VIII. El juicio de los sirvientes (Pt. 2)

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"Si usted amara, me entendería".

El mayordomo no pudo refutar dicha frase, y sin tener alguna sabia respuesta para ello, prosiguió a cuestionar algunos detalles sobre Carlos, con claras referencias brindadas por el cuaderno de André....

- Supe también... – dirigiéndose todavía a André - ...que has sido bastante tolerante con él – refiriéndose a Carlos – Con tantos años soportando sus acosos, uno creería que ya no le temes a nada hijo, y que podrías ser capaz de afrontar a cualquiera.

- ¿Usted creería eso Gran sirviente? – preguntó André.

- Por supuesto – afirmó el mayordomo - pero al parecer no siempre ocurre de esta manera. Pudiste enfrentarte a alguien como Arní... tal vez de la forma más errónea posible, pero al fin y acabo lo hiciste... pero solo pensaste en huir cuando lo viste a él – refiriéndose nuevamente a Carlos.

- Hay quienes imponemos más respeto – afirmó Carlos con el ego alzado.

Con la mirada muy fija en Carlos, el mayordomo corrigió...

- Te equivocas muchacho... hay quienes imponen más miedo.

- Da igual – respondió Carlos sin importancia.

El mayordomo no se preocupó en tratar de explicarle nada a Carlos, y volviéndose a dirigir a André; muy seriamente le dijo...

- Te daré un consejo bastante conocido hijo... muchos lo ignoran, pero desde ahora lo tomarás como una orden: "No vuelvas a huir de tus miedos".

André contempló dicha idea por unos segundos; se le quedó mirando al mayordomo cuya faz permanecía bastante firme. Carlos interrumpió el momento para preguntarle...

- Disculpe Gran sirviente, pero ya que todo está aclarado, ¿puedo retirarme?

- ¿Aclarado? – preguntó sorprendido el Gran sirviente - ¡Nada está claro para mí! – exclamó.

Carlos miró confundido al mayordomo, quien rápidamente cambió su tonalidad seria, a la de un desesperado hombre por hallar respuestas...

- Cada trabajador en este lugar es fiel a su destino de servir al barco, jamás ocurrieron problemas, todo tipo de sentimiento rencoroso desaparece aquí adentro, pero ustedes dos son bastante excepcionales...

Dirigiéndose solo a Carlos:

- Tú resultaste ser un sirviente bastante rebelde; mientras tratabas de "ayudar" a atrapar a André, has provocado todo un desastre en el barco, y muchos pasajeros han padecido algún dolor gracias a ti.

- No fue mi intención Gran sirviente, en serio lo lamento mucho – Carlos agachó la mirada, y tras una breve pausa, mostró una falsa preocupación hacia los pasajeros preguntando - ¿alguien se encuentra lastimado?

- Se encontraban... - aclaró el mayordomo.

El hecho de que alguien se lastimase en el barco, era algo de nulas probabilidades; pero las remotas veces que alguien ha resultado herido, principalmente los sirvientes mientras cocinan, el dolor resulta bastante pasajero en este lugar; no existen las secuelas ni las enfermedades; por lo que aquel hombre al que Carlos le terminó aplastando los dedos de la manos con la puerta, solo habrá sentido un agudo dolor en el instante, pero rápidamente, dicho dolor se habrá desvanecido...

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora