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Gustav estaba en el patio donde se practicaba tenis, a esa hora de la tarde ya habían quitado las mallas de todas las canchas. El chico respiró hondo y lanzó el hechizo.

Flotas ‒la pequeña piedra se meció en el aire. La magia había sido perfeccionada para luchar contra otras especies, no contra humanos, por ende, había pocos hechizos fuertes para la lucha humano-humano. Debía hacerse más poderoso, lo tenía claro, en su nivel actual no podía defender completamente a su amada Anastasia. El chico volvió a tomar aire y lanzó otro hechizo.

Inpacto ‒esta vez de su varita salió un proyectil mágico que golpeó la piedra, partiéndola en varios trozos.

‒Oh, nuestro mago sigue practicando sin cesar ‒la dulce voz de la elfa inundó el lugar.

‒Ani, ¿cómo estás? ‒le dijo Gustav sorprendido por la repentina llegada de la joven.

‒No me quejo ‒le respondió la bella Ani, mientras entraba a las canchas de tenis.

‒¿Qué haces por acá?

‒Estoy buscando a mi amiga, ¿la has visto?

‒Creo que está terminando un trabajo en la biblioteca.

‒¿Y no estás con ella? Pero qué novio más displicente.

‒Me encantaría estar todo el tiempo con ella, pero tengo que entrenar para volverme más fuerte y así poder protegerlas. Además, cuando estamos juntos... se desconcentra un poco.

‒Te muerde todo y no estudia nada, ¿no es así? ‒le dijo la elfa, mientras lo miraba divertida.

‒No dije eso... ‒ Gustav se puso rojo como tomate.

‒De momento, dejémoslo así, bueno, chico listo, yo me voy, pero antes... creo que tengo algo en el mentón, ¿lo ves?

‒No veo nada ‒le respondió el chico, mientras se acercaba para mirar con detenimiento. Cuando estuvo a tiro, la chica de un brinco le robó un beso para luego lanzarse hacia atrás.

‒Sin eso no tendría fuerzas para seguir la búsqueda ‒le dijo la elfa con una sonrisa.

‒Si Ani nos ve, nos corta en pedacitos.

‒Tengo su permiso ‒dijo, con una sonrisa, la chica.

‒Si le cuento cuando la vea, entonces no tendrás problemas, ¿cierto? ‒al ver la cara de terror de Ani solo pudo evitar reír‒. Está bien, guardaré el secreto, solo preocúpate de no causar líos en el campus.

‒Me voy entonces y no te preocupes, estaré bien tranquila, me comportaré como una señorita.

‒Claro, claro, que te vaya bien.

El joven siguió entrenando mientras la chica caminaba por el campus rumbo a la biblioteca.

Los pasos ligeros y la risita que siempre acompañaba la llegada de su amigo hizo que Gustav supiera que se acercaba Cristian incluso antes de que pudiera verlo.

‒Pero, ¿si no es el mismísimo mago que le dio una lección a nuestro profesor?

‒Cristián, estoy ocupado ‒le dijo Gustav, fingiendo estar molesto.

‒Vamos, Gustav, descansa un rato ‒diciendo esto, le lanzó un refresco a su amigo.

‒Gracias ‒le respondió, atrapando la lata.

‒¿Se podría saber la razón por la que estás practicando tanto?

‒Hay un torneo dentro de poco en el que quiero participar ‒mintió a su amigo.

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora