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Segunda parte.


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La noche estaba en silencio, ni siquiera el viento se hacía presente. Por la entrada norte de la ciudad, se acercaba a paso ligero un grupo de seis hombres, Barras los esperaba con gesto impaciente.

‒¿Me podrían decir la razón por la que tardaron tanto? ‒la cara de Barras mostraba la irritación que lo dominaba en esos momentos, sus ojos fustigaban a los recién llegados, pasando de uno a otro, quizás con la intención de repartir la ira que sentía.

‒Seguimos un rastro mágico, lamentablemente lo perdimos ‒le dijo uno de los recién llegados.

‒Bueno, da lo mismo, síganme ‒les respondió, de forma seca, Barras, para luego dar media vuelta y comenzar a caminar.

El grupo avanzó por las desiertas calles hasta un pequeño hotel y subieron hasta el tercer piso, donde entraron a una solitaria sala.

‒El lugar parece pequeño, pero es bastante lujoso ‒les aseguró Barras.

‒Esto parece un pueblo fantasma ‒le dijo el que parecía el líder del grupo, que hasta ahora era el único que había pronunciado palabras desde su llegada.

‒¿Qué esperas, si son las tres de la mañana de un día martes? ‒le respondió un segundo miembro del grupo, de mirada alegre y grandes ojos cafés.

‒No me agrada esto, es como si fuéramos los malos, entrando escondidos, ocultos ‒le respondió el primero.

‒De momento es así, no me llevo bien con el idiota que dirige el lugar ‒les dijo Barras, mientras les hacía un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto.

‒Deberían hacer público todo, así nos darían el respeto que nos merecemos ‒le acotó un tercer miembro del grupo, más alto que el resto.

‒Recuerden que todo esto no lo hacemos buscando reconocimiento, sino que para proteger a la gente ‒les dijo Barras secamente.

‒Lo sabemos, jefe ‒le murmuraron los hombres del grupo.

El grupo era bastante homogéneo, todos medían casi lo mismo, solo uno destacaba por su porte por sobre el resto, usaban capuchas que hacían que no se viera su pelo, además de ocultar sus facciones.

‒Como les dije, tenemos un par de problemas en esta ciudad.

‒Nada muy distinto de lo normal ‒le respondió a Barras uno de los miembros del grupo.

‒Esta vez hay un humano defendiendo a las bestias ‒les comentó su jefe.

‒A veces, nos ha pasado eso ‒acotó otro de los que habían llegado, mientras se acomodaba en una silla.

‒Este humano sabe magia, en niveles avanzados ‒aclaró Barras.

‒Eso es una complicación, pero nada con lo que no podamos lidiar ‒le respondió el más alto a Barras.

El oficial Barras abrió una botella de licor y se sirvió un vaso a cada uno.

‒Este humano es hijo del maldito con el que no me llevo bien.

‒Uff, ¿y cómo se llama este humano? ‒le respondió el que parecía ser el más hablador del grupo.

‒Gustav.

‒Entonces, supongo que tendremos que eliminarlo a él también ‒acotó el tipo más alto.

‒Opondrá resistencia cuando estemos capturando a las bestias, aprovechen eso y desháganse de él, el mundo no necesita traidores a la raza ‒les dijo Barras.

‒¿Y su padre?

‒Si intenta algo, yo mismo me encargaré de él ‒les respondió con una sonrisa quien los había traído, el oficial Barras.

Los recién llegados se acomodaron y prepararon las cosas, comerían algo antes de comenzar a planear lo que se venía.

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