-¡Martina no lo hagas! No vale la pena –dijo tomándome con fuerza por los brazos.
-Tienes razón no es el lugar pero juro que me las vas a pagar –dije bajándome la blusa.
-Tienes suerte de que te hayan salvado –dijo incrédula la rubia.
-¿Suerte? La suerte la tuviste tu mi reina y vete de aquí que solo vienes a causar problemas –dije chasqueando mis dedos.
-No veremos Stoessel –dijo mostrándome su dedo medio.
-Si aja ya nos veremos –dije matándola con la mirada.
El coraje corría por mi cuerpo, por cada rincón.
-¿Todo bien? –cuestiono aquel chico que salvo a la rubia, aquel hermoso chico que nunca olvidaría como es que conocí.
-Si todo bien, debiste dejarme al menos regresarle la cachetada –dije con mi voz vibrante.
-No dejaría que se armara un escándalo –dijo Joe acompañado de un movimiento de manos.
-Si bueno tienes razón, no es el lugar –dije negando.
-¿Pasa algo mi amor? –tercio Jorge llegando mirando a Joe al acercarse a mi.
-Si amor todo bien –dije esbozando una pequeña sonrisa.
Nos adentramos de nuevo a la casa de Diego y este estaba sentado en un sofá apartado de toda la gente sin dejar de mirar el ataúd que llevaba a su madre dentro, me partía el alma mirar su cara llena de el agua salada que cae de nuestros ojos, su mirada estaba perdida en el dolor, notaba como Diego se hundía cada vez mas al abismo de dolor, no quería que se perdiera lo único que quería es que fuese fuerte pero cuando un dolor así se encuentra dentro de ti es imposible ser fuerte.
-Ya es tarde, deberíamos irnos –dijo Jorge hablándome al oído.
-Si amor ya casi todos se han ido –dije sin dejar de mirar a mi inconsolable amigo.
-Te espero en el auto –dijo este asintiéndome.
Me acerque hasta con Diego, poniéndome en cuclillas antes él.
-¿Estarás bien? –cuestione tomando su cara.
-Si Martina, gracias por venir –dijo tocando mis manos.
-Se que duele pero se fuerte, te quiero –dije besando su frente.
-Tratare, te quiero también –dijo mirándome a los ojos mientras dejaba caer una lagrima mas.
-Mañana nos veremos –y la respuesta que obtuve de él fue un asentimiento de cabeza.
Me despedí de los chicos y le pedí a Joe y a Lucia que por favor cuidaran bien de él.
-¿Lista? –pregunto Jorge cuando subí al auto.
-Si, lista –musite apenas abrí la boca.
Jorge condujo hasta la casa de nuestra irregular familia, Mo nos ayudo a subir las maletas y fuimos a avisar que nos quedaríamos ahí solo unos días.
Estábamos en la recamara de Jorge en su balcón, tirados sobre una manta cálida mirando el laberinto de estrellas en el cielo.
-¿Jorge? –mencione tocando su pecho.
-Mande –respondió.
-Prométeme que si por alguna razón no estamos juntos de nuevo, cuando mires la luna te acordaras de mi –dijo mirando la luna despampanante en el cielo oscuro.
-Te lo prometo –dijo acariciando mi mano sobre su pecho.
-Mirar a Diego así me recordó a mi cuando… -no dije mas pero basto para que él me entendiera.
-Si amor me lo imagino –dijo buscando mis labios, sus labios en los míos era como la tranquilidad no hacia falta de algo mas para desarmarme por completo.
-Te amo –solté al verle a los ojos.
-Yo también te amo mucho, mucho –dijo entre una risa.
Luego de un rato, me puse mi pijama y Jorge durmió como de costumbre en bóxer.
El día siguiente por la mañana nos despertamos temprano, nos arreglamos y nos vestimos nuevamente de ese triste color, seria el entierro la parte mas difícil por que después de eso nunca mas volverás a ver a cuya persona yacía en aquel ataúd, y la palabra “nunca” es la que todos queríamos cambiar respecto a eso.
-Esto será difícil –dije tomando aire.
-Tranquila, relájate –dijo este sobándome la pierna, mirando el camino.
-Siento que estoy mas mal yo que cualquiera de la familia –dije sintiéndome tonta.
-Pero yo te comprendo, se por que –dijo el perfecto chico al volante.
Al momento de poner mi zapatilla en el suelo firme al haber llegado, mi corazón quería salirse de mi pecho lo toque para controlarlo y tome aire exageradamente y luego exhale con lentitud, busque con la mirada donde era el lugar y mire a lo lejos a Diego con unos lentes oscuros puestos, sus manos en los bolsillos y lejos de la demás gente.
-Ve –dijo Jorge apuntándolo.
-No, lo dejare solo, se sentirá mejor –dije negando mirando a la nada.
-De acuerdo, entonces vamos –dijo tomándome por la cintura.
