7

173 9 0
                                    


La brisa del viento movió el pelo de Gustav, sin que este pareciera notarlo, el chico se encontraba mirando el cielo en los patios de la universidad, presa de sus pensamientos...

‒Hey, vuelve.

‒¿Qué pasa? ‒preguntó Gustav.

‒Desde hace un tiempo, parece que andas por las nubes, estamos almorzando como amigos, los Cuatro Fantásticos, así que di algo también ‒le dijo Alfonso, pequeño, con barba y ropas siempre de lana, lo que denotaba que venía del sur.

‒Déjalo ‒le dijo Jorge‒, es el amooooor lo que lo tiene así ‒el joven tenía el pelo rubio y totalmente desordenado, creciendo en direcciones que desafiaban a la gravedad. Además, era casi del mismo porte que Gustav y tenía ojos azules, era el rubio del grupo.

‒Já, quién pensaría que una chica como ella se interesaría en ti ‒dijo Ignacio que, como siempre, tenía una mirada algo neutra, su tez clara y andar tranquilo lo hacían pasar muchas veces inadvertido, uno de los más cercanos a Gustav.

‒¿Cuánto han progresado? ‒dijo Daniel, que como todos sabían, era muy alegre y algo psicópata cuando se trataba de chicas, de baja estatura, buscaba con ímpetu alguna chica para que fuera su novia, hasta ahora sin resultados.

‒¿Con respecto a qué? ‒dijo Gustav, luego de suspirar.

‒ Ya sabes... qué tan "íntimos se han hecho".

‒Como siempre, solo pensando en esas cosas ‒dijo Ignacio. A diferencia de este, Daniel era bajo y de pelo castaño, mientras Ignacio era de una tez blanca casi peligrosa y de pelo negro, apodado por sus amigos como Ligero.

‒Dejemos tranquilo al señor, de lo contrario, se va a ir a meter a la biblioteca de nuevo.

‒Qué gracioso ‒le respondió Gustav, algo enojado.

‒Vamos, que era una bromita ‒le dijo Jorge, fingiendo un tono de ternura.

‒Tienes un tornillo suelto.

‒Definitivamente ‒convino Ignacio.

‒La cosa es que si sigues dejándonos botados por tu polola y los libros te sacaremos de los Cuatro Fantásticos y pondremos a Daniel de sustituto, no es bueno, pero es mejor que nada ‒le dijo Jorge.

‒A todo esto, ¿a qué llaman "los Cuatro Fantásticos"? ‒preguntó Daniel.

‒Pppfff, un año juntándote con nosotros y aún no lo captas.

‒Merece la muerte o el exilio ‒dijo Juan, mientras se sentaba en la mesa. Juan era un joven de tez morena y algo corpulento, un genio de la ingeniería que lamentablemente perdía todo el dinero que ganaba con sus ayudantías gastándolo en mujeres. Su última afición, las rusas.

‒Pero, en serio, ¿de qué se trata? ‒volvió a preguntar Daniel.

‒Moriré antes de revelar el secreto ‒dijo Jorge, que por alguna razón que nadie entendía y que Jorge no se molestaba en explicar, no se peinaba, por tanto, su pelo rubio era una maraña que parecía tener vida propia.

‒Ah, por Dios, es tan obvio ‒dijo Ignacio con tono molesto‒, éramos cuatro amigos y Jorge un día nos denominó los Cuatro Fantásticos.

‒¡Traidor! ‒le dijo Jorge, aún fingiendo un tono dramático.

‒No nos desviemos del tema, estábamos molestando a Gustav que nos cambió por la chica muda ‒dijo Juan.

‒Es verdad ‒respondió Daniel, el más bajo en estatura del grupo.

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora