XIV. Los recuerdos de Leonardo

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El despertador sonó, eran las 6 de la mañana de un sábado de febrero, finalmente había llegado el gran día: Leonardo viajaría a otro continente para continuar sus estudios universitarios. Tenía las maletas listas desde hace ya una semana. Con tan solo 18 años, este joven muchacho viajaría lejos de su familia para alcanzar su sueño de ser médico, y lo haría en una prestigiosa universidad al otro lado del mundo, totalmente becado. 

Aún estaba medio soñoliento, pero su madre lo llamó desde el comedor para que bajase a desayunar pues se le estaba haciendo tarde. Leonardo se apresuró en darse una ducha, se vistió y fue hasta donde su familia lo esperaba para un último desayuno, juntos. Leonardo sentía ser el joven más afortunado en el mundo, por tener una familia como la suya: era hijo de un feliz matrimonio, sus padres llevaban más de 20 años de casados. Era el primogénito en su familia, tenía dos hermanas de 13 y 11 años a las que amaba demasiado pese a siempre estar molestándose entre ellos: sus nombres eran Mikeyla y Marcela respectivamente.

Ya reunidos en la mesa, el padre de Leonardo tomó la palabra:

- Parece que fue ayer cuando apenas ibas al jardín hijo – su voz  llena de orgulloso era notable – y ahora te irás para convertirte en todo un hombre de bien.

- Gracias papá – dijo Leonardo.

- Apuesto a que reprobará el primer día – bromeó Marcela.

Todos empezaron a reírse tras esto.

- También te voy a extrañar enana – le dijo Leonardo.

- Lo bueno es que por fin tendré mi cuarto propio – exclamó alegremente Mikeyla.

- ¡Yo ya pedí el cuarto de Leo desde hace meses! – exigió Marcela.

- ¿Quién les dijo que les daré mi cuarto? – advirtió Leonardo.

No era ninguna discusión seria, nada pasaba de ser una típica habladuría y sin importancia entre hermanos. La madre calmó la situación dirigiéndose a Leonardo...

- Mejor date prisa en desayunar, que el barco parte en una hora.

- ¿Por qué tengo que viajar en barco? – preguntó Leonardo desanimado.

- Porque a tu padre se le olvidó conseguir el boleto de avión – señaló la señora con los ojos firmes en su esposo.

- Fue un pequeño descuido – se excusó el padre – además es bonito viajar en barco.

Leonardo le tenía cierta fobia al océano, era un miedo inexplicable, algo del cuál sus hermanas solían mofarlo...

- ¡Papá!... ¿por qué tuviste que olvidarte? – renegó Leonardo.

- Ya te dije que fue un pequeño descuido – se justificó el padre - pero no te enojes... te prometo que cuando regreses te lo compensaré – señaló alegremente.

- ¿Me lo compensarás?... ¿Cómo así? – preguntó muy curioso.

- Te compraré lo que quieras – ofreció el Señor.

- ¡¿Lo que yo quiera?!

- Siempre y cuando no esté muy caro y no pase de dos ceros – bromeó.

Todos continuaron riendo en la mesa. La familia de Leonardo siempre había sido muy estable económicamente, nunca les faltó nada, pero tampoco sobró mucho. Sus padres habían tenido la gran fortuna de triunfar en el negocio de los bienes inmuebles. Vivían cómodamente en una casa de dos pisos en una ciudad urbana cerca de la costa. Personalmente, Leonardo era un poco introvertido, pero bastante estudioso y responsable. Era alguien alto y robusto, con un pensamiento muy maduro para su edad. Continuando en la mesa, sus hermanas hicieron eco del pánico de Leonardo por viajar en barco...

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora