XI. Mientras los Ángeles esperan (Pt. 1)

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Sentía despertarse de una cómoda siesta, no recordaba la última vez que se sentía tan bien y lleno de energías. Se encontraba recostado boca arriba en un suave pasto que le recordaba al del valle. Abrió los ojos y lo primero que observó fue un cielo celeste, vibrante y despejado; la suave luz del día recayendo sobre su rostro le daba suma paz a sus pensamientos. Poniéndose de pie, André pudo darse cuenta que se encontraba en un extenso campo verde; era un terreno bastante llano donde el horizonte no tenía fin, no habían montañas a lo lejos... solo unas pequeñas elevaciones de tierra recubiertas de pasto; habían algunos árboles a los alrededores, adornados por coloridas flores que rodeaban sus raíces. 

André aún llevaba la misma chompa azul, pantalón blanco y zapatos negros que usó en el desierto congelado; pero el clima en este lugar era tan fresco, que por primera vez se identificaba con el dicho "ni frío, ni calor". André pudo sentir su tobillo perfectamente ileso, dio unos brincos sobre este, ya no cojeaba. Miraba hacia todos lados, creía encontrarse solo, pero esto no lo asustó ni desesperó, pues la calma era fascinante, sentía una extraña alegría en su interior, pero seguía sin identificar el lugar donde se encontraba, mas no se apresuró en averiguarlo. Pudo sentir una extraña resequedad en su boca; había pasado tanto tiempo sin la necesidad de beber, que había olvidado por completo la sensación de sed. 

Amplió su vista a lo lejos, y pudo escuchar el sonido del agua viajando sobre las piedras; a unos 200 metros de él, pudo visualizar un pequeño brillo en el suelo. Empezó a acercarse a dicho brillo que había llamado su atención, poco a poco pudo darse cuenta que se trataba del reflejo del sol cayendo sobre un calmado riachuelo; este corrió alegremente hasta las aguas que viajaban sobre un angosto sendero formado por muchas piedritas; él no dudó en arrodillarse a las orillas de este riachuelo sobre el pasto para recoger pequeños sorbos de agua con ambas manos; pudo sentirla como el agua más pura y fresca que jamás haya bebido; se remojó el rostro, los cabellos y hasta los brazos; seguido de ello, se quitó los zapatos junto con los calcetines, se alzó las bastas del pantalón remangándolas hasta las rodillas, se sentó a las orillas de este riachuelo, y empezó a remojar sus pies con bastante regocijo. Apoyaba sus manos en el pasto por detrás de su espalda, y miraba al cielo... sentía no importarle nada ni nadie; finalmente sentía una tranquilidad infinita y las preocupaciones desaparecidas. 

Pasaron alrededor de 10 minutos y no le interesaba saber si era la única persona en este pacífico lugar; lo único que se podía escuchar era el sonido de una suave brisa recorriendo sobre el pasto. André puso su vista sobre uno de los árboles que se encontraba cerca de él, no era un árbol tan grande y pudo observar colgando de entre sus hojas algunos frutos... al parecer se trataba de un pequeño árbol naranjo. André empezó a sentir tras mucho tiempo, un extraño vacío en su estómago, definitivamente tenía hambre; así que sin la necesidad de secarse los pies, fue corriendo descalzo hasta aquel arbolito. Mientras se acercaba, una pequeña risa infantil llamó su atención... esta provenía del mismo árbol al que André se dirigía. Irónicamente recordó aquel día en que conoció a Miquel en forma de árbol, y pensando que se trataba de un caso similar, le preguntó a la planta como si fuese cualquier otra persona...

- ¿Quién eres tú?

Aquella risa continuaba sin cesar, la identificó como la risa de una pequeña niña; de pronto, varias carcajadas infantiles empezaron a sonar como una sinfonía a su alrededor... no eran risas molestosas, pero vaya que eran demasiadas, y todas provenían de los árboles. Entonces una fina voz de un niño, le dijo...

- Tú debes ser André ¿no es así?

André alzó la mirada hacia las hojas de aquel árbol naranjo que tenía justo al frente; pudo ver a un niño de al parecer 6 años de edad, sentado sobre las ramas; tenía cabellos ondulados, de gran sonrisa y vestía una túnica blanca igual a la que había visto luciendo a la inolvidable ángel de los caídos. André le respondió y añadió otra pregunta...

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora