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Gustav despertó en el departamento de Ani. Anastasia y la elfa lo miraban preocupadas.

‒¡Guau, estoy como nue... ‒se detuvo a media frase, el cansancio lo golpeó con toda su fuerza, quizás no estaba herido gracias a las curaciones de las chicas, pero el cansancio de la pelea seguía pasando la factura‒. Gracias, chicas ‒les dijo un sonriente, pero agotado Gustav, mientras se sentaba en el sofá.

‒Te curamos lo mejor que pudimos, de verdad estábamos preocupadas, llevas dos horas inconsciente.

‒Yo te curé, tu novia se dedicaba a llorar, besarte y morderte, en ese orden.

‒N-no fue así ‒murmuró, sonrojada, Anastasia.

‒Lamento haberlas preocupado, de nuevo no pude defenderlas como se debe.

‒No digas estupideces ‒Anastasia lo rodeó con sus brazos, su aroma, dulce, calmó al desanimado chico al que le dieron ganas de fundirse con su novia, ser uno y olvidar todo, besarla, recorrer su cuerpo y encontrar todos sus secretos, trató de volver en sí‒. Por lo que me dijo Ani, mucho hiciste, luego de ese hechizo defensivo de teletransportación un humano normal no podría ser capaz de moverse, solo gracias a que tienes fuerza sobrenatural por nuestra relación pudiste seguir peleando, pero con un gasto físico enorme a cuestas.

‒Además, el otro humano invocó una reliquia, aun estando con toda tu fuerza y energía no podrías haber hecho mucho. ‒¿Una reliquia? ‒Gustav entendía ahora la razón de que su cuerpo no hubiera estado a la altura de la pelea, no había investigado bien los efectos de aquel hechizo defensivo, un craso error.

‒Objetos mágicos que tienen propiedades únicas, además de dar habilidades a quienes las invoquen ‒le explicó Ani.

‒¿Que habilidad le daba aquella daga? ‒preguntó Gustav, había leído sobre las reliquias, armas de la antigüedad, usadas en la gran guerra, no sabía que aún hubiera personas que tuvieran alguna y que, además, supieran usarlas.

‒Lo ignoro, son muchas reliquias, cada una con su peculiaridad, solo son conocidos los detalles de las más fuertes y famosas ‒dijo la elfa.

‒Diablos, ¿quiénes eran? ¿Por qué te atacaban? Con esas reliquias ahora metidas en esto, no seré capaz de defenderlas.

‒Tranquilo campeón, también peleamos, no te preocupes tanto por nosotras ‒le dijo Ani, mientras le guiñaba un ojo.

‒¡Hey! Desde cuando eres tan familiar con Gustav, hace unas semanas eras totalmente recelosa con MI novio ‒Anastasia dio énfasis al "mi".

‒Tranquila, no te lo voy a quitar. Y tú, chico, deja de preocuparte, si nos pasara algo, sería nuestra culpa por ser poco precavidas.

‒No, si les pasara algo no me lo perdonaría, sé que es prematuro decirlo, pero se han vuelto muy importantes para mí, no soportaría perderlas, no poder saludarlas o escuchar sus voces.

‒Grandote, si sigues diciendo cosas como esa, me vas a terminar enamorando ‒le dijo Ani, mientras se apoyaba en el hombro de Gustav.

‒¡Ejem! Lo siento Ani, el mago tiene novia, recuerda, eres la concubina.

‒Tranquila, tranquila, solo bromeaba ‒Ani se separó de Gustav, en su mirada el chico creyó percibir algo parecido a la pena.

‒Me preocupa que no hayas detectado a esos desconocidos, Ani ‒le dijo una preocupada Anastasia.

‒Deben haber tenido algún hechizo para camuflar su presencia, fue mi error, si hubiera seguido por caminos concurridos, no hubiera pasado nada, pero soy un elfo, somos gente del bosque, esas plantas me llamaban. En fin, fue un gran error, prometo que no volverá a ocurrir. A todo esto, sigo sin entender qué hizo Gustav, ¿por qué dejaste que te atacaran sin tratar de defenderte?

‒Es un hechizo antiguo, arriesgado, pero efectivo. Fijo un objetivo y espero, luego de dos ataques, el daño que se me haya causado durante ese tiempo se devuelve multiplicado, por eso dejé que me atacara, para acumular todo el daño posible y así, al devolverlo, derrotarlo de un golpe.

‒¡Guau! ‒la elfa parecía sorprendida‒. No sabía que existiera un hechizo así.

‒Pues existe y es útil, pero peligroso, si me llegaba a matar o dejar inconsciente con alguno de esos dos ataques, la magia se cancela, con lo que mi oponente no recibe daño alguno, lo que me sorprendió fue que pudiera llegar a ayudarnos Anastasia.

‒Ah, eso es fácil de explicar, se llama amor ‒al ver que los otros dos la miraban perplejos, siguió‒. Por Dios, les falta leer más, como Gustav y yo nos amamos mucho, estamos conectados, estaba en la biblioteca y escuché una voz dentro de mi cabeza que me dijo que estaban en el parque de la universidad en peligro, salí tan rápido como pude.

‒¿La voz que escuchaste era la mía? ‒preguntó Gustav, serio.

‒No, parecía ser la de una mujer ‒precisó Anastasia, Gustav se puso de pie de un salto al escuchar eso, sacó su varita y murmuró un hechizo.

‒¿Qué pasa? ‒Anastasia se estaba preocupando.

‒Al parecer esos tipos no son los únicos que nos seguían, alguien hizo contacto telepático contigo y te avisó que estábamos en peligro, acabo de comprobarlo con un hechizo ‒el chico respiró hondo y volvió a recitar un conjuro, una pequeña luz verde apareció en la cabeza de Anastasia‒. Bueno, eso lo demuestra de nuevo, alguien hizo contacto telepático contigo.

‒Bueno, pero me avisaron, están de nuestro lado.

‒No podemos saberlo a ciencia cierta, ojalá sea así ‒las palabras de su querida Anastasia repercutían en su cabeza, "nuestro lado". ¿Cuál era ese lado? Él solo quería vivir en paz con aquellas dos, pero al parecer lo estaban obligando a tomar un bando, humanos o no humanos, las opciones se mostraban claras. El chico ya lo había decidido, protegería aquellas sonrisas, aunque eso lo llevara a ser un paria. 

Monster GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora