‒dijo Ani, mientras se secaba los ojos.

‒Gustav... ‒Anastasia lo abrazó con fuerza, quería abrir los ojos y despertar, que todo siguiera como en un principio, sin batallas ni peleas, solo ellos sentados en el pasto.

‒Toma ‒Cleo acercó a Gustav una pulsera de oro y con un rubí en el centro‒. Es el Sueño del Faraón, fue fabricada en el antiguo Egipto, desde hoy será tu primera reliquia, solo con pedirlo se activa y aumenta tus capacidades físicas y mágicas más que cualquier otra, además, está continuamente cargando magia que puede ser liberada como un gran rayo, lleva varios años sin ser usada, así que si aciertas con el rayo a alguien, sin importar las defensas con que cuente, lo derrotarás.

‒Gracias, de verdad... señorita.

‒Llámame Cleo, si me hubieras dicho "señora" te noqueaba aquí mismo ‒dijo ella, sonriendo.

‒Cleo, ¿dónde se enfrentarán mi padre con Barras?

‒En el Hotel Plaza, apresúrate que deben haber comenzado a pelear.

Gustav se puso la pulsera en su mano, preparó sus cosas, su varita, acordó el plan a seguir, si no lograba vencer a Barras o no convencía a su padre, escaparía al punto de encuentro, el bosque norte, ahí lo estarían esperando las tres bellas chicas. Si lograba convencer a su padre iría ahí a buscarlas para volver a la ciudad, con el apoyo de su progenitor algo podrían hacer para defenderlas o planear una salida de la ciudad con más tiempo y de forma más ordenada.

Al salir del departamento, una voz lo detuvo.

‒Quieto ahí Gustav ‒desde atrás de un poste, surgió un hombre, Cubillos, un subordinado de su padre‒. Baja la varita y acompáñame, estás bajo arresto.

Todo lo que el chico había planeado se desmoronaba con esto, maldijo internamente mientras trataba de reponerse mentalmente y pensar en cómo salir de lo que acababa de surgir.

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora