VII. Como en los viejos tiempos (Pt. 1)

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Poco a poco iba despertando, el techo se veía bastante borroso; la chompa aun la tenía a medio poner con solo ambos brazos en las mangas. Puso una mano sobre su cabeza, el chinchón era enorme, pero estaba muy bien cubierto por sus cabellos cerca de la sien. No tenía claro cuánto tiempo había pasado, no había reloj ni nada que lo confirmase, pero sospechaba que tal vez habían transcurrido solo un par de horas, pues de lo contrario, sería extraño que nadie haya entrado a dicha habitación por un largo tiempo. 

André se puso de pie con el mismo esfuerzo que el de un anciano, luego procedió a terminar de ponerse su chompa; lo hizo con mucho cuidado pues el hematoma era tremendo, hasta podía sentir sin la necesidad de tocar, un malestar sobre su cabeza. Hizo algunos estiramientos de cuello, espalda y brazos debido al acalambrado. Volvió a acercar su oreja a la puerta; el silencio era notable. Giró suavemente la perilla y abrió la puerta con delicadeza, aun así el chirrido de las bisagras era inevitable. Asomó la cabeza hacia el pasillo y miró hacia a ambos lados; no había nadie. Finalmente salió de su escondite y trató de actuar con normalidad, como si fuese un pasajero más; rogaba en su mente que nadie detectase sus "llamativos" pantalones blancos como prenda fina de trabajador. André continuó con su camino que se le había sido anteriormente interrumpido por la presencia del mayordomo.

Al salir del pasillo, se encontró con un ambiente más característico y propio del barco: un inmenso salón con larguísimas mesas que simbolizaban el más prominente banquete. No solo licores ni bocadillos refinados; también bebidas de todo tipo, frutas, dulces y comidas chatarra del que André nunca antes había degustado. Sin duda, el comer y beber era el placer por excelencia en este barco. A diferencia del salón anterior, este si se encontraba bastante habitado; la mayoría de las personas ocupaban los sillones esparcidos ordenadamente por toda la sala, hechos de la misma calidad que los que había visto anteriormente con Miriam y Micaela. 

Había personas de toda clase, de todas las edades y de vestimentas varias. Los más ancianos se hallaban reposando en los sillones; algunos caballeros portaban ternos, y algunas damas un vestido con "clase", mientras que otros, de manera más cotidiana lucían camiseta y pantalón, y otras lucían blusa y falda. Algunos adultos y jóvenes también se encontraban sentados, otros estaban puestos de pie junto a las mesas degustando algún bocadillo. Solo había uno que otro par de niños tomando todo el chocolate en trozos que encontraban entre los banquetes para depositarlo en sus bolsillos. 

Se escuchaban conversaciones y murmullos de todos lados, pues se veía a todas estas personas charlando amicalmente en grupos de 5 a 8 integrantes; algunos tenían una postura tan respetuosa que conversaban con su peculiar tono serio, como las de personas en épocas de antaño, especialmente los adultos mayores; mientras que otros dialogaban como si la confianza existiera desde hace años; algunos inclusive carcajeaban en coro y hasta escandalosamente: "Nunca terminé la universidad", "Me encanta bailar", "Creo que fui un abuelo bastante gruñón", "Sin duda el vino es lo mejor que existe", "Jamás me simpatizó la política", "Fui un médico excelso", "Solía tener pocos amigos"; estas eran algunas frases que André escuchaba proviniendo de todas partes de la sala. También se veían algunos trabajadores sirviendo de mozos, estos llevaban copas y bocados en charolas desde las mesas hasta las personas en los sillones, para que estas ni siquiera se molestasen en ponerse de pie; algo un tanto exagerado teniendo en cuenta que la distancia entre mesa y sillón, no pasaba de los 20 pasos.

André dirigía sus pasos por los alrededores del salón; trataba de estar lo más lejos posible de la atención de cualquier sirviente; disimuladamente dirigía su vista a cada una de esas 200 personas que se encontraban reunidas en aquella sala, pero no hallaba a su madre por ningún lado, mucho menos a Candry. André recordó que el salón de juegos en el que había visto a Candry por última vez, se encontraba cruzando un par de salones más adelante, así que con cautela y un tanto de apuro, emprendió su camino. 

Donde los deseos nacen // MADLV (2da. Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora