Capítulo 14

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Harry salió del baño después de tomar una merecida y larga ducha caliente, encontrando a Louis acostado boca abajo en su cama. Sus firmes pantorrillas brillaban ante la leve luz que entraba por la rendija de la venta haciendo que el cuerpo de Harry se calentase al instante. Sus curvas de la espalda y trasero se veían totalmente apetecibles por aquella posición en la que el omega se encontraba, haciendo que sea la imagen más sensual que Harry haya visto en su vida. Realmente lucía como un niño y un bailarín stripper a la vez. Algo así como un ángel puro y un demonio jodidamente sensual. Y justamente aquello mataba a su alfa interior. Tenía ganas de apretar aquel trasero tan firme y respingón y darle un par de nalgadas. Lo deseaba ahora.

Por otro lado, Louis vestía una camiseta vieja y maltratada de Beaves & Butt-head, que tenía algunos pequeños agujeros en la tela blanca gastada, la camiseta, obviamente, era de Harry.

Louis escuchaba música a través de auriculares mientras leía atentamente un libro de romance británico que su profesor de literatura le pidió que leyera para la próxima evaluación bimestral. Sus ojos azules y un poco dilatados veían con atención las pequeñas letras del grueso libro, mientras que sus pestañas se batían lentamente. Leía las palabras una a una, moviendo sus labios rosados, sin emitir algún sonido. De alguna manera, Louis era lindo haciendo cualquier cosa, hasta cuando lavaba los platos. Harry encontraba su belleza insana y genuina. Y honestamente, para el alfa, nunca lo había observado con tanto detenimiento como en ese momento. La poca luz entrando al cuarto en conjunto con sus suaves curvas y aquel olor embriagador hacían que todo se sintiera increíblemente sereno. Así como estar en su casa.

Louis era su casa. Pensó.

Harry realmente podría enumerar cada minúsculo detalle de Louis, que no significaban cosa alguna para otras personas, pero para él eran importantes. Aquellas imperfecciones perfectas que quería besar sin cesar. Aquellas pequeñas cosas que lo componían. Cada detalle era tan esencial que los mantenía dentro de su mente y alma, como un pequeño recuerdo de que todo valió la pena, porque esa persona existía y estaba ahí con él. Su nuevo compañero que lo acompañaría toda la vida. Louis. Harry nunca se había sentido así, por lo que podía decir que enamorarse de Louis era cada vez más fácil. Los sentimientos que el omega le hacía sentir nunca los había vivido antes, pero podía decir que era la mejor sensación que alguna vez haya sentido. Aquel calor que se expandía en su pecho cada vez que sus pieles se tocaban o aquella sensación de necesitarlo en todo momento. Cuando no estaban juntos nada parecía tener sentido pero cuando lo estaban, el tiempo no pasaba y el límite entre segundos, minutos, horas, no era nada. El tiempo sólo se congelaba. Y sí, era tan malditamente afortunado. Así que cualquier riesgo de salir herido valía la pena, si eso significaba estar juntos. Nada podría eliminar esa sensación, ese temprano amor que nació entre ambos porque todos sabían que fueron hechos para estar juntos. Eran como una daga y una rosa; mientras que uno lastimaba, el otro resistía. Mientras que uno estaba hecho de fuego y hierro, el otro estaba hecho de pureza y tranquilidad. Eran el equilibrio perfecto.

Louis rodó sobre la cama, sin percibir que Harry estaba apoyado contra el marco de la puerta del cuarto de baño. El omega se encontraba con sus rodillas dobladas, levantando con sus manos el libro, por lo que continuó con su lectura. Sus ojos tan hermosos y profundos abandonaron el papel desgastado por un momento para estornudar levemente. Aquella reacción le hizo sonreír a Harry.

El omega dobló el borde de la página donde había dejado de leer y cerró el libro cuidadosamente, dejándose caer en la cama y mirando el techo. Estaba absorto de la presencia de Harry, quien lo observaba atentamente. Pero cuando Louis se sentó en la cama, vio al rizado, con una toalla amarada en su cintura, sus rizos húmedos, y sus ojos verdes brillantes mirando hacia su dirección, analizándolo minuciosamente. Sus labios se estiraron en una sonrisa sencilla, marcando sus profundos hoyuelos en las mejillas acarameladas. Su mirada era tan penetrante que hizo que Louis moviese sus piernas con nerviosismo y que su garganta se comprimiese. Aquella sensación de mirarse a los ojos y sentirse como en una montaña rusa no se borraría nunca. Ellos no se borrarían nunca. Harry quería poder observar a Louis de aquella forma por el resto de su vida. Antes de que comenzaran a hablar Louis sacó sus auriculares de sus oídos.

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