Capítulo 31

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Su respiración se estancó en su pecho, haciendo que una sensación agradable le recorriera todo el cuerpo.

Se mantuvo estático, mientras trataba de respirar correctamente. Dios, sabía perfectamente lo que iba a suceder. Todo en él lo intuía. Su instinto animal floreció y trató con todas sus fuerzas de no gemir al no saber qué hacer. Sentía pavor, excitación y ansiedad; algo que no podía explicar se revolvía en su interior, torturándolo. Sus ojos volvieron a vagar por la sala y automáticamente comenzó a temblar y sus manos a sudar, el agua que escurría de su cuerpo estaba helada, pero su piel estaba ardiendo. La toalla que lo cubría lo asfixiaba y un nudo ligeramente agradable se instaló en su pecho. Su cuerpo entero estaba en llamas, cada célula, átomo y nervio de su estructura estaba en ebullición, en completa euforia.

Louis sabía qué era lo que Harry pretendía con todo aquello, y él, por su parte, estaba dispuesto a dárselo.

Se quedó quieto, maquinando que debería hacer. Pensó en volver al lago, y fingir no haber visto nada, haciéndose el desentendido con Harry. Aunque le pareció una buena idea, una que quizás no descartaría, sabía que no podía hacerle eso a su alfa. Su omega interior le pedía a gritos subir y acabar con tanta miseria.

Volvió a observar la sala donde las luces estaban apagadas y la débil iluminación que brindaban las cientos de velitas alrededor de él dejaba que pudiese ver como todo estaba decorado.

Se quedó quieto, agitándose a un más al comenzar a dirigirse hacia las escaleras. Respiró profundo, sintiendo como las gotas de agua helada escurrían y goteaban a través de su cuerpo hasta llegar al piso de madera. Siguió caminando, tranquilizándose internamente y tratando de hacer el mínimo ruido posible; si Harry no lo percibía, podía subir las escaleras, echarle un vistazo a todo y, entonces, si era demasiado para él, podría correr, cavar un pozo y enterrarse vivo. Aunque era obvio que por su aroma, seguramente Harry ya sabía que estaba allí, por lo que se limitó a suspirar y seguir su camino.

Cuando terminó de subir, sus ojos vagaron por el largo pasillo frente a él, decorado con el mismo agradable camino de velas redondas y pequeñas que se encontraban abajo. Tragó con fuerza, enrollando aún más fuerte la toalla sobre sus hombros, cubriéndose como si temiera ver lo que encontraría. Su cuerpo entero quemaba de los nervios y la excitación. Mentiría si dijera que la lujuria y el deseo no corroía su interior al pensar en Harry encima suyo, penetrándolo y llenándolo de su esencia, marcándolo.

Sus pies se arrastraron hasta la última habitación al final del pasillo, el cual las velas guiaban. Se asomó con curiosidad, quedándose atónito. Era el cuarto más grande de la casa, tenía una chimenea labrada con rústicas piedras y un piso de caoba brillante y pulido. Un par de cojines de diferentes tonalidades color almendra se encontraban posados sobre una cama matrimonial sumamente grande de acero forjado. El gran ventanal iluminaba cada punto de la habitación y le proporcionaba una espectacular vista del lago y del frondoso bosque detrás del mismo.

La madera crujió bajo sus pies y él ya estaba gimiendo, buscando con su mirada a Harry.

Dio algunos pasos más y se inclinó para observar dentro del baño de la habitación pero no estaba. El aroma característico de su alfa le cosquilleó las fosas nasales, haciéndolo girar. Y allí estaba, apoyado sobre el marco de la puerta, con una sonrisa lobuna decorándole el rostro, el pelo revuelto y, oh Diosito, completamente desnudo.

Trató de respirar con tranquilidad, sin mostrar agitación alguna mientras observaba la gran erección del alfa frente a él. Lamió sus labios, emitiendo un gemido lastimero cuando una oleada de calor le invadió el organismo. Se le revolvía el estómago, le sudaban las manos, sentía calor donde nunca antes lo había sentido y su cuerpo temblaba por la anticipación, provocándole un nudo en la garganta. Harry tenía ese efecto en él; miles de sensaciones que ni él mismo podía describir recorrían su cuerpo como electricidad. Su omega se rendía ante él a cada momento, buscando de su toque, buscando su olor, esperando que colocara sus fuertes manos en sus débiles muslos, acariciándolo.

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