Caminamos hasta ponernos junto a Xabiani y su hermosa novia.
El momento mas difícil había llegado, la bajaban tres metros bajo tierra y la pequeña no dejaba de llorar; la dejaron por un momento y todos aventamos rosas a este, luego de unos minutos Diego se acerco con un ramo de rosas rosas y las lanzo sobre el ataúd color blanco, puso sus manos en sus bolsillos y limpio una lagrima que rodaba por su mejilla, se quedo mirando por minutos y se persino. Todos se acercaban a los familiares antes de irse a darles el último pésame.
-Señor Des nuestro mas sincero pésame –dije en nombre de Jorge y mío.
-Gracias pequeña –dijo asintiendo derrotado.
-Lo siento mucho señor Dominguez –dijo Jorge estirando su mano.
-Claro hijo, gracias por venir –agradeció estrechando su mano sin fuerza alguna al parecer.
Me acerque a Diego que claramente pude notar que se aguantaba las ganas de llorar.
-Diego –dije sintiendo un dolor en mi garganta.
-Martina-dijo llorando en mis brazos.
-Llora, llora todo lo que quieras, es lo mejor que puedes hacer –dije sobando su espalda.
-Ya la extraño como si fueran años –dijo abrazándome con mas fuerza.
-Lo se, lo se –dije dejando caer una lagrima tras otra.
-Perdón yo llorando por esto y olvide que acabas de pasar por lo mismo –dijo limpiando su cara con ambas manos.
-Ni lo menciones, lo mío ya paso ya lo voy superando es solo que me parte en mi pedazos verte así, miro mi reflejo en ti –dije mirándolo a los ojos y tocando un mechón de su cabello.
-Gracias por venir –musito sintiendo mi mano en su mejilla.
-No tienes que agradecer, para eso estamos los amigos –dije dándole confianza.
-Ve, Jorge te espera –dijo mirando a Jorge por sobre mi hombro.
-¿Estarás bien? –quise saber.
-No te preocupes por mi –dijo antes de besar mi frente.
-Adiós Diego, cualquier cosa no dudes en llamarme, te quiero –dije parándome de puntitas para darle un beso la mejilla.
Nos dirigimos hasta la casa de nuevo, no habíamos desayunado y teníamos mucha hambre.
-¿Qué quieres hacer? –le pregunte a Jorge mirando mi plato.
-Quiero salir con Xabiani ¿me dejas? –pregunto como si fuera necesario.
-Claro amor, no me tienes que pedir permiso –dije riendo por lo bajo.
-Entonces después de terminar me voy con él –dijo dando un bocado.
-De acuerdo, me mandas a Lodovica para estar con alguien –dije sonriendo.
-Con mucho gusto –dijo buscando mis labios.
Luego de desayunar subimos en carrera a la recamara la cual con trampa gane, de no haberla hecho Jorge la abría ganado sin problema, es muy rápido.
-Te ves guapo –dije ladeando mi cabeza al verlo frente al espejo.
-¿Te gusta? Especial para ti –dijo rápidamente acercándose a mi dándome un beso sobre los labios.
-Pues me encanta –dije dándole otra probada de labios.
-Tu también te ves muy bien así vestida –dijo y pues ya me había cambiado de ropa, me había puesto unos jeans ajustados con unos zapatos bajitos color negro y una blusa con el hombro de lado azul rey.
-Pues gracias –dije mirándome-. Antes de que te vayas tomémonos una foto.
-De acuerdo –busque mi cámara rápido antes de que se arrepintiera.
Jorge tomo la cámara elevándola a la altura de nuestras caras, mostrando la perfecta hilera de perlas blancas e inmediatamente luego de sonreír sentí el flash estrellarse en mi cara, luego me miro como nunca antes lo había hecho y me beso tomando una foto de nuestro beso.
-Me voy pero antes dame un beso mas –pidió tomándome por la cintura.
-Solo uno –dije acercándome a él, yo junte mis labios a los de él y este me daba muchos besos en lo que yo aun no terminaba con el primero.
-Me voy mi amor, te amo –dijo besándome fugazmente de nuevo.
-Te amo mas, adiós –dije mirándolo sonreír, haciéndome esbozar una sonrisa también.
Pasó más o menos 20 minutos y estaba esperando a que Lodovica llegara con mi libro en mano, pero sin dejar de pensar en Diego.
Sentía un presentimiento pero no sabía exactamente de que, solo persistía en mi ser y no me quería preocupar así que lo deje pasar.
-¡Martina! Tienes que venir, pero por favor tranquila –dijo Lodovica abriendo la puerta de golpee, y solo pensé ‘No mas problemas por favor’.
-Okay ¿Qué pasa? –pregunte dejando el libro a un costado de mi.
-Jorge…
-Continuara.
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¡Chicas! Van a morir con lo que sigue, sigan al pendiente.