I. Memorias (Pt. 1)

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"Con tan solo 10 años de edad ya me siento un erudito en muchos aspectos filosóficos de la vida... hasta siento que escribo como uno. En mi camino hasta aquí nada ha sido fácil; viví siempre desde pequeño la escasez en el hogar, pero nunca podré culpar a nadie por ello, simplemente así ocurrió. Tampoco podré culpar a nadie de vivir donde lo hacía, en un humilde valle alejado de todo, lo rural y tercermundista era un término aún muy incompleto para describir nuestra forma de vida, con una pobre educación, un futuro nada próspero, una vida de campo, una vida rutinaria... que de no ser por la misa dominical del lugar, se nos hubiese perdido desde hace mucho la noción de los días de la semana; y ni hablar de la buena salud, bien decían las malas lenguas por el valle: Pobre de aquel que caiga enfermo. En realidad, la gran visión que podría llegar a tener cualquier persona en ese lugar, era la de ser un acaudalado hacendado, pero hasta esta aspiración resultaba imposible por la difícil naturaleza del lugar, siempre fría y de un cielo opacado por las nubes... un día soleado ya era un gran regalo del clima.

Mis padres se habían dedicado al igual que casi todos en el valle, a la labor del cultivo, mucho más aun mi padre; pero nunca pudieron realizar un trabajo independiente para nuestro propio beneficio pues no poseíamos tierras para tal actividad ni productos para la cosecha. Mi padre siempre trabajó para unos hombres quienes sí poseían todo esto, pero la retribución monetaria nunca compensaba ni el tiempo ni el esfuerzo invertido.

Ya desde pequeño recuerdo siempre haber visto a mi madre debilitada por su enfermedad... ¿Qué tenía? Nunca lo supe con exactitud, pero siempre se apuntó a su corazón como el responsable; todo esfuerzo físico por poco que fuese, le resultaban una serie de trajines que la dejaban exhausta; ¿Desde cuándo estaba ella así? Nunca me enteré, pero seguramente fue poco después de que yo naciera, ya que mamá me había platicado que tanto mi padre como ella habían podido construir, literalmente con mucho esfuerzo y con sus propias manos, aquella cabaña donde crecí, nada amplia en realidad: Tres salas, dos camas, una mesa, un baño y era todo. Pero no me importaba, nada de lo material resultaba relevante si se tenían a las personas correctas a mi lado, con mucha seguridad podía llamarlo un hogar... Al menos hasta los 7 años.

Fue cuando cumplí los 7 años que la mala salud de mamá empeoró y su estado ya resultaba terriblemente exagerado, caminar más de diez minutos ya le agobiaba, la dosis de la medicina que requería para estabilizar los latidos de su corazón iba en aumento y ya no había modo de pagarlo; a todo esto, con el pago que mi padre recibía, habían ocasiones en que solo teníamos para una o dos comidas al día, y al paso en que iba el valle con sus repentinas crisis, era cosa de nada para que en cualquier momento despidieran a papá del trabajo. 

Fue entonces cuando tras meses discutiéndolo, mi padre tomó una decisión pese a que mi madre nunca la aceptó: Partir fuera del valle en busca de un mejor trabajo, de mejores oportunidades... pero la idea no fue así de cutre y descabellada, en realidad existía un plan, un plan que nunca pasaría del primer punto. Era claro que lo más sensato de la situación, sería el partir todos juntos fuera del valle, pero el arriesgar y dejarlo todo a la deriva para pisar nuevos y desconocidos rumbos, sin duda era una decisión bastante delicada; al menos en el valle teníamos un hogar y solo eso, ningún otro familiar más que nosotros; mis padres fueron huérfanos cuya historia ya era un punto aparte. Al menos si mamá y yo nos quedábamos tendríamos un techo; Papá nos prometió ir en busca de un trabajo más retribuyente de lo que aquí se podía encontrar; y luego de lograr conseguir algo, por lo menos más estable y con algo de fe, él regresaría por nosotros para partir todos juntos; pero por el momento nos suplicaba resistir aquel tiempo indefinido en el que estaría ausente.

Tras varias semanas discutiéndolo, papá finalmente tomó su decisión de partir, aunque sabía que más que un gran lamento para mi madre, el gran pesar lo llevaría yo, ya que yo sería quién se responsabilice de todo mientras él se hallaba ausente, sería yo quién estaría a cargo del hogar y de mi madre. A todo esto ocurría un detalle, que no fue hasta ese momento en que realmente vimos un gran problema: ¿Cómo lograríamos comunicarnos mamá y yo con papá? Había escuchado de lugares en el que existían cosas como periódicos y cartas, pero en este valle no ocurría tal caso. En este valle las noticias entran y salen fuera de tiempo, como chismorreos legendarios.

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora