3

193 13 0
                                    


Estabanen plena clase, en el optativo de historia que impartía la Universidad, el curso que supuestamente se enfocaba en lo ocurrido en la gran guerra. Para decepción de Gustav, era una basura, tocaba todo de forma muy superficial y solo se enfocaba en las batallas y victorias humanas, como si se tratara de una clase propagandística. No se hablaba de un tema de fondo bastante importante, el hecho de que los humanos habían exterminado a todos, genocidio. Gustav a la mala había aprendido a cuando callarse sus comentarios, una vez por expresar esa opinión en un foro abierto había terminado detenido por la policía, cosa que no le había hecho ni la más mínima gracia a su padre, como resultado había sido castigado y multado, tanto en su casa como en su universidad. El tema no se hablaba, así que era injusto culpar al curso en sí, probablemente estaba siendo normado desde afuera. Triste por llegar a tal conclusión, salió de la sala al terminar la clase para, de cierta forma, esconderse en la biblioteca, libre de tantas normas y vetos. Allí se encontró con Anastasia, juntos fueron a la biblioteca.

‒Bueno, este sábado va a estar bastante fresco, o eso dicen, pensaba salir a dar un paseo por la ciudad, pero aún no me ubico bien ‒mientras lo decía, bajó la vista y comenzó a jugar con su pelo.

‒Yo no conozco mucho la ciudad, no soy de salir mucho, pero si quieres, podría ayudarte ‒dijo Gustav, tímido.

‒¡¿En serio?! ‒respondió la chica, mientras brincaba de la silla y levantaba la vista con una mirada alegre. La gente de los alrededores la hizo callar, más que mal, estaban en la biblioteca. La chica se volvió a sentar algo avergonzada.

‒Sí, si quieres, puedo ser tu guía ‒era la primera vez que veía a Anastasia perder la compostura de esa forma, eso hizo que riera entre dientes.

‒¿Qué es tan gracioso? ‒preguntó Anastasia, fingiendo estar enojada.

‒N-no, nada, disculpa ‒dijo Gustav, aguantando la risa.

‒¿Dónde nos juntamos y a qué hora?

‒Tengo el día libre, dime el lugar y hora que más te acomode.

‒Mm... ‒la chica miró al techo pensando, se veía muy tierna de esa forma‒. ¿Qué tal en el café central, a las dos en punto?

‒Ahí estaré, entonces.

‒Está decidido. Por cierto, ¿qué has estado leyendo?

‒Un texto de hechizos que encontré, de autodefensa, bastante complejo, nunca los vi en clases ‒los ojos de la chica brillaron de forma extraña durante un instante, mientras Gustav decía eso.

‒ ¿Y has logrado dominarlos?

‒En parte, algunos requieren mucha energía, por lo que al hacerlo caería inconsciente o podría hasta morir...

‒Oh, qué mal. Pero al menos conoces esos hechizos, eso ya es mucho más de lo que otros pueden decir.

‒Los otros dirían que es una pérdida de tiempo.

‒Pero yo no ‒le dijo ella, mientras le guiñaba el ojo.

‒Gracias ‒le dijo Gustav, sonrojándose‒ en fin, por complejos que fueran, eran bastante interesantes.

‒¿Por qué lo dices?

‒Bueno, descubrí, por ejemplo, que hay hechizos específicos para cada especie, además de los genéricos.

‒¿Qué quieres decir?

‒Por lo que he leído, algunos hechizos afectan a todos los monstruos por igual, otros en cambio, están diseñados para una raza en particular y al ser lanzados sobre otra raza podrían, incluso, no afectarles.

‒Oh, no tenía idea de eso.

‒Ni yo, cosas como estas deberían ser enseñadas en las clases de magia, que parecen más clases de historia...

‒Como siempre quejándote ‒dijo la chica, mientras reía entre dientes.

‒La magia en sí es un arte, no solo un arma, y que todo ese conocimiento se pierda...

‒Lo sé, lo sé, pero no hay mucho que podamos hacer, solo somos estudiantes ‒mientras decía esto, Anastasia se levantó de la silla‒. Me tengo que ir, recuerda, a las dos en el café central, si no vas o te retrasas, no te lo perdonaré ‒y se fue, despidiéndose alegre.

Anastasia siempre se iba a cierta hora a su casa, antes que él, Gustav había estado planteándose irse a la misma hora que ella y preguntarle si la podía acompañar, pero no se atrevía, no quería destruir lo que había logrado con ella, era una bonita relación que deseaba proteger y perpetuar, estaba seguro de estar enamorado de Anastasia, pero no creía que sus sentimientos fueran correspondidos, así que prefería dejar las cosas así, verla irse y esperar al otro día para poder apreciar como su belleza iluminaba el umbral al entrar en la biblioteca. No podían juntarse en otro sitio, sus horarios eran muy distintos y había mucha gente, era difícil encontrar lugares tranquilos para poder conversar y la verdad era que Gustav no quería sacrificar el leer sus libros por estar con Anastasia, si es que no había una certeza clara de que lograría estar con ella al abandonar la lectura, por eso el hecho de que ella viniera a la biblioteca le acomodaba mucho, era un idea egoísta y que tenía claro que eventualmente abandonaría, estar con Anastasia estaba siendo una necesidad vital para él.

Por unos días, la magia dejó de ser la prioridad para Gustav, Anastasia se aparecía constantemente entre sus pensamientos. Al ver su sonrisa, su mente se desconectaba de su cuerpo, que parecía necesitar estar con ella, casi como si se tratara de una droga que, de forma dulce, lo envolvía en un ensueño permanente. Fueron estos los pensamientos que lo mantuvieron ocupado hasta el día en que se iba a reunir con Anastasia, la bella chica de cabello negro y ojos profundos. 

   


Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora