VI. La historia según Arní

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Dejando atrás a Miriam y Micaela en aquel salón; André continuó su camino por un nuevo pasillo: este no se veía tan largo y extenso como el primero, pero sí lo suficiente como para hacerlo meditar. Ahora mismo, André tenía cierto conocimiento sobre la especial actitud de los pasajeros en el barco; y entre los principales detalles que los caracterizaba, estaba el hecho de que "aparentemente" ninguno recordaba el tiempo que llevaba a bordo. Pero ya con la mente más fría, el pequeño dedujo que Miriam había mentido con toda la intención, pues recordó que en una anterior conversación que mantuvo con su padre en la cabina de manejo, el hombre no tuvo ningún problema en admitir que llevaba 4 años piloteando el barco, y eso que su padre había adquirido una actitud bastante "especial"; pero entonces surgía la interrogante... ¿por qué razón ambas mujeres mentirían con respecto a este detalle? André pensaba en si acaso esta pregunta las había ofendido, pero claramente no fue así, ya que Miriam reveló su edad sin siquiera sentirse un poco avergonzada. 

André concluyó entonces de que ambas mujeres sí tenían lúcido conocimiento del tiempo que llevaban a bordo de la nave, pero por alguna razón, no se lo quisieron decir; pero cuál sería el motivo; ¿acaso tenían prohibido revelar esta información a los trabajadores? André solo tenía algo muy en claro, y es que sabía que ambas mujeres eran muy buenas personas, y esto no se debía por el hecho de haber recibido un obsequio de su parte, sino por un sentimiento puro de ternura y paz que vio reflejado en sus ojos; además, si ambas mujeres eran pasajeras del barco, era claro que no podían albergar malas intenciones en sus corazones.

Mientras pensaba en motivos y respuestas, André caminaba con la mirada puesta en el suelo; con una mano sobaba su frente y con la otra llevaba su nueva chompa. El pasadizo por el que ahora caminaba tenía la misma pinta que el que ya había recorrido, a lo largo de este había algunas habitaciones a los costados pero André las ignoraba. Este se encontraba distraído, cuando de pronto escuchó a lo lejos unos pasos acercándose delante de él. André se detuvo por un momento y plantó su mirada en el final de ese pasadizo con apariencia de túnel; por un momento creyó nuevamente haber sido engañado por su imaginación, pero de repente, una de las puertas de la derecha que se encontraba casi al final de ese pasillo, se abrió con un chirrido de bisagra oxidada. André pudo notarlo desde el primer instante, el uniforme que este hombre usaba lo señalaba como tal; se trataba nada menos que del mayordomo, que al parecer se estaba dirigiendo a la cabina de manejo. 

André dio media vuelta y empezó a caminar de regreso dándole la espalda, pero entonces otra presencia lo asustó; como si viese a un fantasma, a lo lejos, del otro lado del pasillo, el jefe de los sirvientes se estaba acercando. Ahora André tenía por un lado, al mayordomo acercándose, y por el otro, al jefe de los sirvientes; ambos se dirigían hacia donde el muchacho se encontraba; y antes de que alguno se percatase de que este se encontraba en medio del camino, André abrió la puerta que tenía justo al lado y se escondió en la habitación. Ya una vez dentro, sujetó fuertemente de la perilla de la puerta, esperando que nadie pudiese entrar.

 Ya una vez dentro, sujetó fuertemente de la perilla de la puerta, esperando que nadie pudiese entrar

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Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora